Diego Aránega www.lamanyana.cat

“El hombre que rompió una república y creó un imperio”. Ese fue Julio César, de quien habló el profesor Antonio Alvar en el ciclo de conferencias sobre la antigüedad grecolatina que ofreció la Fundació ”la Caixa”.

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“El hombre que rompió una república y creó un imperio”. Ese fue Julio César, de quien habló el profesor Antonio Alvar en el ciclo de conferencias sobre la antigüedad grecolatina que ofreció la Fundació ”la Caixa”.
¿Qué es lo que más le impresiona de una figura como la de Julio César?
— Julio César es uno de las personajes más destacados del mundo antiguo porque sobresalió en tres ámbitos muy importantes: la política, la milicia y la literatura. Fue un gran conquistador y, sobre todo, supo darse cuenta de que la República romana se desmoronaba y por eso asumió el poder absoluto. Y eso le costó la vida. A pesar de ser asesinado, el modelo autocrático creado por César se mantuvo durante los siglos posteriores en todo el mundo occidental. Por eso, César es sinónimo de emperador. Hay que recordar que a principios del siglo XX todavía había tres césares: el kaiser de Prusia, el zar de Rusia y el sha de Persia.
¿Fue el primer gran dictador?
— Hay tendencia a hacer paralelismos históricos un tanto forzados. La constitución de la República de Roma preveía la figura del dictador con poder absoluto en momentos de crisis. Estos periodos de dictadura no podían superar los seis meses, aunque es verdad que César cambió las leyes para poder ser considerado dictador perpetuo. Esta es la clave del paso de la República al Imperio.
Me recuerda a Hugo Chávez.
— En la vida no hay cosas blancas y negras, sino que hay muchos matices. César era un dictador, pero podría decirse que en política social era muy progresista. Por ejemplo: en Roma había unos 300.000 mendigos que dependían de la distribución gratuita de comida. Y César promovió el reparto de tierras en provincias para todas estas personas y muchas de ellas pudieron subsistir de su propio trabajo.
Eso es populismo.
— Claro, pero es una medida muy importante porque llevar a toda esa gente a provincias suponía exportar una civilización. De ahí surge lo que se ha llamado la romanización, la implantación en occidente del concepto de ciudad, algo que era insólito en aquella época. De manera que si hoy día somos quienes somos y hablamos el idioma que hablamos es gracias a figuras como Julio César. Somos sus herederos y buena parte de nuestra civilización se basa en cuestiones que, de alguna forma, fueron promovidas por él. Y eso que apenas gobernó durante un año.
¿Cómo era César como hombre?
— Al decir de todos los antiguos y de sus biógrafos, César fue un hombre extraordinariamente seductor y un gran orador. Era elegante y muy culto. Nos consta que era pragmático, pero muy codicioso. Para hacer su política demagógica necesitaba mucho dinero y, por tanto, no tenía reparos en robar las riquezas de provincias. También se le censuró mucho por su homosexualidad. Se dijo de él que era el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos.
Era muy promiscuo.
— Sí, se le asignan gran cantidad de amoríos tanto con hombres como con mujeres. De hecho, sus soldados, cuando celebraban una victoria, le cantaba: “He aquí a César, que sometió a las Galias, aunque Nicomedes (rey galo con quien tuvo un idilio) lo sometió a él”. También se decía que “todo el dinero que robó en Roma se lo cepilló con mujeres en las Galias”. Al parecer, César vestía de forma muy afeminada, con las mangas anchas y con flecos. Era muy presumido.
Creo que César no cae especialmente simpático, quizás sea por el cómic de Astérix.
— En Astérix están mejor retratados los romanos que los galos. Es un cómic muy divertido. En cuanto a si cae antipático, César es un mito y ha sido un referente hasta el siglo XIX, pero ahora nos repugna la noción misma de imperio. En el pasado, el imperio era un concepto positivo, pero ahora se ve como algo negativo, sobre todo si es de derechas. Incluso se ha llegado a comparar el imperio romano al imperio norteamericano, que ahora mismo no vive su mejor momento.
Podríamos decir que EEUU tiene las Galias un tanto revueltas…
— Así es… Sin embargo, los investigadores no debemos juzgar a los personajes históricos, sino describirlos y explicarlos. No tiene sentido decir que tal personaje fue bueno o malo porque, de hecho, fue como fue y nosotros somos sus herederos. Es muy fácil criticar a los personajes del pasado.
Fácil e injusto.
— Sí. Dicho esto, todo el mundo sabe de la importancia de la función civilizadora de Roma y en eso César jugó un papel preeminente. Hay que recordar que Roma convirtió en habitables muchos territorios que no lo eran. Y dotó a los pueblos de una estabilidad política, social y económica. Y les dio un desarrollo cultural que nunca habían tenido. El imperio romano fue sinónimo de unidad y de seguridad frente a la barbarie. En el imperio de César se podía viajar y había comercio, arte, escuelas y literatura. La gente comía y disfrutaba.
¿Por eso triunfó?
— A mi siempre me gusta explicar que en la península ibérica y durante cerca de 200 años había sólo una legión, es decir 6.000 soldados, para mantener el orden. La mitad de ellos estaba acantonada en León y el resto en Linares, en los distritos mineros. Y aún así sobraban soldados. Es decir, que en aquella época la península ibérica disfrutaba de una pax romana que hacía que fueran innecesarios los militares. Y hay otro dato que es definitivo: los romanos no querían habitar las tierras de los bárbaros, pero éstos sí que pretendían vivir en el imperio romano. Y eso, no nos engañemos, es lo mismo que pasa ahora. Los territorios civilizados y prósperos son focos de atracción para quienes no tienen otras posibilidades.
¿César fue un gran escritor?
— Sus contemporáneos le reconocían una capacidad suprema para escribir, aunque dejó la literatura aparcada por la política. Cicerón, que no siempre fue amigo de César, consideraba que su obra historiográfica, aunque de estilo sencillo, era insuperable por su viveza y expresividad.