Ricardo Mir de Francia | Gaza www.elperiodico.com 18/4/2009
Asomado a una barandilla, mirando al Mediterráneo bajo un cielo plomizo y chispeante que decolora la imaginación, Jawdat al Júdari glosa con tristeza la historia de Gaza. «Esta ciudad fue siempre una encrucijada, la última ciudad de Asia antes de ir a África. En la era helenística, fue uno de los mayores puertos del Mediterráneo, conectado con la península Arábiga, y, más tarde, una de las escalas de la ruta de la seda». El presente ha borrado todo el brillo. Un borrico arrastra una carreta con chatarra y, al fondo, varios edificios agonizan vapuleados por la metralla.
Júdari se ha conjurado contra la amnesia histórica. Este constructor, de 49 años, abrió hace 10 meses el primer museo arqueológico de Gaza, un lugar modesto con una sala de exposiciones y un restaurante con vistas al mar. El museo recorre los 5.500 años de historia de Gaza y de los pueblos que la habitaron. Cananeos, filisteos, griegos, asirios, romanos, fenicios, bizantinos, persas, árabes, cruzados y otomanos. En las paredes y las vitrinas se exhiben desde utensilios de la Edad de Bronce a ánforas griegas, pesadas anclas romanas de piedra, tallas egipcias de alabastro, monedas de Al Andalus, miniaturas de marfil o capiteles corintios de la era bizantina.
Todas las piezas forman parte de su colección privada. «Las he ido recogiendo durante los últimos 22 años. Me gustaría que le sirvieran a esta sociedad para no olvidar la riqueza de su pasado», afirma. Durante la ofensiva israelí de enero, las ventanas y puertas de las oficinas volaron arrastradas por la onda expansiva. El museo se salvó por un pelo. A menos de 30 metros, aún se ve el cráter que dejó un misil.
Júdari ha reunido con minuciosa dedicación cada uno de los tesoros de su inventario. Algunos los compró a pescadores y campesinos; otros los encontró al poner los cimientos de un nuevo edificio o al excavar un pozo o una conducción de agua. «Si caminas por la playa, puedes encontrar monedas griegas o romanas. Los pescadores sacan cerámica helenística. No es difícil encontrar nuevas piezas. Desde los tiempos otomanos, ha habido poco interés por la arqueología».
Relativamente. Todos los conquistadores modernos de esta franja, escenario de la muerte de Sansón a manos de los filisteos o del asedio de las tropas de Alejandro Magno, excavaron sus dunas en busca del legado arqueológico. Quizás el más valioso de sus tesoros lo encontraron los otomanos: el Zeus de Gaza, una estatua imponente preservada en el museo arqueológico de Estambul.
En los años del mandato, en el período de entreguerras, los británicos se centraron en el yacimiento de Tel Ajur, la capital en tiempo de los cananeos que el faraón egipcio Tutmosis III trasladó más tarde a la ciudad de Gaza. Sus joyas de oro se contemplan hoy en el Museo Británico.
Expoliadores
Tampoco los israelís pudieron contenerse a la tentación del expolio. Tras conquistar Gaza a los egipcios en la guerra de los seis días (1967), el general Moshe Dayan, voraz arqueólogo aficionado, fue el primero en excavar en Deir el Balah, un yacimiento egipcio de los siglos XIII-XIV a.C., donde, junto a los restos de un palacio, halló lápidas y sarcófagos antropomorfos. «Dayan y su equipo se llevaron muchas piezas; algunas se las quedaron y otras las vendieron a los anticuarios de Jerusalén. Luego llegó la arqueóloga profesional Trude Dothan, que catalogó sus hallazgos y acabó cediéndolos al Museo de Israel», cuenta Júdari.
En la mísera franja de Gaza, su museo se ha convertido en la única ventana de la historia. «La pobreza y el conflicto han hecho que esta sociedad dé prioridad a cosas más mundanas, pero existe un interés real. Desde que abrí el museo, más de 15.000 personas han venido». En Oriente Próximo, la historia envenena el presente, pero también sirve para relativizar sus tragedias.
«Ni el bloqueo de hoy ni la destrucción de esta última guerra son nuevos. Gaza ha sufrido muchos asedios y ha sido destruida al menos cinco veces, la última durante la primera guerra mundial. Quienes la sometieron acabaron marchándose y Gaza sobrevivió. Yo creo en el futuro porque conozco con detalle el pasado», concluye.