Irene Hdez. Velasco | Roma www.elmundo.es 04/12/2010

La ciudad enterrada bajo la lava del Vesubio afronta una segunda muerte. ‘Hay una batalla política para privatizar Pompeya’, afirma un arquitecto.

La primera en caer fue la Casa de los Gladiadores: se vino abajo, con sus paredes repletas de extraordinarios frescos, el 6 de noviembre. Poco después le llegó la hora a un tabique situado en el callejón de Ifigenia. A continuación se desplomó un muro de la llamada Casa del Moralista. Y el pasado miércoles se derrumbaron otras dos paredes a causa de la lluvia. Se trata del último y agonizante parte de guerra de un lugar único en el mundo que parece condenado a una muerte lenta pero irreversible: Pompeya.

La ciudad romana que el 24 de agosto del año 79 quedó sepultada bajo la lava del Vesubio y, que sólo en 1748 fue redescubierta, ha sobrevivido a erupciones volcánicas, a terremotos, a los bombardeos de la II Guerra Mundial, a los 15.000 turistas que recibe al día… Pero todo indica que no está resistiendo al abandono y a la indolencia que, según numerosos expertos y la oposición al completo, padece a manos del Gobierno de Silvio Berlusconi.

«Fíjate: en las paredes y tejados de la práctica totalidad de edificios de Pompeya hay plantas y hierbajos. Cualquier arqueólogo sabe que eso es fatal, porque las raíces de esas hierbas van abriendo grietas en los muros que, al llover, se llenan de agua y se van debilitando. Quitar las malas hierbas es muy barato. Pero en Pompeya es precisamente eso lo que se ha dejado de hacer: se ha dejado de realizar la manutención y conservación diaria», contaba Tsao Cevoli, presidente de la Asociación Nacional de Arqueología (ANA), cuando hace unos días acompañó a ELMUNDO.es a comprobar el degrado de Pompeya. Y a fe que salta a la vista: este periódico pudo comprobar cómo se caían varios trozos de columnas en la Casa del Fauno.

«La verdad es que en Pompeya no se ha hecho nada para proteger las antiguas edificaciones romanas, ni siquiera después que el 6 de noviembre el desplome de la Casa de los Gladiadores diera la vuelta al mundo. Al menos después de aquello habría que haber intervenido inmediatamente para evitar nuevos derrumbes. Pero no se ha hecho nada», se queja Claudio D’Alessio, el alcalde de Pompeya.

El caso es que hace dos años el gobierno de Berlusconi parecía tan seriamente preocupado por Pompeya que decreto que su estado de emergencia. A partir de ahí intervino el parque arqueológico y lo puso en manos de Protección Civil, el cuerpo que se dedica a gestionar las emergencias ocasionadas por terremotos, inundaciones y desastres naturales y que, por cierto, está siendo investigado por corrupción.

«El caso es que en Pompeya no había ninguna emergencia, si se decidió que la había fue para poder gastar dinero sin necesidad de control», denuncia el presidente de la Asociación Nacional de Arqueología, quien está convencido de que detrás del abandono que sufre Pompeya se oculta un plan preciso para acabar privatizándola y convirtiéndola en una especie de Disneylandia de la arqueología…

«Sí, todo indica que hay en marcha una batalla política dirigida a privatizar Pompeya», se lamenta Biagio De Felice, arquitecto y técnico de la Superintendencia de Pompeya. «El caso es que en Pompeya se está gastando mucho dinero, pero no en conservarla y mantenerla, sino en hacerla más espectacular a través de proyectos millonarios y de dudoso gusto», subraya. Porque, según varios expertos, son esos proyectos millonarios los que permiten hacer ‘negocio’ a costa de Pompeya y no la manutención ordinaria.

A coro, los especialistas y la oposición piden a gritos la dimisión del ministro de Cultura, Sandro Bondi, en nombre de la supervivencia de Pompeya. Sin embargo, Bondi se desembaraza de cualquier responsabilidad asegurando que los derrumbes registrados en el parque arqueológico son culpa de las lluvias. «Sobre Pompeya llueve desde hace 260 años, cuando fue desenterrada. Pero solo ahora se cae a pedazos. ¿Por qué será?», se pregunta Tsao Cevoli.