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4/11/2004

Rosario Fontova / Barcelona ●  www.elperiodico.com

El Saló del Tinell exhibe un gran conjunto monumental de un templo croata
Aun descabezada, la estatua del emperador Augusto impone, con su coraza de mármol blanco esculpida con escenas de nereidas y su postura entre viril y autoritaria. En realidad, el senador republicano que fundó la dinastía Augusta era un tipo frugal que sufría de colitis y bronquitis y que tenía pánico a las corrientes de aire. Pero como emperador fue divinizado y presentado como un héroe en numerosos templos del Imperio Romano, de Narona a Barcino.

Uno de estos santuarios o Augusteum estaba situado en la Dalmacia romana, en la ciudad de Narona, actual Croacia. Hacia el siglo VI, cuando triunfó la cristianización, el templo fue concienzudamente arrasado y las decenas de estatuas que contenía quedaron pulverizadas. Encima pervivió una necrópolis y siglos más tarde hubo un establo. Hasta que en 1995 investigadores del Museo Arqueológico de Split dieron con el sensacional hallazgo, según relató ayer el exdirector del museo Emilio Marin, que acaba de ser nombrado embajador croata en el Vaticano.

RESTAURACIÓN

Un proceso de restauración complejo ha recompuesto hasta 17 de las estatuas de la familia imperial augusta, todas sin cabeza. De ellas se exponen ocho en el Saló del Tinell gracias a la colaboración entre el museo de Split y el Museu d'Història de la Ciutat (MHC). El gran valor de esta exposición, titulada Divo Augusto (Divino Augusto), radica en que no hay otro conjunto monumental comparable. La exposición comienza con un reencuentro feliz entre la cabeza y el cuerpo de la estatua de Luvia Drusila, esposa de Augusto, mujer longeva, intrigante y un mal bicho con fama de envenenadora. La cabeza se conservaba en el Ashmolean Museum de Oxford y el cuerpo permaneció en Croacia.

Al lado de la pareja imperial desfilan Agripina la Joven, Tiberio y Vespasiano, identificados por su hipotética colocación en el templo y los pliegues de su vestimenta que marcaba la moda por la arqueóloga Isabel Rodá. En un rincón, aún por restaurar, yace en mármol el cuerpo de Claudio, a quien le gustaba ser inmortalizado como Júpiter, una exageración si tenemos en cuenta que su apelativo popular era El Idiota.

La exposición se complementa con una serie de datos sobre el templo augusto que hubo en la ciudad-colonia de Barcino, fundada al mismo tiempo que Narona, hacia el siglo I. Es más que aconsejable desplazarse desde el Tinell a la sede del Centre Excursionista (Paradís, 10), para ver los vestigios de ese templo. Isabel Rodá contaba ayer que era de dimensiones mucho más grandes que su homónimo croata. Pero de él sólo quedan tres grandes columnas con sus capiteles. Inconvenientes del crecimiento urbanístico.

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