Diego Aránega www.lamanyana.cat

Tras la charla sobre Alejandro Magno, el ciclo de conferencias sobre las grandes figuras de la antigüedad grecolatina se centró en la figura del gran filósofo Sócrates. El catedrático Tomás Calvo habló sobre la historia y la leyenda de Sócrates.

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Tras la charla sobre Alejandro Magno, el ciclo de conferencias sobre las grandes figuras de la antigüedad grecolatina se centró en la figura del gran filósofo Sócrates. El catedrático Tomás Calvo habló sobre la historia y la leyenda de Sócrates.
¿Qué nos ha llegado de la vida de Sócrates?
— De Sócrates sabemos bastante de su vida, pero muy poco de su pensamiento porque, como todo el mundo sabe, este gran filósofo nunca escribió nada y tuvo discípulos de lo más variopinto. Eso hace que sea un personaje de lo más sugestivo.
¿Por qué?
— Porque es muy curioso que tuviera seguidores cínicos, que andaban por la calle provocando contra todas las normas, y, por contra, también tuvo discípulos tan serios como Platón. En definitiva, sus seguidores fueron tan distintos que es difícil saber lo que realmente pensaba Sócrates. Y hay otro tema muy sugestivo en este personaje, que es su
muerte.
Se ha adelantado a mi pregunta sobre el tema, pero ya que estamos…
— Como todo el mundo sabe a Sócrates lo condenaron a muerte, pero es extraño porque se hizo en un momento en que se había decretado una amnistía generalizada. Sócrates fue el único condenado a muerte del momento, a pesar de ser el más justo de todos los hombres, según Platón.
Se dice que aceptó la condena.
— Eso tiene relación con el sistema judicial de la Atenas de la época. En aquel entonces, los jueces votaban dos veces sobre estas cuestiones. La primera vez decidían si el acusado era culpable
o inocente y, en caso de lo primero, volvían a votar para establecer si imponían la pena solicitada por la acusación o por el propio acusado. En el caso de Sócrates, la acusación solicitaba su muerte, mientras que los amigos del filósofo le aconsejaron que pidiera una pena de una multa o de destierro. Pero él era muy arrogante y como pena reclamó una pensión vitalicia del Estado. Eso enfureció a los jueces, que le condenaron a muerte por abrumadora mayoría.
¿De qué fue acusado?
— Fue denunciado por no creer en los dioses de la ciudad y por introducir divinidades nuevas. También por corromper a la juventud. Lo que ignoramos es en qué se basó la acusación.
¿Cómo podría definirse su pensamiento?
— Es difícil saberlo porque, como ya dije, tuvo discípulos muy dispares. De hecho, hay estudiosos que, desesperados, aseguran que de Sócrates nunca sabremos nada. Sin embargo, yo creo que algo se puede afirmar sobre su pensamiento. Por ejemplo: fue el primero que rechazó la ley del Talión, es decir que se opuso a devolver injusticia por injusticia. Yo creo que esa es la primera institucionalización de la justicia. También es una idea socrática aquella de que la auténtica felicidad sólo puede llegar a través de la virtud y de la honestidad.
Y el famoso “sólo sé que no sé nada”.
— Eso es histórico y lo dijo después de comprobar que la gente no reconocía que no sabía, mientras que él, por el contrario, admitía que no sabía y, por tanto, era más sabio que los demás porque al menos sabía que no sabía.
Eso debía molestar mucho a los intelectuales de la época.
— Terriblemente. Yo creo que fue un personaje que divertía a muchos porque siempre estaba discutiendo, pero también irritaba a los poderosos. En todo caso, a los jóvenes los fascinaba por su capacidad crítica.
He leído que dijo: “temed el amor de la mujer más que el odio del hombre”. ¿Era misógino?
— Yo no creo que dijera eso, lo que pasa es que su figura se mitificó pronto y se le atribuyen muchas frases que probablemente no dijo nunca. Sin embargo, se dice que no tenía buena relación con su mujer, que al parecer tenía mal genio. Pero también supongo que no fue un marido ideal porque nunca estaba en casa y se pasaba la vida debatiendo con unos y otros.
No tenía profesión conocida.
— No. Sabemos que era una persona de condición media-baja. También se sabe que no cobraba por sus clases, aunque es posible que le ayudaran algunos amigos.
Era humilde.
— No era rico, pero tampoco se moría de hambre. Era muy austero porque no le importaba ayunar pero, de igual forma, si le invitaban a una buena comida gozaba como el primero. No era nada ascético y no le hacía ascos, por ejemplo, a una buena copa de vino. Por eso tiene un grupo de discípulos denominados hedonistas, que sostienen que el fin del hombre es el placer.
¿Qué nos queda hoy día de su pensamiento?
— Quienes nos dedicamos a estudiar este tipo de personajes distinguimos entre sus vidas y entre aquello que los alemanes llaman “efectividad histórica”. Es decir, que no importa tanto lo que estos personajes hicieron sino lo que ha trascendido, lo que ha quedado de ellos. Y de Sócrates surgió Platón, los cínicos, los estoicos y casi todas las corrientes del pensamiento occidental. Eso sí lo sabemos.
Es el padre del pensamiento occidental.
— Exacto y eso creo que es lo más importante.
¿Con qué idea socrática se queda usted?
— Sin duda, uno de los grandes legados de la tradición socrática es la que se refiere al diálogo racional, que es una cuestión muy interesante y que nos debería hacer pensar mucho. Según él, para que haya un diálogo racional los interlocutores tienen que cumplir tres condiciones: la primera es tener una mínima sabiduría; la segunda tener plena libertad de expresión y la tercera es la buena voluntad de los interlocutores. En definitiva, que aquellos que dialogan deben querer buscar la verdad o la mejor solución a un problema. Si se dan estas condiciones, según Sócrates, se pueden llegar a acuerdos racionales.
Quizás por eso hay tan poco diálogo entre los políticos.
— Efectivamente. Eso ocurre porque los políticos, en general, no cumplen ninguna de las tres condiciones socráticas y, por eso, no saben mantener un diálogo racional y socrático.