El Premio Princesa de Asturias Comunicación y Humanidades 2023 reivindica a los maestros, y pide mejorar el reconocimiento social y económico de la labor docente, sobre todo la más escondida y sacrificada

José María Sánchez Galera www.eldebate.com 05/05/2023

Este octubre, once días antes de que cumpla la mayoría de edad, doña Leonor presidirá la entrega de los galardones que ostentan el nombre de su dignidad regia. Como ayer se anunció, en la categoría de Comunicación y Humanidades, el Premio Princesa de Asturias 2023 ha correspondido al profesor italiano Nuccio Ordine (Calabria, 1958), conocido por libros como La utilidad de lo inútil (Acantilado, 2013), Clásicos para la vida (2017) o Los hombres no son islas: los clásicos nos ayudan a vivir (Acantilado, 2022). En estas obras reivindica los clásicos como parte integrante de nuestras existencias cotidianas y sociales; y por clásicos se entiende una tradición abierta que arranca en Homero. Tras atender a medios españoles durante siete horas sin apenas descanso, el señor Ordine nos acoge con una sonrisa en la voz, ganas de charlar, y un perfecto castellano –mucho mejor pronunciado que lo habitual en nuestras series de televisión o películas rodadas este siglo en España–, con generosidad mediterránea, y una fineza italiana que supone pronunciar de manera consciente cada fonema, sin dejadez y con cálida convicción. En nuestro país podría ejercer como profesor de prosodia, sin duda alguna.
–¿Cómo valora usted este Premio Princesa de Asturias?
–Bueno, para mí es un honor demasiado grande. Y me hace feliz porque me permite defender con más fuerza los valores que estoy defendiendo desde hace algunas décadas, es decir, la importancia de la educación. La importancia de la escuela, de la universidad para hacer que la humanidad sea más humana. Por eso he dedicado este premio a los maestros, a los profesores que en el silencio de los lugares más pobres del mundo cambian la vida de los estudiantes. Hoy en día el trabajo de un maestro no está apreciado en nuestra sociedad. Los maestros no tienen dignidad económica y social. Por eso es muy importante defender la enseñanza, defender los maestros. Hay muchos rectores, muchos ministros, muchos profesores que piensan que la escuela moderna está concebida para las pizarras conectadas y los ordenadores. Es una mentira, no es verdad. La buena escuela la hacen solo los buenos profesores. De este modo, el premio me ofrece también la posibilidad de dar las gracias a tres grandes maestros de la cultura europea que han recibido este premio antes que yo. Son mis queridos amigos Emilio Lledó, Umberto Eco y George Steiner. Tengo una deuda muy, muy grande con estos profesores. Porque, dialogando con estos profesores, he aprendido mucho a lo largo de mi vida.
–Junto con esta necesidad de reconocimiento social y económico, ¿también se debería permitir a los maestros volver a transmitir más contenido en sus aulas?
–Sin duda. Porque hoy se piensa que tenemos que enseñar sólo las disciplinas que permiten buscar trabajo. Esa es una visión horrorosa de la educación. Pienso, por ejemplo, en el discurso de Boris Johnson hace algunos meses a los estudiantes británicos. «Tú tienes que elegir las disciplinas que te permitan ganar dinero», decía. Esta no es manera de formar a estudiantes. Esta es una manera de corromper a los estudiantes. Hacer creer que tú tienes que estudiar para ganar dinero significa perder completamente el sentido de la educación. La verdadera tarea de la educación es formar ciudadanos cultos, ciudadanos que tengan sentido crítico, que puedan decir «no» a los falsos valores de la sociedad. Hoy en día la escuela y la universidad son lugares donde los falsos valores de la sociedad se están difundiendo. Hoy la tarea principal de la escuela, de la universidad es de formar soldaditos, consumidores pasivos, formar jóvenes que tengan ganas de hacer dinero. Esto para mí es horroroso, horroroso. Yo pienso que la escuela y la universidad, como decía el gran filósofo alemán Kant, tiene que ser un lugar crítico, un laboratorio donde los jóvenes aprendan a decir no, aprendan a razonar con su propia cabeza. Por eso es muy importante defender la verdadera escuela y la verdadera universidad.
–Su premio es en Humanidades. Los latinos a la educación la denominaban humanitas, precisamente, que es el equivalente del griego paideia. ¿Feliz coincidencia?
–Bueno, tal vez no, tal vez sí. No puede existir una humanidad humana sin los saberes considerados –injustamente– no útiles en nuestra sociedad porque no producen provecho. Sin la música, sin la literatura, sin la filosofía, sin las obras de arte, el mundo sería un lugar horroroso. Un mundo egoísta. Por eso estoy defendiendo estos saberes en una educación abierta a otra visión del mundo. Hoy leer una poesía, escuchar un concierto de música clásica, admirar Las Meninas de Velázquez, se considerada una pérdida de tiempo. No es verdad. Escuchar música, mirar un cuadro, leer una poesía significa ganar tiempo. Ganar tiempo para ti mismo y para los demás. Significa hacer nuestro tiempo más humano.
–¿Podría decirse que su pensamiento, señor Ordine, más que defender la utilidad de lo inútil es defender la utilidad de lo que es muy útil, precisamente porque es lo más humano?
–Exactamente. Según el sentido que se le dé, la palabra «útil» es muy ambigua. ¿Qué significa hoy «útil»? «Útil» significa solo algo –un gesto, una palabra, una acción– que produce dinero. Para mí lo útil es otra cosa, lo útil más importante de la vida consiste en aprender que las cosas simples –por ejemplo, una puesta del sol, una mariposa que vuela, escuchar música, leer una novela– son fundamentales, son el pan del espíritu. En nuestra sociedad pensamos sólo en el pan del cuerpo. Pero el pan del espíritu es muy, muy importante como nutrimento. Yo leo siempre a mis estudiantes una maravillosa conferencia que impartió el gran poeta Federico García Lorca el día de la inauguración de una biblioteca en Fuente Vaqueros, su pequeño pueblo natal situado a pocos kilómetros de Granada. Él decía: «Si yo tuviera hambre en la calle, pediría no sólo pan; pediría medio pan y un libro». Me parece una fórmula muy acertada. Medio pan y un libro.
–¿Puede adelantarnos alguna idea, aparte del reconocimiento de los maestros, que piensa expresar en su discurso de recepción del premio, ante Su Alteza la Princesa doña Leonor en octubre? ¿Algo que le gustaría compartir?
–Sí, hay algo que puedo decir. Hace algunos días he visitado un pequeñito pueblo de Colombia, un pueblo palafito en la laguna de Ciénaga, que es de esos lugares propios de la obra de Gabriel García Márquez. En este pueblo palafito he hablado con un profesor que cada día recorre dos horas en moto y dos horas en lancha para ir a enseñar: cuatro horas para ir, cuatro horas para regresar. ¿Qué dignidad tiene su trabajo? ¿Cuál es su sueldo? Nada. Nada. Este profesor está haciendo un trabajo enorme, porque puede permitir a jóvenes –que no tienen posibilidad de aprender– estudiar y conocer. Cada día hay un pequeñito milagro en América Latina, en España, en un lugar perdido de Calabria, donde hay un profesor que cambia la vida –en silencio– de los estudiantes. Es muy importante hoy en día hacer que el trabajo del profesor tenga dignidad social y dignidad económica.