La
nueva
dramaturgia
combina
los
textos
originales
de
Plauto
con
las
aportaciones
que
posteriormente
hicieron
Molière
y
Timoneda
LA OBRA. La estética de este nuevo 'Anfitrión', pretende evidenciar la fusión de épocas. / E. C.
El
amor
de
Júpiter
por
Alcmela,
casada
con
Anfitrión,
el
engaño
al
que
el
mito
somete
a su
amada
y el
enredo,
primero
de
la
comedia
clásica,
al
que
Plauto
invita
en
su
histórico
'Anfitrión'
vuelven,
una
vez
más,
desde
la
Roma
antigua
a la
escena
actual.
Los
asturianos
de
Margen
se
encargan
de
este
nuevo
viaje
y
con
él y
sus
máscaras
abren
hoy
la
temporada
de
otoño
del
teatro
Jovellanos.
El
cartel,
«todo
un
estímulo»,
para
la
gerente
del
teatro,
Carmen
Veiga,
demuestra,
aseguran
los
de
Margen,
«que
las
cosas
están
cambiando,
pues
es
la
primera
vez
que
un
grupo
de
aquí
levanta
el
primer
telón
de
la
temporada».
Arturo
Castro
y
José
Antonio
Lobato,
coautores
de
este
nueva
revisión
del
clásico,
han
puesto
toda
la
carne
en
el
asador
para
contar
no
sólo
lo
que
un
día
escribió
Plauto,
sino
lo
que
otros
muchos
añadieron
con
el
tiempo.
Así
a
esta
«comedia
absolutamente
actual
por
su
atemporalidad»,
se
han
sumado
las
propuestas
que
Molière
aportó
en
el
siglo
XVII
y
las
que
un
siglo
antes
añadía
el
valenciano
Juan
Timoneda.
Y es
que
'Anfitrión'
-la
obra
que
dio
nombre
al
arquetipo
de
quien
bien
hospeda-
ha
sido
una
de
las
dramaturgias
más
revisadas
de
la
historia.
De
hecho,
como
recordaban
ayer
Castro
y
Lobato,
a
los
autores
que
ellos
unen
en
su
particular
'Anfitrión'
del
siglo
XXI,
se
podrían
sumar
otros
como
Dryden
o
Giraudoux,
que
también
reelaboraron
la
obra.
Al
eclecticismo
autoral
se
suman
otros
conciliaciones
como
la
que
se
afronta
con
el
vestuario,
donde
un
pantalón
militar,
siglo
XX,
comparte
escena
con
una
casaca
afrancesada
del
siglo
XVIII
o
una
coraza
de
la
Legión
VII.
«Hemos
mezclado
elementos
visuales
romanos
con
otros
de
muchos
años
después
y
algunos
de
hoy
para
remarcar
el
hecho
de
la
atemporalidad
de
la
obra»,
advierte
Arturo
Castro.
Lo
mismo
ocurre
con
el
lenguaje,
sometido
a la
disciplina
del
paso
del
tiempo,
«aunque
más
sutilmente
que
el
vestuario»,
apunta
Lobato.
«Hemos
respectado
la
estructura
y
los
elementos
de
entonces,
pero
no
hemos
podido
evitar
inyectar
giros
de
hoy»,
añade.
|