Conservamos
en
el
Museo
de
Cádiz
una
interesantísima
placa
votiva
dedicada
a la
diosa
egipcia
Isis.
Realizada
en
mármol,
muestra
la
representación
de
dos
plantas
de
pie
grabadas
en
la
propia
placa,
una
ligeramente
adelantada
sobre
la
otra.
En
la
parte
superior
aparece
la
inscripción:
ISIDI.DO[MINAE]
L.VECILI[VS---]
L.A.
V
[.S]
, es
decir,
"A
Isis
soberana,
Lucio
Vecilio
cumplió
con
agrado
su
voto".
Apareció
en
Baelo
Claudia
en
el
transcurso
de
la
campaña
de
excavaciones
arqueológicas
realizadas
en
1983
por
la
Casa
de
Velázquez,
al
pie
del
primer
escalón
de
acceso
al
templo
de
Isis.
La
ciudad
romana
de
Baelo
Claudia
cuenta
con
una de
las
escasísimas
plantas
completas
de un
Templo
de
Isis
que se
conservan
en
todo
el
Imperio
Romano.
No hay
en la
península
un "Iseum",
que
así se
llaman,
con
las
características
que
aquí
encontramos.
Una
auténtica
joya
cuya
monografía
arqueológica
va a
ser
publicada
en
breve.
El
templo
de
Baelo
es una
muestra
más de
la
importancia
del
culto
mistérico
a Isis
que se
propagó
desde
oriente
por
todo
el
imperio,
fundamentalmente
con la
intermediación
de las
legiones
romanas.
Es la
gran
diosa
egipcia,
mujer
de
Osiris
que
poco a
poco
se
configura
en
todo
el
Mediterráneo
como
Reina
y
Señora.
Así se
la
denominaba
en el
mundo
antiguo,
la que
Apuleyo
en su
obra
La
Metamorfosis
identifica
como
la
Todopoderosa
que
reina
sobre
todas
las
diosas
y en
las
que
tras
todas
ellas
es
posible
encontrar
su
presencia.
Es
llamada
también
"Señora
del
Mar"
por lo
que
protegía
la
navegación;
"Victoria"
y por
ello
las
legiones
romanas
portaban
su
efigie
en los
pendones,
para
vencer.
Se la
identifica
con la
"Luna"
y es
el
símbolo
universal
de la
fecundidad
y del
amor,
por lo
que
para
sus
devotos
es
ella
la que
hay
que
encontrar
tras
los
atributos
que
representaban
"Afrodita",
"Astarté"
y
"Venus",
ya
fuera
en los
ámbitos
griego,
fenicio
o
romano.
Por
ser
Venus
es
reconocida
como
"Estrella
de la
mañana".
Isis,
por
tanto,
se
identifica
en su
carácter
universal
con
todas
las
divinidades
femeninas
locales.
Pero
ella,
Isis,
ya
ERA,
existía
antes
de
todas.
No me
resisto
a
transcribir
como
la
diosa
se
describe
a sí
misma
en el
relato
de
Apuleyo:
"...He
aquí,
Lucio,
que me
presento
a ti,
conmovida
por
tus
súplicas,
yo, la
madre
de la
Naturaleza,
señora
de
todos
los
elementos,
origen
y
principio
de los
siglos,
divinidad
suprema,
reina
de los
mares,
primera
de
entre
los
habitantes
del
cielo,
representación
genuina
de
dioses
y
diosas,
que
con mi
voluntad
gobierno
la
luminosa
bóveda
del
cielo,
los
saludables
soplos
del
Océano,
los
desolados
silencios
del
Infierno.
Y mi
único
poder,
bajo
formas
diversas,
honrado
con
cultos
bajo
distintas
advocaciones,
todo
el
orbe
lo
reverencia.
Los
frigios,
primeros
seres
de la
tierra,
me
llaman
la
diosa
de
Pesinunte,
madre
de
todos
los
dioses;
aquí,
los
áticos
autóctonos,
la
Minerva
de
Cecrops;
allí,
los
habitantes
de
Chipre,
batida
por
las
olas,
la
Venus
de
Pafos;
entre
los
cretenses,
hábiles
en
disparar
flechas,
soy
Diana
Díctina;
para
los
sicilianos,
que
hablan
tres
idiomas,
yo soy
la
diosa
Proserpina
Estigia;
los
habitantes
de
Eleusis
me
llaman
la
antigua
diosa
Ceres;
unos,
Juno;
otros,
Belona;
éstos,
Hécate;
aquéllos,
Ramnusia;
y los
etíopes,
que
son
los
primeros
en ver
la luz
del
sol
naciente,
y los
egipcios,
que
sobresalen
por su
antiguo
saber,
venerándome
con su
propio
culto,
me
llaman
la
reina
Isis..."
El
culto
mistérico
a Isis
queda
perfectamente
definido
en
Apuleyo
donde
cuenta
la
deliciosa
historia
de
Lucio,
que es
convertido
en
asno y
pasa
mil
vicisitudes
hasta
que la
reina
Isis
se
compadece
de él
y le
devuelve
la
forma
humana.
Los
ritos
isíacos
que
cuenta
el
autor
en su
relato
son
sin
duda
los
pasos
autobiográficos
hasta
el
encuentro
con
los
misterios
sagrados
que
eran
revelados
al
neófito,
transformándose
en
iniciado.
En
Baelo
Claudia
tenemos
todos
los
elementos
del
rito:
hogar,
pilón
para
abluciones,
altar,
pozo
con
escalera
para
sumergirse
completamente,
todos
ellos
elementos
relacionados
con
los
ritos
de
fuego
y agua
que
iban
purificando
al
devoto.
También
una
cripta
donde
el
tembloroso
aspirante
pasaba
la
noche,
tras
diez
días
de
ayuno
y
durante
la
cual
sufría
la
estremecedora
visión
de los
dioses
del
cielo
y de
los
infiernos,
"en
las
fronteras
de la
muerte".
En esa
noche,
la
propia
diosa
se
comunicaba
directamente
con su
seguidor,
susurrándole
los
grandes
secretos,
los
que no
podían
contarse
en
ninguna
circunstancia.
Los
que
aún no
han
sido
contados.
La
placa
sin
duda
simboliza
la
protección
de la
diosa
que
guiaba
los
pasos
del
adepto
en su
largo
proceso
de
iniciación.
El
dedicante,
agradecido,
nos
regaló
para
la
posteridad
este
magnífico
testimonio
de sus
pasos
hacia
lo
sagrado. |