La
provincia
de
Cádiz
por
su
especial
situación
geográfica,
ha
desempeñado
un
papel
preponderante
a
lo
largo
de
su
historia.
Su
emplazamiento
en
el
extremo
occidental
del
Mediterráneo
ha
generado
en
estas
tierras
un
continuo
fluir
de
pueblos
y
culturas.
Las
huellas
de
ese
devenir
histórico
que
nos
ha
legado
el
pasado,
las
encontramos
en
sus
restos
materiales
del
que
son
buena
muestra
los
miles
de
yacimientos
de
distintas
épocas
y
características
y
los
incontables
objetos
hechos
por
el
hombre
como
respuesta
a
unas
necesidades
vitales.
El
año
206
a.C.
significó
para
Gadir
y
su
entorno
su
incorporación
a
la
órbita
del
mundo
romano.
Para
sus
ejércitos,
no
sólo
significó
el
final
de
la
Segunda
Guerra
Púnica,
sino
también
el
inicio
de
la
explotación
económica
de
la
Península.
El
pacto
firmado
por
la
ciudad
de
Cádiz
con
la
república
romana
permitió
durante
muchos
años
la
continuación
de
las
tradiciones
y
aspectos
organizativos
de
época
fenicio-púnica
y
al
mismo
tiempo
la
génesis
de
un
momento
de
despegue
económico
y
alza
comercial.
Los
teatros
de
Gades,
Baelo
o
Carteia,
son
buenos
ejemplos,
no
sólo
de
la
continuidad
del
gusto
por
los
espectáculos
griegos,
sino
también
el
exponente
material
de
la
nueva
política
imperial,
religiosa
o
propagandística.
Los
teatros
no
son
sino
un
elemento
más
de
la
exportación
a
las
provincias
del
modelo
de
la
Vrbs
(Roma),
fenómeno
en
el
que
las
élites
locales
debieron
tener
un
papel
primordial
como
intermediarios
entre
sus
ciudadanos
y
el
poder
central.
Ahora
que
tanto
se
habla
del
hormigón
intruso
en
Baelo
Claudia,
en
referencia
al
modelo
constructivo
de
la
nueva
Sede
Institucional
del
Conjunto
Arqueológico,
me
gustaría
comenzar
estos
comentarios
sobre
nuestros
teatros,
hablando
de
sus
fábricas,
precisamente
en
buena
medida
(sobre
todo
el
de
Gades)
realizados
con
un
mortero
denominado
"opus
caementicium",
conocido
popularmente
por
el
nombre
de
"hormigón
romano".
Para
pesar
de
algunos
el
"hormigón"
no
es
un
intruso
en
Baelo,
tampoco
lo
es
en
Carteia
y
ni
mucho
menos
en
Gades,
es
un
mortero
cuyos
orígenes
se
encuentran
a
finales
del
siglo
III
a.C.
en
el
Lacio
y
la
Campania
que
tuvo
gran
difusión
en
el
mundo
romano
por
ser
una
técnica
fácil
y
económica
desde
el
punto
de
vista
constructivo.
El
teatro
de
Carteia
(San
Roque)
está
ubicado
en
la
parte
más
elevada
de
la
ciudad,
como
es
habitual
en
este
tipo
de
edificios,
que
en
su
construcción
aprovechan
la
pendiente
natural
del
terreno,
al
igual
que
los
de
Gades
y
Baelo.
De
él
en
la
actualidad
sólo
se
aprecian
los
muros
en
opus
caementicium,
donde
se
apoyaba
la
parte
superior
de
las
gradas
(summa
cauea),
y
la
cimentación
del
escenario.
Las
últimas
investigaciones
realizadas
por
la
profesora
L.
Roldán,
basadas
en
el
análisis
de
las
técnicas
constructivas,
apuntan
a
un
edificio
erigido
dentro
del
programa
imperial
de
construcción
de
teatros
en
las
provincias
occidentales,
en
época
augustea
con
desarrollo
algo
posterior
bajo
los
julioclaudios.
Su
esquema
es
muy
sencillo
con
un
único
sistema
de
acceso
a
la
parte
superior
del
graderío,
mediante
una
entrada
que
coincide
con
el
eje
del
teatro,
a
la
que
se
llegaría
mediante
dos
rampas
enfrentadas.
Sus
dimensiones
debieron
ser
notables,
ya
que
los
84
metros
de
diámetro
de
la
cauea
le
sitúan
por
delante
de
los
de
Itálica,
Saguntum,
Segóbriga
o
Bilbilis
y
muy
próximo
a
los
86
metros
del
de
Emérita
(Merida)
y
87
del
de
Cartago
Nova
(Cartagena).
El
teatro
de
Baelo
Claudia
(Tarifa),
parece
que
fue
erigido
en
época
de
Nerón
o
Vespasiano,
aunque
algunos
investigadores,
sin
embargo,
le
atribuyen
una
cronología
de
comienzos
del
siglo
I
de
la
Era.
Sus
dimensiones
de
67
metros
de
diámetro,
le
equiparan
a
los
de
Acinipo
(Ronda),
Segobriga,
Olisipo
(Lisboa)
o
Toletum.
El
esquema
de
la
cauea
se
organiza
en
tres
sectores
semicirculares
concéntricos
(maeniana),
subdivididos
a
su
vez
en
ocho
cuñas
(cunei),
que
se
han
transformado
en
dieciocho
tras
las
obras
de
restauración
llevadas
a
cabo
en
los
últimos
años
y
que
a
corto
plazo
habrá
que
corregir.
El
sistema
de
acceso
a
las
distintas
partes
de
la
cauea
se
realiza
a
través
de
siete
entradas
abovedadas
practicadas
en
la
fachada
curva,
que
evitan
la
construcción
de
galerías
bajo
el
graderío
y
constituyen
a
su
vez
una
disposición
original,
respecto
al
resto
de
los
teatros
de
Hispania.
El
teatro
de
Baelo
presenta
un
buen
estado
de
conservación,
circunstancia
ésta
que
ha
permitido
definir
con
exactitud
su
planimetría.
Su
orchestra
estaba
separada
del
escenario
(scaena)
por
el
pulpitum
que
aparece
revestido
de
mármol
y
estucos
pintados
al
fresco
con
motivos
florales.
Sobre
el
mismo
se
situaban
dos
esculturas
de
silenos
en
mármol
(hoy
conservados
en
el
Museo
de
Cádiz)
que
arrojaban
agua
a
modo
de
fuentes
sobre
dos
recipientes
o
piletas
adosadas
al
pulpitum.
Su
ubicación
en
la
parte
oeste
de
la
ciudad,
alejado
de
la
zona
central,
responde
a
una
clara
adaptación
al
relieve,
al
ser
esta
zona
la
de
mayor
pendiente.
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