Tras
muchos
años
dando
palos
de
ciego,
al
fin
el
CEU
San
Pablo
ha
tomado
conciencia
de
que
una
de
las
razones
de
la
incultura
actual
son
los
experimentos
ministeriales
que
han
consistido
en
la
eliminación
de
las
Humanidades
en
sus
más
diversos
contenidos.
Por
eso
ha
querido
programar
cursos
de
latín
este
mismo
mes
tendentes
a
la
posibilidad
de
que
se
convierta
en
la
lengua
común
de
la
Unión
Europea.
Fue
necesario
que
nos
empezaran
a
salir
los
colores
al
comprobar
que
cualquier
sudamericano
nos
daba
lecciones
de
español
por
soltura,
precisión
y
riqueza
de
lenguaje,
superando
incluso
a
algún
presentador
de
televisión
que
hace
pocos
días
decía
«vertir».
Aún
no
hemos
asimilado
que
el
español
es
lengua
romance
que
deriva
directamente
del
latín.
El
proyecto
es
plausible,
porque
las
reformas
sucesivas
de
los
planes
de
estudios
no
han
servido
para
otra
cosa
que
para
dejarnos
culturalmente
en
paños
menores.
Y
es
que
las
motivaciones
de
los
políticos
son
infinitas,
como
las
arenas
de
la
mar,
y
habría
que
ser
adivino
o
meterse
en
su
misma
piel
para
conocer
las
razones
que
arrastraron
a
los
responsables
de
educación
a
eliminar
contenidos
humanísticos
en
unos
momentos
en
que
los
países
avanzados
subsanaban
yerros
y
se
estaban
asomando
de
nuevo
al
carro
de
la
cultura
tradicional.
Se
borró
el
latín
de
la
enseñanza
como
si
se
tratara
de
una
de
esas
especies
zoológicas
en
vías
de
extinción.
Pero
no
iba
a
quedar
ahí
el
ataque,
y
muy
poco
después
acabarían
de
darnos
otra
sacudida
con
la
eliminación
de
la
Historia,
que
es
tanto
como
borrar
el
acta
del
pasado.
A
partir
de
entonces
los
alumnos
de
la
ESO
no
llegarán
a
saber
jamás
que
el
sentido
griego
de
la
reflexión
y
de
la
belleza,
el
romano
del
derecho
y
el
cristiano
de
lo
trascendente
viajaron
en
unas
carabelas
junto
a
un
puñado
de
españoles,
precisamente
los
que
hicieron
posible
que
el
español
sea
actualmente
una
lengua
universal
que
llena
de
orgullo
a
quienes
la
emplean.
Naturalmente,
a
quienes
la
utilizan
correctamente,
que
se
cuentan
con
los
dedos
de
una
mano.
Por
eso
no
se
entiende
el
interés
generalizado
de
la
gente
joven
que
elige
el
periodismo
sin
otra
preparación
que
los
primeros
estudios
y
sin
haberse
adentrado
en
la
lectura
de
los
clásicos,
capaces
de
llenarnos
de
gozo.