Investigadores
argentinos
hallan
y
traducen
documentos
en
latín,
escritos
en
los
siglos
XVII
y
XVIII.
Narran
episodios
de
la
vida
eclesiástica
y
cotidiana
en
las
regiones
de
Córdoba,
Tucumán
y
Santiago.
"La
tinta
se
pondrá
colorada
de
vergüenza",
escribió
en
1701
el
jesuita
José
Mazó
al
Consejo
de
Indias
para
denunciar
la
conducta
sexual
del
obispo
de
Tucumán.
La
carta
está
guardada
en la
Biblioteca
Nacional
de
Madrid,
fue
escrita
en
latín
y es
uno de
los
textos
de los
siglos
XVII y
XVIII
—previos
a la
Independencia
argentina—
que se
encuentran
en
pleno
proceso
de
traducción
y
edición
a
cargo
de un
equipo
de
investigadores
de la
Universidad
de
Buenos
Aires
(UBA),
encabezado
por
Alfredo
Fraschini.
El
escenario
de
tanta
metralla
postal
fue la
diócesis
del
Tucumán
que
abarcaba
Córdoba,
Tucumán
y las
demás
provincias
del
Noroeste
argentino.
El
obispo
Manuel
Juan
Mercadillo
tenía
su
sede
en
Santiago
del
Estero
y
luego
se
trasladó
a
Córdoba
en
1699.
El
jesuita
Mazó
estaba
escandalizado
por la
vida
licenciosa
de
Mercadillo
(que
tuvo
una
hija
con
una
criada
mulata)
y su
manejo
irregular
de las
rentas
eclesiásticas.
Estas
cartas
y
códices,
que
ahora
se
editarán
en CD
y
papel,
fueron
escritos
en
latín
en un
70% y
comentan
cuestiones
científicas,
filosóficas
y de
la
vida
cotidiana,
además
de los
libros
usados
en la
Universidad
de
Córdoba,
fundada
en
1614.
Están
guardados
en
diferentes
archivos
de
España
y
Argentina.
Las
notas
que
cruzaban
caminos
y
océanos
contienen
numerosas
denuncias
de
corrupción.
Cuestionan,
por
ejemplo,
la
actuación
del
dominico
portugués
Francisco
de
Victoria,
obispo
de
Tucumán
desde
1582,
quien
usó
una
falsa
credencial
de
inquisidor
para
amenazar
con "cárcel
y
hoguera"
a
quienes
le
desobedecieran.
También
su
sucesor,
el ya
mencionado
Mercadillo,
quien
utilizó
una
bula
papal
apócrifa
para
crear
su
propia
universidad
en
competencia
con
los
jesuitas.
Códice
Escurialense
La
investigación
que
dirigió
Fraschini,
titular
de
Lengua
y
Cultura
Latinas
en la
Facultad
de
Filosofía
y
Letras
de la
UBA,
será
presentada
en el
Simposio
Internacional
sobre
Cultura
Colonial,
los
días
23, 24
y 25
de
noviembre
en la
Biblioteca
Nacional.
Ya
confirmaron
su
presencia
lingüistas
de
España,
Alemania,
México
y
Perú.
Una
gran
parte
del
estudio
abarca
el
Códice
Escurialense,
266
hojas
de
papel
de
trapo,
escritas
de
ambos
lados,
cosidas
y con
tapas
de
pergamino.
Las
copias
digitales
fueron
hechas
en el
monasterio
de El
Escorial
por
Fraschini
y su
equipo.
En
estos
documentos
aparece
una
crítica
social
a la
Córdoba
de
mitad
del
siglo
XVIII
realizada
por
Francisco
Javier
Miranda,
quien
fue
rector
del
Colegio
de
Monserrat.
Branca
Tanodi,
directora
del
Archivo
Histórico
de la
Universidad
de
Córdoba,
explicó
que el
uso
del
latín
era
parte
de la
vida
clerical,
mientras
que la
corona
y el
Consejo
de
Indias
escribían
en
español.
También
los
protocolos
notariales
de los
escribanos
se
redactaban
en esa
lengua.
"Allí
hay
mucho
de la
vida
cotidiana
—señaló—.
Nos
permite
saber
que en
1604,
mientras
la
mayoría
de los
hombres
sabía
escribir,
el 80%
de las
mujeres
eran
analfabetas".
Otro
personaje
notable
hallado
por
Fraschini
es el
santafesino
Buenaventura
Suárez,
cuyos
hallazgos
de
astronomía
y
meteorología
fueron
traducidos
al
latín
y
guardados
en la
Universidad
de
Bolonia,
Italia.
Sin
salir
nunca
de
Santa
Fe,
Suárez
predijo
en
1743
los
eclipses
de
Luna
que
ocurrirían
en los
próximos
100
años,
además
de
algunos
eclipses
de Sol
con
datos
útiles
para
la
agricultura.
También
calculó
la
hora
de las
principales
ciudades
del
mundo,
según
el
meridiano
de
Santa
Fe.
Los
estrictos
colegios
del
siglo
XVIII
Más
melancólico
es el
relato
de
José
Peramás,
quien
en "Laudationes
quinque"
(Cinco
alabanzas)
recordó
que
los
estudiantes
pasaban
hasta
diez
años "sin
sacar
el pie
fuera
del
colegio"
Monserrat,
de
Córdoba.
La
investigadora
Marcela
Suárez,
traductora
del
texto,
señaló
a
Clarín
que es
"un
documento
insoslayable
acerca
del
diálogo
entre
la
tradición
clásica
y
nuestra
literatura
colonial",
resuelto
por
Peramás
con
estilo
elegante.
Recordó
la "túnica
negra
hasta
los
pies"
de los
estudiantes,
adornados
con
una
estola
púrpura
y el
nombre
de
Jesús
en un
escudito
de
plata.
Según
Peramás,
el
aislamiento
ayudaba
a
formar
a los
chicos
con
letras
como
las
del
Olimpo,
que "no
pueden
ser
destruidas
ni por
la
violencia
de los
vientos
ni por
la
lluvia".
Así de
estrictos
eran
los
claustros
estudiantiles,
con
clases
y
debates
en
latín,
porque
muchos
de los
profesores
eran
extranjeros
y así
salvaban
la
diferencia
de
idiomas.
El
nivel
de "Laudationes",
impreso
en el
Monserrat,
contrasta
con
los
relatos
de
principios
del
1700
donde
se
denuncia
a un
prelado
por
negocios
realizados
en "la
tienda
del
obispo"
o
prohibir
que en
el
confesionario
las
mujeres
contaran
al
cura
temas
ajenos
a sus
pecados,
para
que no
revelaran
"las
llanezas
(del
religioso)
que no
son
poco
escandalosas".
Los
sucesos
de la
vida
clerical,
relatados
en
cartas
de la
época,
nada
tienen
que
envidiarle
a la
difusión
mediática
de
nuestros
días.
Por
ejemplo,
en
cartas
al
Consejo
de
Indias
o en
recoletos
mensajes
en
latín
y
español,
con
citas
de
Horacio,
Cicerón
o
Virgilio,
toda
la
diócesis
comentaba
el
juicio
al
obispo
Melchor
Maldonado,
fallecido
en
1661,
quien
fue
acusado
de
dilapidar
el
tesoro
eclesiástico. |