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08/05/2005

Carles Gosálbez ● www.diaridetarragona.com

Tarraco recibió ánforas procedentes de todos los rincones del Mediterráneo
En Roma se registraban con el nombre del puerto de salida.

La ciudad de Tarraco recibió ánforas procedentes de otros rincones del Mediterráneo desde su fundación hasta e siglo VII. Antioquía, Gaza, Egipto, Norte de África, Asia Menor fueron puntos de salida de productos que, envasados en ánforas, llegaron a las dársenas de Tarraco para ser distribuidos por todo el territorio. Las ánforas constituyeron el recipiente idóneo para el transporte por mar de mercancías.

Una de las personas que en Tarragona mejor conocen el mundo de las ánforas romanas es Josep Anton Remolà, arqueólogo y conservador del Museu Nacional Arqueològic (MNAT). «Las ánforas ya acompañaban a los ejércitos que ocuparon Hispania» y fue hacia la época de Augusto, en el tránsito del siglo I aC al siglo I dC cuando se extiende la producción de este modelo de envases en el entorno de Tarraco.

Remolà informó que en el MNAT se conserva una destacada colección de ánforas, «representativas de un largo período histórico que abarca desde la fundación de la ciudad al siglo VII». «Conocemos mejor las que llegaron a nuestra ciudad que las que salieron de Tarraco».

Los centros productores de ánforas que hubo en las proximidades de la ciudad «se conocen parcialmente o , en algunos casos, no se han excavado en su totalidad o se han perdido debido a la actividad agraria». Sí se sabe con absoluta seguridad que ya en el siglo I aC las dársenas de Tarraco recibían barcos cargados con ánforas procedentes de Roma y Cartago.

En aquel período histórico no había muchas alternativas para trasportar productos. Cerámica, vidrio, madera o pieles de animales fueron algunos materiales que se utilizaron en la fabricación de recipientes. «El mejor recipiente para el transporte por mar de productos como aceite y vino fue la ánfora con forma de puntal». Para el traslado de productos al interior del territorio solían utilizarse toneles de madera y receptáculos confeccionados con pieles de animales, que eran más resistentes que las ánforas de cerámica.

Material reutilizado

Las ánforas tenían normalmente una vida corta. Pocas eran reutilizadas, pero nunca para volver a ser rellenadas con aceite, vino y otros productos para ser reenviadas a nuevos destinos.

La Necrópolis de Tarragona es uno de los mejores ejemplos de reutilización de ánforas, en esta ocasión como enterramientos. Remolà explicó que también las utilizaban en arquitectura, «para aligerar el peso de las bóvedas y otras estructuras». En Tarraco no existe ningún elemento con estas características, pero sí en muchas ciudades del Imperio.

Algunas ánforas estaban marcadas por el propietario o el responsable del transporte. «Se han localizado ejemplares que contienen registros fiscales pintados sobre la cerámica», dijo Remolà. Cuando llegaban a Roma, «se certificaba su contenido, el puerto de salida y el nombre del propietario».

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