Una
exposición
reúne
copias
grecolatinas
del
coleccionismo
europeo
El
ideal
de
belleza
clásica
parte
de
un
reducido
repertorio
con
las
imágenes
de
Venus,
Laoconte
o
Apolo
reproducidas
en
mármol
y
bronce.
Estas
estatuas,
generalmente
copias
romanas
de
originales
griegos,
eran
valiosos
objetos
apreciados
por
los
coleccionistas,
entre
ellos
papas
y
reyes,
hasta
bien
entrado
el
siglo
XIX.
El
Museu
Marès
(Sant
Iu,
5-6)
abre
hoy
al
público
Esculturas
famosas.
La
difusión
del
gusto
por
la
Antigüedad
y
el
coleccionismo,
una
curiosa
exposición
que
difunde
un
canon
estético
grecorromano
que
agoniza
después
de
siglos
de
hegemonía.
Vicenç
Furió,
historiador
y
profesor
de
la
Universitat
de
Barcelona,
y
Pilar
Vélez,
directora
del
museo,
proponen
una
inmersión
en
el
mundo
del
coleccionismo,
que
fue
el
que
perpetuó
el
canon
en
toda
Europa.
Así,
aunque
ahora
la
copia
tiene
connotaciones
negativas,
hasta
hace
relativamente
poco
era
signo
de
estatus
intelectual. Furió
explica
que
a
las
estatuas
clásicas
"se
les
asociaban
valores
como
el
prestigio
de
la
antigüedad,
la
belleza
estética
y
los
máximos
valores
de
la
creación
artística".
Identificar
al
Gladiador
Borghese
o
a
la
Victoria
de
Samotracia
fue
durante
una
época
un
tipo
de
cultura
básica
que
debía
saberse.
En
la
exposición
hay
un
aplicado
apunte
de
Pablo Picasso,
estudiante
en
la
Llotja
de
Barcelona
a
los
14
años,
de
un
fauno
danzante
junto
a
su
correspondiente
estatuilla
de
mármol.
Según
Furió,
sin
el
MOMA
y
sus
primeros
directores
habría
sido
imposible
que
se
afianzara
el
arte
contemporáneo.
Pues
el
MOMA
del
Renacimiento
fue
el
Vaticano
con
sus
papas
renacentistas,
sobre
todo
Julio
II,
que
acumularon
colecciones
magníficas.
Francisco
I
de
Francia
y
Felipe
IV
de
España,
los
cardenales
Mazarino
y
Richelieu,
el
pintor
Rubens,
el
viajero
Lord
Arundel,
entre
otros
muchos,
fueron
los
propagandistas
del
clasicismo,
de
la
copia
de
la
copia
que
llegó
al
final
hasta
las
repisas
de
la
chimenea
de
la
burguesía
barcelonesa.
PROCEDENCIA
Las
piezas
proceden
del
Museo
del
Prado,
de
la
Fundación
Lázaro
Galdiano,
de
la
Biblioteca
de
Francia
y
del
Museo
Arqueológico
Nacional,
entre
otros
prestadores.
La
ambientación
lograda
es
primordial
para
comprender
la
importancia
de
los
grabados
en
la
difusión
del
culto
a
la
antigüedad
grecorromana.
Así,
se
presentan
pequeñas
esculturas
de
la
Venus
de
la
tortuga
y
del
Hermafrodita
junto
a
un
grabado
de
Chodowiescki
donde
están
las
dos
piezas
dibujadas
juntas.
El
mismo
juego
se
propone
con
el
Gladiador
Borghese,
presente
en
pequeña
escultura
y
en
un
grabado.
Otro
grabado
muestra
el
estudio
privado
del
retratista
privado
británico
Sir
Thomas
Lawrence
hacia
1830.
Rodeado
de
esculturas
clásicas
como
el
Apolo
Belvedere
o
el
Discóbolo,
el
coleccionista
aparece
al
fondo
contemplando
con
indisimulado
orgullo
un
compendio
de
cultura
y
civilización. |