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05/03/2005

Carlos Martínez ● www.elsemanaldigital.com

"Rubicón", de Paul Holland, auge y caída de la República romana
La historia de la forma en que una república de hombres libres se transformó en dictadura por la violación de la ley sirve de meditación sobre las relaciones del Poder con el hombre.

En una gélida oscuridad los soldados de la decimotercera legión aguardaban una orden. Venían de someter ochocientas ciudades y trescientas tribus. Ante ellos, un Hombre. Aquel que les había guiado como el primero de ellos a través de la lluvia y la noche; a través de la muerte y la sangre, del dolor y la resurrección. Aquel con quien vencieron el miedo y enemigos muy superiores en número, contemplaba ensimismado en silencio un arroyuelo. Medita si someterse a la ley y con ello dejar su mando o…cruzar ese arroyo, el Rubicón.

Son muchos los que han empleado el nombre de aquel cauce de agua para referir un momento trascendental, un paso sobre el que no cabe retorno. Pero no es menos cierto que se desconoce el significado profundo, filosófico y político que el paso de Rubicón supuso para Occidente.

Antes de aquel momento, el Mediterráneo estaba salpicado de ciudades libres. Tanto en Grecia como en Roma, los habitantes no se consideraban súbditos de un faraón, ni de un rey de reyes, sino ciudadanos. Y alardeaban orgullosos ante el resto del mundo de su condición. Ellos tenían libertad de expresión, propiedad privada y derechos plasmados en leyes. Pero tras la decisión de Julio César aquella noche del 10 de enero del año 49 a.C., ya no quedó ninguna ciudad libre. La República romana se vino abajo. Y con ello, un milenio de autogobierno. Occidente tardaría mucho en recuperar el espíritu de la antigua República Romana.

Se puede decir que desde el Renacimiento se lleva intentando cruzar el Rubicón en sentido inverso. Las revoluciones inglesa, francesa y americana son ejemplos de esa búsqueda y reinstauración de una República de Hombres Libres.

Tan significativo fue aquel instante que ha quedado para la eternidad como referencia. En los años 30, los camisas negras del Duce imitaron ese espíritu con su marcha sobre Roma. Oswald Spengler nos hablaba en Años Decisivos de la configuración espiritual de aquellos que, para superar las crisis económicas y morales del primer tercio del siglo XX, se inspiraron en Julio César: "La forma previa al cesarismo se hará muy pronto más precisa, más consciente y desnuda. Caerán del todo las máscaras de la era de los interregnos parlamentarios. (…) El Destino, concretado antes en formas graves de significación y grandes tradiciones, hará historia en figuras de poderes individuales amorfos. Las legiones de César despiertan de nuevo".

Ha sido un inglés, muy popular por sus comentarios de radio en Gran Bretaña, Tom Holland, quien nos ha hecho entrega en fecha muy reciente de una magnífica obra con el título del célebre arroyo que las legiones de César cruzaron aquella noche. El autor ha escrito prestigiosas adaptaciones radiofónicas de las Historias de Herodoto y de la Eneida de Virgilio, a las que siguieron la Iliada y la Odisea de Homero. Es licenciado por Cambridge y doctor por Oxford.

El gran magnetismo que ejerce este libro no es tanto por ser un libro de Historia que se lee como una novela, sino por el paralelismo que constantemente uno va realizando con la actualidad. Roma fue la primera República que devino en única potencia mundial, y a través del relato de las pugnas civiles, de estratégicas batallas en puntos clave de la geografía, vamos adivinando que aquella Roma es hoy Estados Unidos. Todas las cuestiones geopolíticas, la globalización, la influencia de la expansión sobre la cultura propia y el espíritu militar que tantas veces hemos visto en los cuerpos de marines, los vemos, a través de los ojos de Holland en las legiones del águila invicta.

En definitiva, Holland nos muestra la relación del Poder con el hombre. La creación y defensa de un Estado y las formas de gobierno. Pero lo más grave de esta obra es su reflexión por la Libertad. Nos recuerda las palabras de Cicerón: "El fruto de la libertad excesiva es la esclavitud". Y nos deja flotando –y sin responder– la pregunta inversa: "¿Cuál sería el fruto de la esclavitud?".

Quede la respuesta sin contestar y que cada lector de la obra de Holland busque, tras la gloria de las legiones, qué fue de aquella sociedad de hombres libres. Ante nuestros ojos hay en Occidente –de nuevo– muchas amenazas que, bajo formas amables, nos traen la Dictadura. Sin duda, Orwell y Huxley debieron leer también la historia de la República…

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