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17/11/2004 |
Ciudad del
Vaticano ●
Efe |
Una
Muestra
revela
que
griegos
y
romanos
coloreaban
sus
esculturas |
Las
esculturas
antiguas
griegas
y
romanas
no
eran
de un
blanco
purísimo,
sino
que
estaban
pintadas
con
fuertes
colores
para
resaltar,
según
desvela
la
exposición
"Mil
años
de
colores
en la
escultura
antigua",
inaugurada
hoy en
los
Museos
Vaticanos.
La
exposición,
que
permanecerá
abierta
hasta
el 31
de
enero
de
2005,
muestra
la
reconstrucción
de los
colores
originales
de una
quincena
de
esculturas
griegas
y
romanas,
entre
las
que
destacan
la
estatua
original
del
Augusto
de
Prima
Porta
y la
copia
pintada
de
como
era en
realidad
y una
cabeza
del
emperador
Calígula,
también
con su
copia.
Paolo
Liveriani,
comisario
de la
exposición,
dijo
en la
inauguración
que a
través
de la
misma
se
quiere
promover
una
idea
más
real
del
arte
antiguo
y
acabar
con la
secular
convicción
de que
la
escultura
griega
y
romana
eran
de
color
blanco,
"cuando
en
realidad
ese
blanco
que ha
llegado
hasta
nosotros
-precisó-
se
debe a
una
pérdida
de
policromía".
En la
sala
vaticana
se
exponen
obras
originales
y
otras
tantas
reconstrucciones
en
yeso,
resina
o
mármol
que
forman
parte
de las
colecciones
de los
Museos
Vaticanos,
del
Glyptothek
de
Munich
y el
Ny
Carlsberg
Glyptothek
de
Copenhague.
Las
obras
originales
van
del
arcaísmo
griego
(VI
siglo
antes
de
Cristo)
al 500
después
de
Cristo
y
todas
presentan
trazas
más o
menos
conservadas
de la
antigua
policromía,
gracias
a la
cual,
echando
mano
de
técnicas
modernas,
se ha
podido
conocer
su
aspecto
original.
Entre
las
reconstrucciones
griegas
se
encuentra
el
león
arcaico
de
Loutraki,
cerca
de
Corintio;
algunas
figuras
de los
dos
frontones
del
templo
de
Atenas
Aphaia,
en
Egiuna;
torsos
de la
Acrópolis
de
Atenas
y una
ánfora
funeraria
en
mármol.
De la
época
romana
destacan,
junto
al
original,
la
reconstrucción
del
Augusto
de
Prima
Porta;
dos
lastras
del
revestimiento
en
mármol
del
Aula
del
Coloso
del
Foro
de
Augusto;
el
retrato
del
emperador
Calígula,
un
sarcófago
policromado
de
época
constantina
que
conserva
casi
intacta
el
dorado
y el
retrato
de la
emperatriz
bizantina
Ariana
(515
después
de
Cristo).
También
se
exponen
terracotas
etruscas
provenientes
de
Cerveteri
y
Vulci
(al
norte
de
Roma).
Paolo
Liverani
hizo
un
recorrido
por la
historia
y
recordó
que en
1764
el
alemán
Winckelmann,
considerado
el
fundador
de la
historia
del
arte y
de la
arqueología,
afirmaba
que en
una
escultura
el
blanco
rechazaba
los
rayos
luminosos
y que
por
ello
"un
cuerpo
bello
es más
bello
cuanto
más
blanco
es y
cuando
está
desnudo
parecerá
más
grande
de lo
que
es".
En
aquellos
años
también
se
consideraba
el uso
del
color
como
un
signo
de
"inmadurez"
o de
"decadencia"
del
arte
antiguo,
confinándole
a los
márgenes
del
clasicismo.
Liveriani
aseguró
que
desde
el
siglo
XIX se
sabía
que la
escultura
antigua
era
coloreada,
pero
que se
ha
mantenido
hasta
nuestros
días
la
idea
-equivocada-
del
blanco
purísimo.
La
muestra
es
impactante
y no
deja
insensible
a los
visitantes,
ya que
esculturas
que
siempre
hemos
pensado
"blancas"
tenían
colores
fuertes,
rojos
(más
duraderos),
amarillos
(que
se
deterioraban
antes),
ocres,
verdes,
etc.
El
comisario
Liveriani
precisó
que
hay
que
verla
con
los
ojos
de
aquellos
años e
imaginárselas
bajo
un sol
penetrante
y
cegador
del
verano
griego,
o
contrastando
con
una
pared
de
estilo
pompeyano
pintada
en
rojo y
negro
o con
las
paredes
del
romano
Foro
de
Augusto
de
mármol
pintado
en un
azul
intenso
con
festones
rojos.
"Eran
contrastes
fuertes
para
luces
fuertes",
subrayó
Liverani.
De
ahí,
los
colores
rojo
fuerte
y azul
intenso
de la
túnica
de la
estatua
de
Augusto
encontrada
en la
villa
de la
mujer
Livia
en una
colina
de las
afueras
de
Roma
sobre
la vía
Flaminia
(Prima
Porta),
cuyo
objetivo
era
-según
Liveriani-
que
nadie,
de
noche,
penumbra
o día,
dudase
al
entrar
en la
villa
que se
refería
al
emperador.
En la
estatua
de
Augusto
no se
han
encontrado,
al
contrario
que en
la de
Calígula,
trazas
de
policromía
ni en
la
piel
de la
cara,
de las
piernas
ni de
los
brazos,
ni en
el
fondo
de la
coraza,
sino
sólo
en el
vestido
y en
los
relieves
de la
coraza,
en la
que se
narra
la
pérdida
de una
bandera
durante
una
guerra
y la
recuperación
de la
misma
por
parte
de
Augusto.
Para
desvelar
los
colores
usados,
los
especialistas
utilizaron
luces
ultravioletas
-que
permiten
ver en
el
mármol
trazas
de
colores
desaparecidos
y no
visibles-,
"barridos"
luminosos,
exámenes
microscópicos
y
análisis
químicos. |
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