Como
profesor
de
filosofía
en
Bachillerato
quisiera
señalar
lo
que, a
mi
juicio,
son
algunos
aspectos
completamente
demagógicos
que se
presentan
en el
documento
ministerial
titulado
“Una
educación
de
calidad
para
todos
y
entre
todos”.
No me
centraré
directamente
en lo
que
pueda
referirse
a las
asignaturas
de
Filosofía
o
Etica,
sino
más
bien
en la
formación
humanística
en
general,
a la
luz de
los
cambios
que se
prevén
tras
la
lectura
de
este
libro.
Allí
se nos
habla
de
unos
saberes
“instrumentales”,
mas
hablando
en
rigor,
todo
el
conocimiento
-
desde
que ha
caído
bajo
la
administración
de los
“expertos
educativos”-
ha
sido
rebajado
a la
condición
de
instrumento.
No
parece
que
ninguna
materia
o
ciencia
posea
una
finalidad
“intrínseca”
en la
educación
del
joven.
Siempre
es
“para”
algo.
El
título
del
documento
ministerial
lo
expresa:
“para
la
sociedad
del
siglo
XXI”.
Se
trata
de
“alfabetizar”
(sic)
a la
sociedad
con
vistas
a
prepararla
hacia
ese
siglo,
que es
el
futuro.
No se
trata
de
construir
el
futuro
preparando
a lo
educandos,
no,
sino
de
preparar
a esos
pupilos
para
un
siglo
y una
sociedad
a la
que
todos
nos
hemos
de
adaptar.
Entonces
¿qué
es lo
instrumental?
Según
el
texto,
queda
claro
que
son
las
personas
las
tratadas
como
medios
para
algo,
para
una
abstracción
que es
“la
sociedad
del
siglo
XXI”.
No se
intentará,
en
modo
alguno,
transformar
la
sociedad
que
desde
hoy
hasta
finalizar
el
siglo
nos
tocará
vivir
a
nosotros
y a la
próxima
generación.
Somos
las
personas
y,
especialmente
los
niños
y
jóvenes,
los
que,
cuales
piezas
en
bruto
o mal
recortadas
por
sistemas
pedagógicos
y
maestros
recalcitrantes,
no
estarán
adaptados
al
puzzle
social
que,
de
esta
guisa,
se
sacraliza
y
cosifica.
El
documento,
dentro
de una
visión
instrumentalista
de la
educación
y de
la
persona,
que no
disimula,
incide
en dos
“competencias”
que
son,
según
los
expertos
ministeriales,
las
prioritarias,
vale
decir,
las
más
instrumentales
de
todas:
“alfabetización
en
nuevas
tecnologías”
y “aprendizaje
de
lenguas
extranjeras”.
Las
directrices
emanan
de
organismos
supranacionales
a los
que de
forma
solícita
(o
mejor,
sumisa)
los
prebostes
locales
se
adaptan
con
fervor
y sin
atisbo
de
crítica.
La
fundamentación
de esa
directrices
radica
en una
mayor
interconexión
mercantil
de los
estados
miembro
y, en
última
instancia,
del
mundo
entero,
pero
esta
base
apenas
se
puede
vislumbrar
en los
documentos
pedagógicos
de
cada
una de
las
últimas
reformas
y
previsiones
de
reforma.
Pero
la
Unión
Europea
es,
ante
todo,
una
fabulosa
Unión
de
Consumidores,
y la
“alfabetización”
es, en
realidad,
una
capacitación
para
las
nuevas
formas
de
consumo.
Saber
idiomas
y
rudimentos
de
informática
son
las
joyas
de la
corona
educativa,
una
corona
que en
nuestro
estado
español
ya es
de
mera
hojalata.
El
oro, o
al
menos
la
plata
de
nuestro
arcaico
bachillerato
previo
a la
LOGSE
está
en la
casa
de
empeño.
Nada
sabíamos
aquellos
antiguos
alumnos
de
ordenadores
que
hoy
manejamos,
y
apenas
algo
de
inglés
o
francés,
es
cierto,
pero
la
formación
base
de los
jóvenes
españoles,
tanto
en las
Ciencias
(física,
matemáticas)
como
en las
Humanidades
(el
latín,
el
griego)
era en
general
la
suficiente
para
ingresar
con
cierta
soltura
en los
estudios
superiores,
o al
menos,
si nos
abocábamos
al
mundo
laboral,
era la
adecuada
para
considerarse
personas
cultas
y
capaces
por sí
mismas
de
aprender
conocimientos
nuevos.
