Estoico.
Calígula
le
condenó
por
“impertinente”
y
Claudio
le
expulsó
a
Córcega,
donde
escribió
lo
mejor
de
su
obra.
Fue
rico
pero
austero,
y se
quitó
la
vida
asumiendo
una
injusta
condena.
Desde
los
tiempos
del
emperador
Octavio
Augusto,
Roma
vio
como
cientos
de
intelectuales,
políticos
y
militares
llegados
de la
península
Ibérica
se
acomodaban
en sus
foros
de
poder,
con lo
que se
generó
un
auténtico
clan
de
hispanos
que se
ayudaban
entre
sí
para
alcanzar
los
puestos
más
relevantes
del
Imperio.
El
ejemplo
más
notable
lo
constituyó
Lucio
Anneo
Séneca.
Nacido
en
Corduba
en el
año 4
a.C.,
perteneció
a una
acomodada
familia
donde
destacaba
la
figura
de su
padre
Marco
Lucio
Anneo,
más
conocido
por la
historia
como
Séneca
“El
Viejo”,
un
reputado
filósofo
retórico
que
inculcó
en su
hijo
el
amor
por la
filosofía.
Cuando
Séneca
el
joven
contaba
9 años
de
edad,
la
familia
viajó
a
Roma,
ciudad
en la
que se
instalaron
bajo
los
beneficiosos
efluvios
del
emperador
Octavio.
Estudió
retórica
como
otros
muchachos
de su
condición
social.
Se
educó
bajo
la
tutela
de
oradores
como
Papirio
Fabiano
o
filósofos
de la
talla
de
Atalo
y
Demetrio.
Asimismo,
fue
aprendiz
durante
un año
del
gran
filósofo
Sotión,
hasta
que,
una
vez
cumplidos
los i8
años
de
edad,
se
entregó
con
entusiasmo
a su
ascenso
social,
primero
trabajando
de
orador
en
actos
públicos,
para
luego
convertirse
en un
magnífico
abogado
que
logró
gran
popularidad
en
Roma.
La
fortuna
de
Séneca
comenzó
a
crecer
a
ritmo
vertiginoso.
En 4i
d.C.,
fue
elegido
senador
bajo
el
mandato
del
temido
Calígula,
el
mismo
que le
condenó
a
muerte
por
considerarlo
un
impertinente.
El
cordobés
salvó
la
vida
casi
de
milagro
al
argumentar
que se
encontraba
enfermo
de
asma y
que,
por
tanto,
le
quedaba
poco
que
hacer
en
este
mundo.
La
treta
conmovió
al
tiránico
Calígula
y el
estoico
pudo
seguir
con
sus
aspiraciones
a
controlar
el
gobierno
de la
ciudad
eterna.
Una
vez
desaparecido
el
emperador,
llegó
al
poder
Claudio,
quien
condenó
a
Séneca
al
exilio
en
Córcega
por
entender
que
había
participado
en
algunas
intrigas
políticas.
Nuestro
personaje
asumió
con
estoicismo
innato
la
condena
y,
durante
ocho
años
se
dedicó
a
escribir
ensayos
y
dramas,
que le
catapultaron
a la
fama
literaria.
En 49
d.C.,
Agripina
lo
mandó
llamar
para
que
fuera
el
tutor
de su
hijo
Nerón;
por
entonces
Séneca
contaba
53
años y
un
tesoro
calculado
en
varios
millones
de
sestercios.
Este
patrimonio
se
vería
incrementado
en los
años
que se
dedicó
a la
educación
del
futuro
emperador.
Cuando
Nerón
fue
Augusto
en 54
d.C.,
el
mando
del
Imperio
fue
asumido
por
Agripina
y
Séneca.
Los
primeros
cinco
años
de
Nerón
bajo
los
auspicios
de sus
custodios
fueron
realmente
interesantes.
