Almuñécar, la fortaleza de las lomas, vive el ocaso de su esplendor bajo la dinastía del califa Benavides. Su riqueza centenaria, pregonada por todas las ágoras internacionales se desploma devorada por sus propios hijos, cual Roma granadina. Pues, de puertas adentro, el interés de los 'Patricios' del consistorio está centrado en el ladrillo, los macrohoteles, campos de golf y otras industrias más rentables que las antiguas factorías de salazón del Majuelo. ¿Qué solar tan desaprovechado!
Modernos y aberrantes chalés, denunciados pero consentidos, tapan a la vista algún columbario romano camino de Torrecuevas; el pasado arqueológico se oculta con obras precipitadas, la cerámica del Altillo desaparece soterrada con urgencia Durante este fin de semana 100 especialistas de la cultura clásica han visitado la ciudad. Historiadores, latinistas, 'locos' humanistas atraídos por el esplendor de la Sexi Firmum Iulium sólo han encontrado un puñado de antiguallas encerradas en vitrinas, castillos repellados por unos gobernantes más preocupados por los hermanamientos con la misma cultura que aquí se escatima. Porque hace tiempo que Almuñécar, como tantos otros enclaves de nuestra maltrecha geografía costera, se convirtió en el Torremolinos del siglo XXI, que pierde su vega a pasos agigantados, malvende el patrimonio al mejor postor y da la espalda a siglos de apasionante historia.
La cultura no vende y apenas recoge las migajas de un presupuesto basado en el cemento pero, con todo, hay que figurar en los papeles para justificar el dinero de los contribuyentes. Éste es el legado de Benavides, el último califa de la medina que, con la connivencia de las demás tribus -PP, PSOE- gobiernan la cora de Almuñécar. Si Abderramán levantara la cabeza. |