José Andrés Rojo | Madrid www.elpais.com 18/02/2008
Un desmitificador ensayo, Las criptas de la crítica, propone veinte lecturas distintas de la ‘Odisea’. El viaje de Ulises fue olvidado y sólo volvió a fascinar en el siglo XX. A las feministas les disgusta el papel de Penélope, ama de casa más que reina. Los marxistas ven en el episodio de las sirenas la lucha de clases.
Ulises pudo volver a Ítaca porque Poseidón, su feroz enemigo, no asistió a la asamblea en la que los dioses discutieron si permitían al héroe volver a casa. Faltó su voto, y ganó la facción de Atenea, su benefactora. Así que Ulises regresó a su país y se enfrentó a los pretendientes que acosaban a Penélope, su mujer, y dilapidaban sus riquezas. Es curioso que pudiera regresar a Ítaca sólo porque Poseidón se hubiera corrido una gran juerga con comilona incluida de toros y corderos. Eran alimentos que estaban prohibidos para los dioses.
Núria Perpinyà cuenta la historia durante una conversación en Madrid y explica que procede de la lectura que los estructuralistas hicieron de la Odisea, el poema trágico que cuenta las aventuras de Ulises después de la guerra de Troya. Esta es sólo una de las 20 interpretaciones del clásico que la escritora analiza en Las criptas de la crítica (Gredos), donde revela que los posmodernos, por ejemplo, consideran a Ulises el primer turista de la historia y, teniendo en cuenta sus ardientes relaciones con Circe y Calipso y su promiscuidad, se le podría considerar, escribe, «el primer turista sexual que satisface sus deseos eróticos en tierras exóticas».
Veinte interpretaciones que son otros tantos viajes alrededor de una obra inagotable. «Los estructuralistas se acercaron a la Odisea a partir de la comida y desde allí buscaron comprender cuanto allí se narraba», comenta Perpinyà (Lleida, 1961). Pero hay quienes la han leído atendiendo al ritmo de sus versos, otros lo han hecho para entender la personalidad de Homero y los de más allá han pretendido explicarse la sociedad griega de aquella época.
Está la crítica biográfica, la psicológica, la temático-moral, la social, la filológica, la historiográfica. La que hicieron los marxistas y las feministas, la de la escuela formalista y la deconstructiva, la impresionista, la del nuevo historicismo y la del new criticism…
Profesora de Teoría de la Literatura en la Universidad de Lleida, Núria Perpinyà ha publicado cuatro novelas en catalán y un ensayo sobre las lecturas críticas de la obra de Gabriel Ferrater. Hay mucha sabiduría e información en su libro sobre la Odisea, pero también hay sentido del humor. Cada capítulo desentraña las claves de las distintas maneras de leer el texto (sus referentes teóricos, sus maestros y logros, sus objetivos y desafíos). Y termina con un pastiche: la autora remeda a la corriente que acaba de analizar y nos cuenta desde sus esquemas su interpretación de la Odisea. Y es ahí donde los posmodernos consideran a Ulises el primer turista sexual.
A la crítica feminista no le gusta mucho el papel de Penélope, que es más ama de casa que reina. Pero celebran la variedad de papeles femeninos que hay en la obra: Atenea, la diosa de la inteligencia; Nausica, con su dulzura e inocencia; la apasionada Calipso; Circe y sus malas artes, y las sirenas. «Tanta variedad de caracteres femeninos desaparece de la literatura desde los griegos hasta por lo menos finales del XVIII», dice Perpinyà. «Las mujeres quedaron durante ese largo periodo reducidas a ser o santas o fulanas».
Entre los marxistas, T. W. Adorno y M. Horkheimer, de la Escuela de Francfort, se centran en el episodio de las sirenas para diagnosticar la lucha de clases. «Ulises puede permitirse no trabajar y escuchar el canto de las sirenas, aunque por estar atado no tenga capacidad de intervenir. A los marineros, la clase trabajadora, se les pone en cambio cera en los oídos para que sigan pringando». Perpinyà señala que hay que tener en cuenta que la Odisea es anterior a la polis, a la democracia, a la filosofía.
En el pastiche que la escritora catalana ha escrito para el capítulo sobre la crítica biográfica, la que pone el acento al interpretar las obras en la vida de sus autores, defiende apasionadamente que Homero existió, cuando se admite desde hace ya tiempo que hubo por lo menos dos autores detrás de la Ilíada y la Odisea y que trabajaron además sobre unos versos que procedían de la tradición oral. «Hay que leer la Odisea en verso», dice. «Así fue concebida y así se fue recitando en su tiempo, siguiendo la tradición oral. No tendría sentido acercarse hoy sólo a las letras de las canciones de los Beatles. Sin la música no son nada».
Igual que hay corrientes que se acercan al texto clásico con las anteojeras propias de una escuela de pensamiento determinada, y muchas veces sus lecturas chirrían, hay otras interpretaciones que ofrecen una información muy sofisticada («te pueden dar pistas sobre toda la literatura viajera, por ejemplo») o invitan a relativizar tópicos que se dan por hechos. Es lo que ocurre con la crítica comparada o con la crítica historiográfica. «La Odisea dejó de interesar al llegar la Edad Media y sólo volvió a levantar pasiones en el siglo XX», explica. «Hasta entonces la consideraron un poco folclórica y vulgar. Las cosas no son tan estables como imaginamos, hay cambios bruscos y las opiniones y los valores pueden transformarse radicalmente».
No parece ser eso lo que ha ocurrido con esta joven profesora y novelista. Sus pasiones son duraderas. Hace unos quince años leyó la interpretación estructuralista de la Odisea, la que analiza la obra a través de la comida, y le fascinó. Desde entonces lleva trabajando en Las criptas de la crítica, un libro que a la postre es una ardiente defensa del perspectivismo. No hay una verdad única, no existe la lectura definitiva: hay variaciones. No hay por tanto una Odisea: hay muchas.