5 al 8
de
agosto.
Teatro
Romano.
23
horas.
Estreno.
Producción
del
Festival
de
Teatro
Clásico
de
Mérida.
"Prometeo
no es un
dios ni
un
titán,
sino un
ser
humano
en el
camino
de su
aprendizaje",
según
señala
Memé
Tabares,
la
autora
de la
dramaturgia
de
'Prometeo,
del
fuego a
la luz',
un
montaje
realizado
expresamente
para el
Fes-tival
de
Teatro
Clásico
de
Mérida
por la
compañía
Karlik
Danza
Teatro,
con
dirección
de
Cristina
D.
Silveira
y Memé
Tabares.
El
equipo
técnico
y
artístico
está
compuesto,
mayoritariamente,
por
actores
extremeños,
quienes
realizarán
tres
talleres
teatrales
especialmente
concebidos
para
este
'Prometeo'.
El
dibujo
de una
historia
con
sentido
La
tragedia
es una
historia
contada
a
medias,
una
visión
parcial
de una
realidad
no
comprendida
por lo
fragmentada;
pero
cuando
todas
esas
piezas
se
colocan
en su
lugar,
revelan
(a quien
quiera o
pueda
verlo)
el
dibujo
de una
historia
con
sentido,
de una
historia
que
trasciende
las
propias
anécdotas
que la
configuran.
Este no
recogerá
en todos
sus
detalles
el mito
de
Prometeo,
tal y
como lo
describe
la
teogonía
clásica,
pues,
como
dice el
mitólogo
Joseph
Campbell,
el mito
es la
manifestación
del
arquetipo,
y su
expresión
viene
determinada
por la
cultura
que lo
asume.
'Prometeo,
del
fuego a
la luz'
no es
una
historia
trágica,
sino una
historia
sobre la
comprensión
más allá
de los
fenómenos;
una
historia
sobre la
generosidad,
sobre
los
deseos,
sobre la
manifestación
de lo
sagrado;
una
historia
sobre el
poder y
el
conocimiento,
en la
que el
fuego
simboliza
la
evolución
civilizada
del
pensamiento
que
somete y
controla
a la
Naturaleza,
y en la
que la
luz
simboliza
la
evolución
del
espíritu
y de la
conciencia
a través
de la
compasión.
Un mito
en
contacto
con el
ser que
sufre
Prometeo
pertenece
a un
largo
linaje
de
maestros
iniciados
que, a
través
de la
celebración
de ritos
y
misterios,
están en
permanente
contacto
con sus
dioses,
quienes
les
revelan
los
conocimientos
secretos
sobre el
Cosmos,
la vida
y la
muerte.
Estos
conocimientos
permanecen
ocultos
en una
pequeña
Arca que
arde
permanentemente
y que
nunca se
consume.
A ella
sólo
acceden
aquéllos
de este
linaje
que han
pasado y
superado
las
durísimas
pruebas
que les
convierten
en
discípulos
y, mucho
después,
en
iniciados.
El padre
de
Prometeo
es un
hierofante
del
templo.
Un
oráculo
le
vaticina
que "el
conocimiento
está a
punto de
estallar
y que
sus
pedazos
caerán
como
gotas de
lluvia
sobre
todos
los
seres
que
habitan
las
oscuras
cavernas
de la
tierra.
El
hierofante
encierra
a su
hijo
desde su
nacimiento
entre
los
muros
del
templo
para
impedir
su
visión
del
género
humano.
Prometeo
es allí
un joven
feliz y
despreocupado,
pero
estaba
previsto
saliera
del
templo
y,
cuando
lo hace,
su
visión
de la
realidad
es la de
unos
seres
mitad
hombres
mitad
hormigas
que
habitan,
sometidos
por
cadenas,
las
profundidades
de la
tierra;
condenados
a mirar
siempre
en una
dirección,
a
moverse
de una
sola
manera y
a morir
y a
matar
por
defender
esa
visión.
Prometeo
corre a
cumplir
el
vaticinio
del
oráculo:
hacer
estallar
el
conocimiento.
No sin
dificultades
roba el
fuego
del arca
ardiente
para los
seres
del
inframundo
que,
cuando
lo
reciben,
se
produce
en ellos
la
evolución
del
Fuego:
aquélla
que es
capaz de
someter
y
modificar
la
Naturaleza
para
ponerla
al
servicio
de los
seres.
Con este
punto de
apoyo
surge la
historia
que, con
dramaturgia
de Memé
Tabares,
veremos
en el
Teatro
Romano. |