Luis Alberto de Cuenca habló en el MNAR de la producción funeraria de Calímaco de Cirene.
Tras
ocupar
la
Secretaría
de
Estado
de
Cultura
en
la
pasada
legislatura,
Luis
Alberto
de
Cuenca
se
ha
centrado
en
su
labor
como
escritor
y
profesor
del
Centro
Superior
de
Investigaciones
Científicas.
Ayer
estuvo
en
Mérida
para
disertar
sobre
'Lectura
y
comentario
de
epitafios
de
la
antología
palatina'
en
el
Museo
Nacional
de
Arte
Romano.
-¿Qué
asuntos
aborda
en
esta
conferencia?
-He
decidido
desarrollar
un
tema
que
consiste
en
explicar
la
producción
funeraria
de
Calímaco
de
Cirene,
uno
de
los
grandes
poetas
griegos
de
época
helenística,
del
siglo
III
antes
de
Cristo.
Tiene
una
serie
de
epigramas
de
temas
funerarios,
que
me
han
parecido
interesantísimos
desde
el
punto
de
vista
literario,
sobre
los
que
he
trabajado
desde
antiguo.
En
mi
intervención,
doy
lectura
y
comentario
a
todos
estos
epigramas
de
Calímaco
de
Cirene,
quien
estuvo
muy
relacionado
con
la
dinastía
de
los
Ptolomeos
en
Alejandría,
y
que
desarrolló
funciones
muy
importantes
en
la
corte
de
Ptolomeo
II y
Ptolomeo
III.
-¿Qué
peculiaridad
tienen
esos
textos?
-Son
epitafios,
es
lo
que
uno
puede
ver
inscrito
sobre
las
tumbas.
Son
textos
muy
despojados,
pero
al
mismo
tiempo
muy
sabios,
porque
parecen
muy
sencillos
pero
entrañan
muchísima
sabiduría
métrica
y
retórica.
Además,
inician
un
género
que
sería
fundamental
incluso
en
la
poesía
occidental
más
reciente.
Recuerdo
por
ejemplo
el
libro
'Spoon
river
anthology',
de
Edgar
Lee
Masters,
que
consiste
en
que
cada
poema
es
un
epitafio
de
alguien
que
ha
muerto
en
el
Medio
oeste
norteamericano;
un
libro
que
ha
influido
mucho
a
los
poetas
actuales.
-¿Los
epitafios
cristianos
tienen
su
origen
en
estos
textos?
-Los
epitafios
cristianos,
que
podemos
ver
en
cementerios
y
algunos
de
ellos
muy
hermosos
literariamente,
tienen
su
origen,
como
casi
todo,
en
el
mundo
griego.
Los
latinos
copiaron
a
los
griegos
y
después
los
cristianos
copiamos
a
los
latinos. |