Si
usted
se
asoma
a
los
exquisitos
poemas
de
Catulo,
sabrá
cómo
sufría
este
noble
romano
por
las
perradas
que
le
hacía
su
amante.
Si
se
le
anima
a
Homero,
se
sorprenderá
del
comportamiento
de
Aquiles,
a
medias
héroe,
a
medias
moderna
estrella
mediática.
Y
en
el
Satiricón,
de
Petronio,
revivirá
noches
de
descontrol
en
Roma
del
siglo
I.
Tienen
sus
ventajas,
no
crea.
Aunque
a
veces
sean
medio
plomos,
es
cierto.
O
sustenten
ideas
pasadas
de
moda.
O
planteen
interrogantes
que
ahora
creemos
superados.
Y,
desde
luego,
no
acudirá
a
ellos
en
busca
de
novedades,
aunque
alguna
sorpresa
se
puede
llevar,
no
crea.
Leer
a
los
clásicos
—digamos,
un
relato
de
Las
mil
y
una
noches,
una
porción
de
El
Quijote,
una
rebanada
de
Shakespeare,
una
dosis
de
Rabelais,
un
cacho
de
Montaigne—
tiene,
además,
su
encanto.
Medio
rancio,
me
dirá.
Pero
encanto.
Y
entre
sus
ventajas,
hay
una
que
cuenta
en
pesos:
en
la
Feria
del
Libro
encontrará
a
muchos
de
ellos
de
oferta,
lo
que
no
le
va
a
pasar
con
el
ultimísimo
best-séller.
Encima,
se
gana
en
seguridad.
A
usted
podrá
producirle
tedio
o
delicia,
pongamos,
Ifigenia
en
Táuride,
de
Eurípides,
o
Los
cuentos
de
Canterbury,
de
Chaucer,
pero
vienen
con
garantía:
que
son
buenos
ya
está
recontra
demostrado
por
tipos
bastante
más
inteligentes
que
usted
y
que
yo.
La
diferencia
reside
en
que
el
último
de
Tom
Clancy,
Sidney
Sheldon
o
Isabel
Allende,
bien
puede
ser
un
bodrio
hecho
y
derecho.
En
cambio,
con
el
clásico
usted
se
cura
en
salud.
Después
están
los
gustos
y
ése
es
otro
cantar.
Pero
sobre
todo
los
clásicos
le
permiten
un
contacto
personal
con
algunos
de
los
tipos
más
cultos,
sabios
y
lúcidos
que
vivieron
hace
5.000,
1.000
o
400
años.
Ese
diálogo
con
el
pasado
no
se
lo
deparará
ningún
libro
de
historia,
ningún
museo,
ninguna
novela
"histórica"
o
película.
Si
usted
se
asoma
a
los
exquisitos
poemas
de
Catulo,
sabrá
cómo
sufría
este
noble
romano
por
las
perradas
que
le
hacía
su
amante.
Si
se
le
anima
a
Homero,
se
sorprenderá
del
comportamiento
de
Aquiles,
a
medias
héroe,
a
medias
moderna
estrella
mediática.
Y
en
el
Satiricón,
de
Petronio,
revivirá
noches
de
descontrol
en
Roma
del
siglo
I.
En
fin,
La
epopeya
de
Gilgamesh
—escrita,
quizá,
hace
5.000
años—
le
contará
cómo
un
rey
sumerio
de
Uruk
podía
hacerse
el
mejor
amigo
de
su
enemigo.
Muchas
cosas
le
pasan
a
uno
cuando
se
asoma
a
esos
otros
mundos
que
fue
este
mundo.
Quizá
lo
que
más
impacta
es
la
emoción
que
atraviesa,
inalterable,
los
siglos,
las
creencias,
las
culturas.
Comprobar
cómo
esos
hombres
tan
distintos
a
nosotros
padecían,
igual
a
nosotros,
la
ira,
el
amor,
el
desengaño,
la
amistad,
el
miedo,
la
victoria. |