Hoy en
día,
con el
bachillerato
más
corto
de
nuestra
historia,
y no
sé si
del
mundo,
los
alumnos
apenas
pueden
embutirse
unos
contenidos
intelectuales
mínimamente
solventes
para
acceder
a la
formación
superior.
Vienen
de una
larga
etapa
obligatoria
(la
ESO)
cuyo
propio
acróstico
evoca
un
demostrativo,
harto
indefinido,
inaprensible
e
inconcreto.
Cuatro
años
en los
que al
alumno
se le
muestra
un
poco
de
todo:
Toma
eso,
toma
aquello,
coge
esto
otro,
pero
cuatro
años
de
secundaria
en los
que el
jovencito
no
se
queda
con
apenas
anda.
A
estos
adolescentes
que
apenas
saben
leer,
expresarse
o
hacer
las
cuatro
reglas
(y
esto
una
vez
obtenido
su
título)
se les
quiere
alfabetizar
en
otras
competencias
instrumentales
¡Recordemos
que
son
europeos
y
modernos,
y que
sin
idiomas
ni
ordenadores
no se
puede
andar
por el
mundo!
Pero,
sobre
todo,
recordemos
que
son
nuestro
mercado
consumidor
del
futuro:
si
ahora
portan
y
poseen
todo
género
de
juguetitos
electrónicos
¿por
qué no
meterles
ordenadores
hasta
en la
misma
sopa?
El
documento
de la
ministra
dice
que
estas
máquinas
de
aprender
motivan
por sí
mismas,
autocorrigen
y...
¿Quizás
ahorren
profesorado
así
como
formación
de
profesorado?
No,
este
último
punto
no
viene
incluido
entre
su
futurista
propuesta
de
aulas
skinnerianas
e
informatizadas.
El
argumento
“progresista”
y de
“izquierdas”
consiste
en
decirnos
que
hay
que
evitar
la “factura
social”
(sic)
entre
quienes
estén
alfabetizados
y
quienes
no lo
estén
en el
uso de
estos
aparatos.
Los
niños
ricos,
nos
dicen,
pueden
pagarse
sus
clases
extra
y
profesores
particulares.
Los
que no
pueden,
quedan
discriminados.
Con la
lógica
de la
no-discriminación,
la
escuela
y el
instituto,
tristemente,
abandona
su
cometido
central,
el
único
que
verdadera
les
justifica:
dar
una
formación
humanística
fundamental
a la
persona.
Según
la
lógica
de la
no-discriminación,
en el
instituto
público
habría
que
dar
clases
gratuitas
de
golf,
de
patrón
de
yate,
o
equitación,
para
que
así
los
chicos
de
economías
deprimidas
no se
sintieran
discriminados.
La
lógica
es la
misma,
con
abstracción
de los
juicios
de
utilidad
que
merecieran
estas
enseñanzas.
Lo que
el
instituto
y la
escuela
no
proporcionan
–en
cuanto
a
formación
humanística
fundamental-
a la
edad
adecuada
de los
chicos,
difícilmente
lo
puede
dar la
sociedad
en
otras
instancias,
ya
sean
públicas
o
privadas.
En
cambio,
un
cursillo
de
informática,
unas
clases
extra
de
idiomas,
y
muchos
otras
actividades
no
fundamentales,
pueden
ser
convenientemente
subvencionadas
y
ofertadas
en
otros
ámbitos
de la
sociedad.
Pero
debería
quedar
claro
que no
son
cosas
que se
consideren
prioritarias
en la
formación
ciudadana,
se
diga
lo que
se
diga.
No lo
son en
comparación
con el
resultado
que
tenemos
de
estos
años
de
LOGSE
y que
ya
constituye
una
vergüenza
a
nivel
mundial:
miles
de
chicos
que no
saber
leer
ni
escribir,
no
pueden
expresarse
oralmente,
no
saben
dividir,
ni por
dónde
caen
los
Pirineos
o pasa
el
Pisuerga,
ni
tampoco
tienen
ni
idea
de qué
cosa
fue la
II
República.
Lo que
sucede
–en el
fondo-
es que
hay
que
vender
muchos
ordenadores
y
programas.
A
corto
plazo,
los
gobiernos
autónomos
pueden
comprar
cacharros
electrónicos
- por
millares-
para
todos
sus
colegios
e
institutos.
A
largo
plazo,
una
juventud
“alfabetizada”
en la
informática
y,
poco
más o
menos
que
políglota,
aunque
analfabeta
funcional
en las
restantes
cosas,
podrá
consumir
aparatos
y
programas
de
estos
por
millones.