Muchos
estudiosos
los
han
calificado
de
excepcionales
y,
buena
parte
de
culpa
la
tuvieron
Séneca
y su
amigo
Afranio
Burro,
jefe
de la
guardia
pretoriana.
Bien
es
cierto
que
fue
acusado
por
algunos
rivales
de ser
un
usurero
que
sólo
ambicionaba
enriquecerse
más y
más,
aunque
lo
único
constatable
es que
el
filósofo
cordobés
vivía
de
manera
extremadamente
rigurosa:
comía
poco,
bebía
agua,
dormía
en un
tablón
de
madera
y era
fiel a
su
querida
esposa
Paulina.
El
motivo
que
dominó
esta
curiosa
forma
de
vida
fue,
desde
luego,
su
profunda
implicación
en las
directrices
marcadas
por la
escuela
de
filosofía
estoica,
de la
que
era
uno de
los
máximos
representantes.
Séneca
apostó
por
situar
la
sabiduría
en el
vértice
del
poder
asegurando
a los
hombres
una
guía
racional
y
justa.
Intentó
mantener
el
modelo
de
Octavio
para
sus
enseñanzas
a
Nerón,
pero
éste
optó
por
otros
caminos
más
plúmbeos.
Lejos
de su
carrera
política,
lo que
realmente
provocó
que su
nombre
entrara
en la
Historia
fue su
magna
obra
escrita.
De
ésta
no se
ha
conservado
la
totalidad,
aunque
sí
algunos
títulos,
en
todo
caso,
suficientes
para
dimensionarlo
como
el
intelectual
que
fue.
El
centro
esencial
de su
doctrina
era la
problemática
de la
existencia
y sus
contradicciones,
la
búsqueda
de la
virtud
para
alcanzar
la
verdadera
felicidad,
la
forma
de
conciliar
el
amor
por
uno
mismo
y por
los
demás
y el
buscar
un
equilibrio
entre
lo
individual
y lo
político.
Séneca
fue
admirado
por
los
pensadores
cristianos
puesto
que
sus
ideas
estoicas,
como
la
presencia
de
Dios,
los
problemas
de la
muerte
y la
esperanza
de una
vida
después
del
fallecimiento,
estaban
en
conexión
con el
cristianismo.
Lamentablemente,
su
discípulo
Nerón
no
estuvo
a la
altura
del
maestro,
y en
el año
65
d.C.,
le
acusó
de
formar
parte
de una
conspiración
dirigida
por
Calpurnio
Pisón,
quien
pretendía
destronar
al
emperador
en
beneficio
propio.
Lo
realmente
cierto
es que
Séneca
llevaba
retirado
de la
política
tres
años y
en ese
tiempo
se
había
dedicado
a su
literatura
y poco
más.
Por
desgracia,
la
mente
de
Nerón
estaba
demasiado
obtusa
como
para
entender
que su
antiguo
maestro
no
tenía
o no
quería
hacer
nada
en el
concierto
político
romano.
Aún
así,
la
confesión
forzada
de
Lucano,
un
pariente
lejano
de
Séneca,
fue
suficiente
para
que el
déspota
le
condenara
a
muerte.
El
filósofo
intentó
defenderse
de las
acusaciones
ante
el
embajador
enviado
por el
díscolo
alumno;
todo
fue
inútil
y la
sentencia
fatal
se
mantuvo.
Séneca
quiso
ser
fiel a
su
estoicismo
hasta
el
final
de sus
días,
asumió
la
pena,
se
despidió
de su
mujer
Paulina
y acto
seguido
ingirió
cicuta
mientras
se
cortaba
las
venas
sumergido
en una
bañera.
De esa
manera
conservó
su
independencia
de
carácter
hasta
el
minuto
final
de su
existencia.
Antes
de
morir,
escribió
una
carta
a su
amigo
Lucilio
en la
que se
podía
leer:
“En lo
que me
atañe
he
vivido
lo
bastante
y me
parece
haber
tenido
todo
lo que
me
correspondía.
Ahora,
espero
la
muerte”. |