Aparece
parte
de
la
muralla
de
Ilipa
Magna
y
surgen
hipótesis
en
torno
a la
localización
del
foro
de
este
antaño
relevante
enclave
portuario.
La
arqueología
ha
escaseado
en
la
localidad sevillana
de
Alcalá
del
Río.
Quizás
a
remolque
de
los
últimos
hallazgos,
la
sensibilidad
política
sea
mayor
y se
considere
la
oportunidad
de
contar
con
un
arqueólogo
municipal
que
supervise
lo
mucho
y
bueno
que
esconden
las
entrañas
de
esta
zona,
conocida
en
tiempos
de
Roma
con
el
topónimo
de
Ilipa
Magna.
Evidencias
de
esta
época
son
justamente
las
que
han
aflorado
a
propósito
de
las
obras
de
embellecimiento
de
la
conocida
como
Cuesta
del
Pitraco
(calle
Pasaje
Real)
que
se
están
acometiendo
con
cargo
a la
Consejería
de
Turismo
y el
Ayuntamiento.
Es
la
zona
elevada
de
Alcalá,
y en
ella
los
arqueólogos
han
rescatado,
a
tan
sólo
20
centímetros
de
profundidad
con
respecto
a
las
dos
pavimentaciones
que
ha
tenido
la
placita
del
lugar
(una
de
cantos
rodados
de
mediado
el
siglo
XX y
otra
posterior
de
hormigón),
un
significativo
trozo
de
la
muralla
romana
que
cercaba
Ilipa
Magna.
La
potencia
de
los
sillares,
podio
incluido,
un
pequeño
pero
vistoso
trozo
de
calzada
romana
con
las
características
losas
de
Tarifa,
un
epígrafe
que
remite
a
una
inscripción
monumental
honorífica
relacionada
con
algún
cargo
municipal
de
la
época,
restos
de
letras
en
bronce
dorado
que
en
su
día
estuvieron
grapadas
a la
pared,
fragmentos
varios
de
mármol
procedentes
de
elementos
arquitectónicos...
Hallazgos
todos
que
constituyen,
junto
a la
relevante
necrópolis
de
Angorilla
(poblado
calcolítico
fechable
en
el
III
milenio
a.C.
y
posterior
núcleo
funerario
de
origen
fenicio
probablemente),
un
yacimiento
de
relevancia
del
que
hasta
ahora
sólo
se
habían
documentado
restos
de
muralla
romana
diseminados
y
embutidos
entre
el
caserío
hoy
en
pie.
La
excavación,
que
comprende
el
área
de
la
citada
plazuela
del
Pitraco,
no
es
muy
extensa,
pero
está
siendo
lo
suficientemente
productiva
en
resultados
como
para
permitir
a
los
expertos
sospechar
que
en
la
zona
inmediata
a
este
tramo
de
muralla
se
localizaba
el
foro
de
Ilipa
Magna.
Es
por
esto
que
el
coordinador
de
los
trabajos,
Álvaro
Fernández
Flores,
y el
director
de
la
excavación,
Eduardo
Prados,
van
a
solicitar
a la
Consejería
de
Cultura
una
subvención
para
ampliar
algo
más
la
investigación
en
su
afán
por
desvelar
la
incógnita.
Mientras
se
produce
esta
ampliación,
a
día
de
hoy
está
garantizada
la
puesta
en
valor
de
los
restos
a
través
de
un
proyecto
que
permitirá,
pasados
unos
meses,
su
disfrute
ciudadano
a
modo
de
mirador
sobre
el
vecino
Guadalquivir.
No
en
vano,
desde
la
orilla
del
río
surgen
con
potencia
las
construcciones
de
la
muralla,
en
la
que
los
romanos
debieron
poner
a
prueba
sus
conocimientos
de
ingeniería
para
salvar
la
vaguada
natural
del
terreno,
colmatada
con
basura
desde
la
mitad
del
siglo
II
a.C.
Ilipa
Magna,
conocida
también
porque
en
sus
inmediaciones
tuvo
lugar
la
gran
batalla
entre
romanos
y
cartagineses
(207
a.C.),
tuvo
notable
influencia
orientalizante
desde
el
siglo
VII
a.C.
Ya
con
su
romanización
se
acentuó
aún
más
su
carácter
portuario
y
comercial.
"En
su
época
era
más
importante
que
Itálica
o
que
la
propia
Híspalis,
y
aparece
citada
por
Estrabón.
Era
el
último
puerto
de
gran
calado
de
Híspalis,
porque
a
partir
de
este
punto
sólo
podían
acceder
barcazas",
refieren
los
arqueólogos,
quienes
lamentan,
a
estas
alturas
de
la
historia,
el
daño
que
en
las
primeras
décadas
del
siglo
XX
se
infligió
en
la
supuesta
zona
portuaria
de
Ilipa
Magna
al
barrenarla
para
la
construcción
de
la
presa
que
hoy
frena
la
fuerza
del
Guadalquivir.
De
entonces
se
han
constatado
restos
de
construcciones
que
los
arqueólogos
no
saben
si
adscribir
a la
muralla
o a
la
propia
infraestructura
portuaria,
aquélla
que
brindó
a
Ilipa
Magna
su
particular
y
pretérito
esplendor.
Un
hallazgo
de
excepción
en
la
península:
un
epígrafe
neopúnico
La
perla
de
la
excavación
es
un
fragmento
de
una
placa
de
pizarra
inscrita
por
ambas
caras
en
grafía
neopúnica,
muy
probablemente
en
el
siglo
II
a.C.
Así
lo
hace
constar
José
Ángel
Zamora
López,
investigador
del
CSIC
adscrito
al
Instituto
de
Estudios
Islámicos
y
del
Oriente
Próximo,
quien
por
indicación
de
los
arqueólogos
ha
realizado
un
estudio
preliminar
de
la
pieza.
Zamora
basa
su
relevancia,
aparte
de
en
su
escasez
en
la
Península
Ibérica,
en
que
se
trata
de
"una
sorprendente
muestra
de
la
importancia
y
pervivencia
de
la
presencia
e
influencia
púnica
en
la
península
en
general
y en
el
valle
del
Guadalquivir
en
particular".
Y
abunda:
"La
pieza
prueba
que
gentes
que
hablaban
púnico
y
escribían
con
escritura
púnica
tardía
se
hallaban
en
la
actual
Alcalá
en
plena
actividad
(probablemente
comercial,
al
presentar
apuntes
contables)
incluso
en
un
momento
posterior
al
dominio
romano
de
la
península
tras
la
guerra
contra
Aníbal".
Ello
es
indicativo
de
la
raigambre
púnica
de
la
antigua
Ilipa
Magna,
que
posibilitó
un
tiempo
en
el
que
el
latín
convivió
con
el
púnico.
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