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03/07/2005

Manuel Ortega ● www.elsemanaldigital.com

"El ejército romano" (Akal), la máquina del Imperio. Adrian Goldsworthy
El triunfo de Roma y la supervivencia de su Imperio fueron responsabilidad de su músculo militar. Las legiones, el mecanismo de guerra más perfecto de su época, extendieron el poder romano por la mayor parte del Mundo conocido y además consiguieron que durante siglos, éste se preservase de las amenazas de sus enemigos. Sin un ejército profesional como el que puso en pie, la civilización de Roma jamás hubiera podido alcanzar su plenitud.

Esta es la primera conclusión que se puede sacar de la lectura del libro aquí reseñado. Nos encontramos ante un volumen divulgativo, escrito para un público no especializado. Algo meritorio si se tiene en cuenta que el autor sí es un reputado especialista. Pero que ha redactado una obra que permite un acercamiento y un conocimiento de lo que fue la vida militar, en todos sus aspectos, del ejército romano.

Hay que señalar que Goldsworthy es un historiador británico. Y eso se aprecia en el libro. No porque haya tendenciosidades, sino más bien en que muchos datos y fotografías de las que ilustran profusamente esta obra, proceden de las Islas Británicas. Hay una notable presencia de estelas funerarias, ruinas de complejos militares, restos arqueológicos, etc. de origen británico. Aparte de eso, ninguna pega. Todo lo contrario: la descripción del sistema fronterizo en la Britania, con el Muro de Adriano, es notablemente pedagógica.

Gran parte del mérito reside en ese aspecto: haber conseguido aunar un texto de amena lectura con un gran despliegue fotográfico de los elementos citados. Además, se presentan numerosos dibujos que representan a las tropas romanas en acción. En un periodo histórico tan amplio, desde el inicio de la expansión romana a la decadencia del Imperio, los cambios sufridos por el ejército fueron variados. Tanto en organización como en vestimenta, por citar sólo dos aspectos, el soldado romano de la Monarquía, más cercano al hoplítico griego e inserto en un ejército de ciudadanos, poco tenía que ver con las legiones republicanas o imperiales. La variedad de cambios fue grande, y se puede contemplar su reflejo en las páginas de El ejército romano.

Destacan, a nuestro juicio, algunos apartados como la organización y estrategia de combate de las legiones. O los modos de vida de sus integrantes durante los periodos de lucha y de paz. Así, se describen las tareas diarias de los legionarios, sus costumbres o su equipo de lucha, al igual que sus tácticas. Y es que las legiones fueron el engranaje del que Roma se sirvió para que su imperio funcionase adecuadamente. El autor señala cómo las tropas legionarias no sólo se dedicaban a la guerra, sino también a funciones administrativas, policiales o de obras públicas.

Merece la pena señalarse el último tramo del libro, donde se describe el aparato militar del Bajo Imperio romano, algo que no suele ser habitual. Y eso que no sólo hubo cambios organizativos. La imagen del legionario romano cambió hasta el punto de no recordar a la del periodo más glorioso de Roma, haciéndose más parecida a la de las futuras huestes medievales.

En definitiva, una obra didáctica que hará las delicias de aquellos interesados en la historia militar o en la de Roma. Incluso será apreciada por el neófito que quiera adentrarse en ella, puesto que existen guiños hacia este tipo de lector. Por ejemplo, cuando Goldsworthy señala que la uniformidad del legionario en la etapa imperial estaría más cercana, por realista, a la de los soldados del inicio de Gladiador que a los clásicos de Hollywood.
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