José Carlos García de Paredes Olivas www.hoy.es 12/05/2022

Las autoridades educativas del Ministerio del ramo han considerado que, a partir del curso próximo, los alumnos de primaria no deberán conocer la numeración romana. En su opinión, las cifras romanas no sirven para hacer operaciones y, por tanto, su aprendizaje no es relevante como saber básico. Aparte de que con un ábaco los romanos eran capaces de hacer las operaciones habituales, y reconociendo la superioridad de la numeración arábiga, con el cero como gran aportación, la cuestión no debería versar sobre la capacidad de operar con ellos (algo que nadie propone), sino de la responsabilidad de privar a un futuro ciudadano de entender su historia a través de los nombres de los siglos, los reyes o los papas. Hay que reconocer que no se trata de un problema específicamente español: el año pasado conocimos la noticia de que tanto el museo del Louvre como el British Museum habían prescindido de las cifras romanas en su cartelería porque, alegaban, parte del público ya no las entendía. Parece difícil creer que alguien que se ha molestado en visitar un museo no pueda hacer el esfuerzo de entender una simple cifra (aunque sea buscándola con su móvil), pero estamos en unos tiempos en los que hay que simplificar hasta el estilo de Los Cinco de Enid Blyton, no sea que algún lector no entienda lo que entendíamos antes con una tierna edad.

La cuestión aritmética no deja de ser un paso más, junto a otros más graves, del desprecio al pasado y la falta de referentes en los que se va situando, a través de las distintas leyes educativas, al estudiante. La desaparición de la historia no contemporánea, el achicamiento de la filosofía, la ausencia del estudio de la literatura española en profundidad o la optatividad del arte en el tercer país del mundo en lugares patrimonio de la humanidad son jalones que van marcando la creación de ciudadanos con competencias vacías de sentido (“aprender a aprender”) y orientadas a un mercado laboral en el que siempre tendrán ventaja quienes tengan la fortuna de que la economía familiar pueda suplir las carencias del sistema educativo que arrostran. Dejo para el final la famélica situación de las Lenguas Clásicas en España, las más castigadas de las materias de Humanidades, carentes de cualquier tipo de anclaje en el currículo y sometidas a un referéndum anual en el que unos héroes y heroínas las siguen cursando contra un viento y marea continuos. Y, por cierto, con unas posibilidades que ya quisieran otros: actualmente encontrar profesores de Latín y Griego en España es tan difícil como encontrar un político que para preparar una intervención se haya leído antes un discurso de Cicerón. Eso sí, que nadie se preocupe: son estos profesores quienes van a enseñar (pero ya no a toda la población) los números romanos. Y, reconozcámoslo, el Ministerio tiene razón: no se puede operar con alfonsos. Las virtudes de Alfonso X el Sabio, sumadas a las de Alfonso III (totius Hispaniae Imperator), no produjeron idéntico resultado en Alfonso XIII, de magras (si bien sicalípticas) aportaciones a nuestra historia común.

José Carlos García de Paredes Olivas

Vicepresidente de la Asociación Cultura Clásica y de la Delegación de Extremadura de la Sociedad Española de Estudios Clásicos

FUENTE: www.hoy.es