A
juicio
de
Alfonso
Menéndez,
el
volumen
de
«Terra
sigillata»
del
castro
de
Grandas,
donde
se
ha
excavado
sólo
una
cuarta
parte
de
su
superficie,
sorprende
sobre
todo
si
se
establecen
comparaciones
con
otros
yacimientos.
Es
el
caso
del
castro
de
Llagú,
que
con
una
superficie
excavada
que
triplica
la
del
Chao
solamente
ha
aportado
150
vasijas
de
«Terra
sigillata»,
lo
que
da
una
idea
de
la
importancia
del
material
grandalés.
Los
arqueólogos
fundamentan
la
abundancia
de
piezas
en
dos
hechos:
el
poblado
fue
abandonado
a
mediados
del
siglo
II
tras
sufrir
un
movimiento
sísmico
que
obligó
a
huir
a
sus
habitantes
abandonando
sus
pertenencias,
que
se
localizaron
siglos
después
casi
intactas.
Otra
de
las
razones
está
vinculada
al
asentamiento
del
Ejército
romano,
que
habría
supuesto
una
fuerte
demanda
de
piezas
para
abastecer
a
la
población.
Alfonso
Menéndez
destaca
asimismo
que
en
el
siglo
I,
el
Chao
era
el
núcleo
administrativo
de
la
zona,
donde
se
asentaban
los
dirigentes
que
controlaban
el
mercado
del
oro.
En
resumen,
se
trataba
de
una
zona
rica,
con
un
mercado
establecido
que
recibía
materiales
de
distintos
lugares
de
la
Península.
Hasta
Grandas
de
Salime
llegó
cerámica
desde
distintos
lugares.
Se
cuenta
con
una
amplia
representación
de
vajillas
de
origen
sudgálico
(sur
de
Francia)
e
hispano.
Las
piezas
más
habituales
son
platos,
cuencos,
tazas,
jarras
y
vasos,
pero
también
hay
cantimploras
y
tinteros.
Se
da
la
circunstancia
de
que
un
tintero
fue
localizado
en
la
casa
donde
se
cree
que
residió
la
autoridad
del
poblado,
lo
que
lleva
a
pensar
que
ya
entonces
podían
utilizar
tinta.
En
el
Chao
se
han
contabilizado
piezas
con
sellos
de
alfarero
en
número
abundante,
pero
entre
las
llegadas
de
la
Península
abundan
las
de
alfares
de
la
zona
riojana
de
Tricio.
La
sigillata
era
en
época
del
Imperio
romano
un
producto
internacional
que
encontró
en
el
castro
de
Grandas,
entonces
la
capital
de
la
zona,
un
centro
de
distribución
para
otros
lugares
durante
los
siglos
I
y
II.
En
la
producción
que
se
conserva,
los
arqueólogos
destacan
un
cuenco
grande
totalmente
decorado
con
escenas
romanas,
entre
las
que
llama
la
atención
la
figura
del
dios
egipcio
Anubis.
Otras
piezas
de
interés
son
algunas
jarras
que
no
cuentan
con
paralelo
y
sellos
de
alfarero
muy
habituales
en
otros
yacimientos,
pero
algunos
del
Chao,
claramente
de
Tricio,
no
habían
sido
identificados
con
anterioridad.