Parece
mentira
que,
al
cabo
de una
década
larga
de
LOGSE,
con
resultados
tan
estrepitosos,
se
afirme
en el
documento:
“Hoy
es
necesario
pasar
del
aula
de
informática
a
informatizar
las
aulas”.
¡Y qué
nos
queda
por
hacer
con el
antiguo
pizarrón
y la
sucia
tiza
blanca!.
¡Si
tan
solo
pudiéramos
recuperar
los
niveles
académico-intelectuales
y la
disciplina
anteriores
a la
LOGSE,
allá
se las
compusieran
estos
expertos
ministeriales
con
todas
sus
aulas
políglotas
e
informatizadas!
Que al
gobierno
del
estado
le
importa
bien
poco
disponer
de una
población
culta
queda
bien
patente
en
frases
como
la
siguiente.
Al
proponer
un
“Bachillerato
flexible”,
lo
hacen
con
vistas
a “cumplir
el
objetivo
de ser
la
economía
competitiva
basada
en la
sociedad
del
conocimiento
que
los
europeos
nos
hemos
propuesto
para
el año
2010”.
¡Nos
hemos
propuesto!
¡Y
emplea
la
primera
persona
del
plural!
Entre
líneas,
también
se nos
quiere
incentivar
para
que
haya
mayor
cantidad
de
alumnos
en
Formación
Profesional
en
lugar
de la
Universidad.
De
nuevo,
son
las
personas
las
que se
han de
adaptar
al
mercado
laboral,
y no
éste
el que
debe
rastrear
entre
los
talentos
y
personas
cualificadas
disponibles.
Que
todo
el
saber
administrado
va a
convertirse
en
instrumento,
y que
las
propias
Humanidades
van a
soportar
un
nuevo
acoso
y
reducción,
viene
expresado
perfectamente
en la
propuesta
de
introducir
una
materia
común
nueva
“destinada
a
profundizar
en el
conocimiento
de las
bases
científicas”.
De una
u otra
manera,
se
prosigue
en el
cuarteado
y
eliminación
de la
formación
humanística.
Esta
ya es
minoritaria
desde
que se
implantó
la
modalidad
de
Ciencias
sociales
y de
la
Administración,
en la
cual
se
recibe
una
formación
predominantemente
tecnocrática:
economía,
administración
de
empresas,
informática,
matemáticas
aplicadas...
¿Estas
son
las
llamadas
”ciencias
sociales”?
Bajo
el
término
“flexibilidad”,
tan
utilizado
a la
hora
de
caracterizar
el
nuevo
bachillerato
propuesto,
lo que
se
quiere
aumentar
en
realidad
es la
flexión
o
plegado
de los
alumnos
a las
demandas
del
mercado.
Nunca
se
puede
pedir
una
operación
inversa
a la
sacrosanta
Economía
de
Mercado.
“Flexibilidad”
significa,
en
este
documento,
convertir
poco a
poco,
y cada
vez en
mayor
grado,
al
Bachillerato
en una
suerte
de
Formación
Profesional
en el
cual
el
mayor
número
de
asignaturas
cursadas
no
son,
propiamente,
formativas
sino,
más
bien
tecnocráticas,
meramente
habilitadoras
para
las
profesiones
y la
competencia
técnica
o
administrativa.
Otra
vez se
quieren
vender
los
cambios
bajo
las
etiquetas
de “optatividad”
y “libre
elección”,
como
si
fuera
la
libertad
del
alumno
la que
viniera
a
quedar
consagrada,
y en
realidad
lo que
se
practica
es una
limitación
de su
bagaje
intelectual
y de
su
capacidad
ulterior
para
especializarse
o para
modificar
el
curso
de su
carrera
en
futuras
decisiones.
Es la
historia
de
siempre,
trasladada
desde
la
Economía
a la
Educación:
hacer
pasar
por
“decisiones
de un
consumidor
soberano”
lo que
son, a
la
postre,
decisiones
del
Sagrado
Mercado.
Bajo
el
pretexto
de “aumentar
su
capacidad
de
elección
de
materias
ofreciendo
más
posibilidades
que en
la
actualidad”,
el
núcleo
común
y
compacto
de una
formación
cultural
sólida
se va
a
estrechar
y
reducir
al
máximo
(el
propio
documento
habla
de
“mantener”
ese
núcleo,
lo que
nos
recuerda
a la
protección
de
especies
animales
en
peligro
de
extinción).
El
asedio
a ese
núcleo
ya
estaba
planeado
desde
hace
muchos
años,
la
LOGSE
lo
instauró
y esta
es
otra
vuelta
de
tuerca. |