Aun
descabezada,
la
estatua
del
emperador
Augusto
impone,
con su
coraza
de
mármol
blanco
esculpida
con
escenas
de
nereidas
y su
postura
entre
viril
y
autoritaria.
En
realidad,
el
senador
republicano
que
fundó
la
dinastía
Augusta
era un
tipo
frugal
que
sufría
de
colitis
y
bronquitis
y que
tenía
pánico
a las
corrientes
de
aire.
Pero
como
emperador
fue
divinizado
y
presentado
como
un
héroe
en
numerosos
templos
del
Imperio
Romano,
de
Narona
a
Barcino.
Uno de
estos
santuarios
o
Augusteum
estaba
situado
en la
Dalmacia
romana,
en la
ciudad
de
Narona,
actual
Croacia.
Hacia
el
siglo
VI,
cuando
triunfó
la
cristianización,
el
templo
fue
concienzudamente
arrasado
y las
decenas
de
estatuas
que
contenía
quedaron
pulverizadas.
Encima
pervivió
una
necrópolis
y
siglos
más
tarde
hubo
un
establo.
Hasta
que en
1995
investigadores
del
Museo
Arqueológico
de
Split
dieron
con el
sensacional
hallazgo,
según
relató
ayer
el
exdirector
del
museo
Emilio
Marin,
que
acaba
de ser
nombrado
embajador
croata
en el
Vaticano.
RESTAURACIÓN
Un
proceso
de
restauración
complejo
ha
recompuesto
hasta
17 de
las
estatuas
de la
familia
imperial
augusta,
todas
sin
cabeza.
De
ellas
se
exponen
ocho
en el
Saló
del
Tinell
gracias
a la
colaboración
entre
el
museo
de
Split
y el
Museu
d'Història
de la
Ciutat
(MHC).
El
gran
valor
de
esta
exposición,
titulada
Divo
Augusto
(Divino
Augusto),
radica
en que
no hay
otro
conjunto
monumental
comparable.
La
exposición
comienza
con un
reencuentro
feliz
entre
la
cabeza
y el
cuerpo
de la
estatua
de
Luvia
Drusila,
esposa
de
Augusto,
mujer
longeva,
intrigante
y un
mal
bicho
con
fama
de
envenenadora.
La
cabeza
se
conservaba
en el
Ashmolean
Museum
de
Oxford
y el
cuerpo
permaneció
en
Croacia.
Al
lado
de la
pareja
imperial
desfilan
Agripina
la
Joven,
Tiberio
y
Vespasiano,
identificados
por su
hipotética
colocación
en el
templo
y los
pliegues
de su
vestimenta
que
marcaba
la
moda
por la
arqueóloga
Isabel
Rodá.
En un
rincón,
aún
por
restaurar,
yace
en
mármol
el
cuerpo
de
Claudio,
a
quien
le
gustaba
ser
inmortalizado
como
Júpiter,
una
exageración
si
tenemos
en
cuenta
que su
apelativo
popular
era
El
Idiota.
La
exposición
se
complementa
con
una
serie
de
datos
sobre
el
templo
augusto
que
hubo
en la
ciudad-colonia
de
Barcino,
fundada
al
mismo
tiempo
que
Narona,
hacia
el
siglo
I. Es
más
que
aconsejable
desplazarse
desde
el
Tinell
a la
sede
del
Centre
Excursionista
(Paradís,
10),
para
ver
los
vestigios
de ese
templo.
Isabel
Rodá
contaba
ayer
que
era de
dimensiones
mucho
más
grandes
que su
homónimo
croata.
Pero
de él
sólo
quedan
tres
grandes
columnas
con
sus
capiteles.
Inconvenientes
del
crecimiento
urbanístico.