Esther Clark www.americaeconomia.com 22/07/2013

El Papa Francisco abrió en marzo del 2013 una cuenta en Twitter (@Pontifex_ln) en el antiguo idioma del Vaticano – el latín. Con más de 121.500 seguidores actualmente, parece que el latín como “idioma muerto” no está tan muerto. De hecho los lingüistas dicen que el latín es un idioma sumamente conciso y muy apropiado para Twitter donde hay que expresarse de la mejor manera y con pocas palabras.

Los idiomas existen como herramienta para compartir historias, experiencias y retos dentro de, o entre, grupos sociales. Hay modismos característicos de ciertos movimientos o tribus. Hasta en Twitter y Facebook hay un lenguaje que no existía hace algunos años. Seth Godin en su libro Tribes (link: www.sethgodin.com) da ejemplos de que como un movimiento se identifica con un líder, una causa, un color y hasta con un lenguaje distinto.

En los negocios también, hay empresas o marcas que crean un tipo de tribu que son seguidores fieles de sus productos o servicios y son los proponentes de la marca, a pesar de que (o por la razón de que) va en contra del status quo.

¿Qué se puede aprender de los idiomas muertos, como el latín, en el mundo de los negocios? Claro que hay raíces del latín en el español como lengua romance y se usan frases en latín para describir ciertos aspectos de la economía y de la sociedad. Pero ¿los idiomas muertos sólo son un campo para lingüistas o afanosos de la historia o tienen otra lección que tal vez nos pueda servir en el liderazgo de nuestras empresas y proyectos?

Los idiomas muertos nos dan una oportunidad para relacionarnos – las personas, las organizaciones, las comunidades – con el pasado y experimentar lo que los griegos conocían como el hilo dorado: una manera de navegar con algo familiar en el laberinto de nuestras propias limitaciones y miedos, en este caso, el idioma. Las personas – sean consumidores, empleados, gerentes, inversionistas – buscan un equilibrio entre forma y función, entre lo novedoso y lo conocido, entre lo moderno y lo antiguo.

Cuando ingresé a los diez y seis años a la universidad, estudié literatura. Uno de mis clases preferidas era la de Inglés Antiguo. Pasé dos años aprendiendo letras y verbos “muertos”.

Era como una mirada hacia otro mundo; como experimentar una cultura diferente; como viajar a otro país; como leer un cuento de una civilización desconocida, pero sin desconectarme del presente.

Como consumidores, muchas veces nos enamora más la historia detrás de un producto que el producto mismo. Nos encanta escuchar cómo un emprendedor cambió una industria o cómo un error en el laboratorio resultó en un producto estrella. Las historias, así como el lenguaje, contribuyen al hilo dorado que pasa a través del tiempo, la distancia y las culturas para unir al mundo donde vivimos.

Cierto es que los idiomas muertos son de una época pasada. Cierto es que ya no se habla el latín y su existencia se conoce más en edificaciones de piedra o en textos antiguos. Pero creo que son los ecos de idiomas y culturas “muertas” (y existen muchos en una región tan rica en culturas como América Latina) los que nos unen no sólo como miembros de una sociedad, sino como seres humanos que han formado y reformado movimientos de arte, ciencias y negocios por muchos años a través de la manipulación del lenguaje y todo lo que el idioma representa.

(*) Esther Clark es consultora internacional con experiencia en temas de estrategia y corporate governance. Su empresa, Hipona Consulting, trabaja con clientes en América Latina, EE.UU., Canada y la UE.

FUENTE: http://www.americaeconomia.com/analisis-opinion/twitter-y-los-idiomas-muertos