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05/03/2005 |
Ernesto
Schoo ●
www.lanacion.com.ar |
La
otra
Hécuba
de
Eurípides |
Mucho
antes
de
"Las
troyanas"
-se
supone
que
alrededor
de 425
a.C.-,
Eurípides
estrenó
en
Atenas
otra
tragedia
donde
también
se
ocupaba
del
destino
de las
mujeres
de
Troya
tras
la
victoria
de los
griegos.
Su
protagonista,
que le
da
título,
es
Hécuba,
la
reina
destronada.
La
entereza
con
que
enfrenta
al
vencedor
ha
hecho
legendaria
su
conducta
y la
ha
convertido
en
símbolo
de
resistencia
a la
opresión,
de
dignidad
bajo
el
yugo.
Esta
"Hécuba"
comienza
en la
playa,
donde
los
griegos
se
disponen
a
partir
después
de
haberse
repartido
los
tesoros
y las
mujeres
de
Troya.
Del
mar
surge
el
espectro
de
Polidoro,
otro
hijo
de
Hécuba
y
Príamo,
a
quien
sus
padres
enviaron
a
Tracia
para
ponerlo
a
salvo
de la
guerra,
cargado
de
tesoros,
y su
rey,
Polimestor,
que se
había
comprometido
a
albergarlo
y
protegerlo,
lo
mató
para
robarle.
Hécuba
ignora
lo
sucedido
y está
discutiendo
con
Ulises
sobre
el
destino
de su
hija
Polixena,
a
quien
los
griegos
quieren
inmolar
para
honrar
a
Aquiles,
su
héroe,
que ha
muerto.
La
primera
mitad
de la
obra
consiste
en
esta
discusión,
con un
desganado
Ulises
que
opone
el
argumento
de que
si la
tropa
lo
exige,
hay
que
satisfacerla.
"Yo
tomo
cada
día
como
viene",
concluye
el
héroe
de "La
Odisea".
Hécuba
no
encuentra
piedad.
En la
segunda
parte,
Hécuba
descubre
el
cadáver
de
Polidoro
y
trama,
de
acuerdo
con
sus
fieles
troyanas,
la
venganza.
Su
interlocutor
es
ahora
Agamenón,
comandante
en
jefe
de
todos
los
ejércitos
griegos.
"¿Cómo
soportas
la
carga?",
le
pregunta
el rey
de
Argos
a la
reina
de
Troya.
"¿Cómo
la
soportas
tú?",
le
contesta
ella.
El
diálogo
trata
de la
responsabilidad
de la
guerra
y sus
consecuencias,
que
para
Agamenón
es
cosa
del
destino
y
punto.
Hécuba,
astuta,
convence
a
Agamenón
de que
invite
a
Polimestor
y sus
dos
pequeños
hijos
a
despedirla
en la
playa.
¿Qué
podría
hacer,
vieja
e
inerme,
rodeada
sólo
de
mujeres
tan
despojadas
como
ella,
contra
el
tracio?
Agamenón
consiente.
Polimestor
llega
y se
interna,
con
sus
hijos,
entre
las
dunas.
Cuando
vuelve,
le han
arrancado
los
ojos y
los
chicos
han
sido
apuñalados.
Hécuba,
convertida
en una
fiera,
le
arroja
el
cadáver
de uno
de los
príncipes
y lo
acusa
de ser
el
bárbaro.
Esta
escena
chocó
profundamente
a los
espectadores,
acostumbrados
a la
discreción
con
que
Esquilo
y
Sófocles
trataban
la
violencia.
Tampoco
gustó
la
retórica
de los
diálogos,
y no
tardó
en
estrenarse
una
farsa
que
parodiaba
los
excesos
de
"Hécuba".
Un
siglo
después,
todavía
Demóstenes
se
burlaba
de un
opositor
político
en la
asamblea,
diciéndole:
"¡Tú
bien
podrías
interpretar
el
papel
de
Hécuba!".
Esta
tragedia
fue
enormemente
popular
en
Bizancio,
a
fines
del
siglo
V, y
seiscientos
años
después,
en la
misma
ciudad,
los
pedantes
debatían
si una
reina
esclavizada
podía
ser
propuesta
como
modelo
de
conducta.
En el
Renacimiento
italiano,
Boccaccio
la
hizo
traducir.
Erasmo,
nada
menos,
también
la
tradujo,
para
sus
estudiantes
de
griego.
Cuando
la
Reforma,
un
discípulo
de
Lutero,
el
erudito
Melanchton,
daba
conferencias
sobre
esta
"Hécuba",
asimilándola
a las
circunstancias
políticas
y
morales
de su
tiempo.
En
1725
hubo
una
producción
en
Londres,
pero
fracasó
estrepitosamente:
la
gente
del
siglo
XVIII
la
consideraba
una
monstruosidad
informe.
Pero
en
2004
hubo
en
Gran
Bretaña
tres
puestas
distintas
de
"Hécuba",
una de
ellas
con
Vanessa
Redgrave
para
la
Royal
Shakespeare
Company. |
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