Una
exposición
presenta
los
yesos
de
dos
víctimas
de
la
histórica
erupción
El
24
de
agosto
del
año
79
después
de
Cristo,
una
violentísima
erupción
del
Vesubio
destruyó
Pompeya,
Herculano,
Estabia
y
Oplontis,
prósperas
ciudades
en
la
ribera
del
golfo
de
Nápoles.
Plinio
el
Joven
dejó
la
crónica
de
aquel
tsunami
de
piedra
pómez
y
barro
incandescente
envuelto
en
una
nube
tóxica
de
dióxido
de
carbono
que
aniquiló
a
unas
10.000
personas.
"Muchos
imaginaban
que
no
existían
ya
dioses
y
que
el
universo
caía
en
picado
para
hundirse
en
una
eterna
oscuridad
hasta
el
final
de
los
tiempos",
escribió
consternado
el
cronista,
cuyo
tío
Plinio
el
Viejo
murió
asfixiado
en
la
playa.
Los
últimos
días
de
Pompeya
se
cuentan
en
el
Museu
Marítim
de
Barcelona
hasta
el
mes
de
octubre
en
una
exposición
que
por
primera
vez
en
España
reúne
200
objetos
originales
de
la
excavación
arqueológica
más
extensa
del
período
romano.
Un
día
en
Pompeya.
Entre
el
Vesubio
y
el
Mediterráneo,
organizada
por
la
Soprintendenza
Archeologica
di
Pompei
y
el
museo
con
sede
en
las
Drassanes,
contiene
monedas,
joyas,
piezas
de
mobiliario,
urnas
funerarias,
balanzas,
cazuelas,
bisturís
de
cirujano,
frescos
y
esculturas,
ajuar
procedente
de
las
casas
que
recubrió
la
lava.
Elvira
Matas,
directora
técnica
del
museo,
señaló
que
tras
la
erupción
"el
reloj
se
paró
y
la
ciudad
quedó
detenida
en
el
tiempo".
ANIVERSARIO
La
exposición
conmemora
el
250
aniversario
de
las
primeras
excavaciones
sistemáticas
que
impulsó
en
el
reino
de
Nápoles
el
futuro
rey
de
España
Carlos
III.
Las
ruinas
de
Pompeya
inspiraron
a
poetas
--Goethe
escribió
que
nunca
una
desgracia
dió
tanta
alegría--
y
son
aún
objetivo
científico
prioritario
de
arqueólogos
e
historiadores.
Sólo
en
Pompeya
murieron
entre
8.000
y
10.000
personas.
Es
perfectamente
posible
adivinar
ese
momento
trágico
ya
que
los
arqueólogos
rellenaron
con
yeso
líquido
el
hueco
que
habían
dejado
en
la
tierra
unas
1.100
víctimas
pulverizadas
por
la
lava,
según
relataba
ayer
la
arqueóloga
y
restauradora
de
Pompeya
Manuela
Valentini.
En
la
exposición
hay
tres
de
esas
impresionantes
figuras
de
yeso.
Una
es
de
un
varón
en
cuclillas
que
se
cubre
la
cara
con
las
manos
como
si
quisiera
protegerse
de
la
ceniza.
La
otra
es
una
mujer
embarazada
de
pocos
meses
en
cuyo
cuerpo
se
aprecian
los
pliegues
de
su
túnica.
El
tercero
es
un
chucho
enroscado
sobre
sí
mismo,
la
postura
que
adoptan
los
perros
cuando
tienen
miedo
.
La
exposición
se
divide
en
diversos
ámbitos
desde
el
doméstico
al
comercial
y
al
religioso.
Y
hace
hincapié
en
la
relación
de
Pompeya
con
el
Mediterráneo,
aunque
el
puerto
de
la
ciudad
no
ha
sido
hallado
ya
que
la
erupción
desvió
el
cauce
del
río
y
borró
las
orillas
existentes.
Particular
interés
revisten
los
objetos,
desde
hornos
de
pan
hasta
caldelabros,
hallados
en
las
casas
y
tabernae
(tiendas)
de
la
Via
de
la
Abundancia,
la
calle
principal
de
Pompeya.
Conocemos
la
procedencia
de
los
objetos,
hallados
en
las
casas
de
Julius
Polybius
o
el
griego
Lesbianus.
Incluso
se
ha
recuperado
una
pintada
de
la
entrada
de
una
casa,
que
reza
"Nada
puede
durar
para
siempre.
Los
placeres
suelen
ser
viento
ligero".
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