La
nueva
película
de
Oliver
Stone
refleja
la
vida
de
Alejandro
Magno,
un
hombre
que
llevó
su
ejército
hasta
los
confines
del
mundo
conocido.
Alejandro
Magno
pasó a
la
historia
como
uno de
los
mayores
estrategas
de
todos
los
tiempos.
Un
hombre
que a
los 20
años
se
convirtió
en rey
de
Macedonia
y
cuyas
gestas,
en el
mejor
estilo
de un
héroe
épico,
lo
llevaron
a
dominar
la
mayor
parte
del
mundo
conocido
hasta
entonces,
sin
ser
derrotado
jamás.
Sus
hazañas
han
inspirado
best
sellers,
documentales
y
recientemente
una
nueva
película,
Alexander.
Así
como
su
protagonista,
la
cinta
de
Oliver
Stone
es una
magna
producción
de 155
millones
de
dólares,
sin
contar
los 60
millones
de su
promoción.
"Lo
bueno
de
Alejandro
es que
ganó.
Él
siempre
va a
ser
recordado
por
dos
razones:
por
conquistar
el
mundo
sin
haber
perdido
una
sola
batalla,
y
porque
era un
visionario
notable
de
espíritu
generoso",
explica
el
director
sobre
su
fascinación
por el
personaje.
No es
casualidad
que
una
aureola
de
leyenda
y
deidad
rodee
la
vida
de
este
implacable
guerrero
y
despierte
semejantes
pasiones
tantos
siglos
después.
"Se
trata
de un
personaje
excepcional
que en
sólo
10
años
conquistó
el
mundo
antiguo,
desde
el
Danubio
al
Nilo y
de ahí
al río
Indo.
Su
imperio
tenía
aproximadamente
ocho
millones
de
kilómetros
cuadrados
y lo
logró
antes
de los
32
años,
edad
en la
que
murió.
La
pregunta
es
¿cómo
habría
cambiado
el
mundo
si no
hubiera
muerto
tan
joven?",
dijo a
SEMANA
Valerio
Massimo
Manfredi,
profesor
de
arqueología
clásica
de la
Universidad
Bocconi
de
Milán
y
autor
del
best
seller
Aléxandros.
Alejandro
nació
en
Pella,
capital
del
reino
macedonio,
territorio
ubicado
al
norte
de la
antigua
Grecia,
en el
año
356
a.C.
Desde
niño
recibió
la
influencia
de su
padre,
el rey
Filipo
II,
bajo
cuyo
gobierno
y
campañas
de
expansión
Macedonia
se
convirtió
en la
cabeza
visible
del
mundo
heleno,
que
estaba
dividido
por
las
disputas
entre
las
distintas
polis,
en
especial
Esparta
y
Atenas.
Filippo
puso a
Alejandro
bajo
la
tutela
del
filósofo
Aristóteles,
que lo
instruyó
en la
cultura
griega.
Su
madre,
Olimpia,
era
una
princesa
de
Epiro,
con
quien
al
parecer
Alejandro
mantenía
una
relación
edípica
y de
quien
heredó
la
ambición.
Algunas
biografías
relatan
que
para
despejarle
el
camino
al
trono
a su
hijo,
ella
mató a
algunas
personas,
entre
ellas
una de
las
esposas
de
Filipo
y a su
pequeña
hija.
Olimpia
se
encargó
de
decirle
a
Alejandro
que su
padre
no era
el rey
macedonio
sino
el
propio
dios
Zeus y
al
parecer
se
creyeron
el
cuento
de su
divinidad
pues
años
más
tarde,
cuando
llegó
a
Egipto,
fue
designado
hijo
del
dios
Zeus -
Amón.
Su
espíritu
empezó
a
develarse
cuando
cumplió
16
años y
participó
en su
primera
campaña
contra
los
tribalos
y los
ilirios,
pueblos
bárbaros
asentados
al
norte
del
país.
Luego
comandó
la
caballería
en la
batalla
de
Queronea,
en la
cual
su
padre
invadió
Grecia
y
derrotó
la
coalición
de
atenienses
y
tebanos.
Pero a
pesar
de ser
considerado
el
heredero
legítimo,
la
relación
con
Filipo
se
hizo
difícil
cuando
el rey
se
casó
con
una
joven
aristócrata
macedonia,
lo que
motivó
el
exilio
a
Epiro
de
Olimpia
y
Alejandro.
Incluso
cuando
el
monarca
fue
asesinado
se
sospechó
de la
responsabilidad
de
madre
e hijo
en el
magnicidio.
Aun
así en
el año
336
a.C.
el
joven
se
convirtió
en
rey.
Algunos
biógrafos
cuentan
que su
primera
tarea
fue
acabar
con
sus
contradictores
que lo
consideraban
inexperto.
Luego
se
dedicó
a
expandir
su
reino
a
costa
de los
bárbaros
y los
griegos
que
intentaban
sublevarse
del
yugo
macedonio.
En 334
a.C.
dio
inicio
a su
principal
empresa:
la
conquista
de
Asia,
de los
territorios
del
imperio
persa,
enemigo
histórico
de los
griegos.
Expertos
hablan
de que
lo
movía
un
ideal
de
panhelenismo,
otros
de su
afán
por
extender
el
ideal
griego
de la
democracia
y
eliminar
las
divisiones
entre
Occidente
y
Oriente.
Pero
muchos
piensan
que
todo
se
debió
a su
carácter
megalómano:
"El
fue un
monarca
absoluto
y
conquistó
por
conquistar",
opina
Elizabeth
Carney,
autora
del
libro
Mujeres
y
monarquía
en la
antigua
Macedonia.
Sobre
su
también
legendario
caballo
Bucéfalo,
Alejandro
comandaba
su
ejército,
que
según
los
historiadores
estaba
conformado
por
7.000
arqueros,
19.000
infantes,
4.000
jinetes
y 900
unidades
de
tropas
auxiliares,
tanto
macedonios
como
habitantes
de los
territorios
dominados.
Se
enfrentaron
a un
ejército
muy
superior
en
número
con
más de
80.000
hombres,
sumados
a la
guardia
personal
del
rey
Darío
III
llamada
los
Diez
Mil
Inmortales.
La
leyenda
de
Alejandro
Magno
empezó
a
forjarse
junto
al río
Gránico
(Asia
Menor),
donde
resultó
vencedor.
Un año
más
tarde,
en la
batalla
de
Issos,
el rey
persa
huyó
hacia
el
este
dejando
en
manos
de
Alejandro
el
tesoro
real
de
Damasco,
así
como a
su
madre,
su
esposa
y sus
hijos,
a
quienes
les
respetó
la
vida.
Luego
dirigió
sus
pasos
hacia
Palestina
y de
ahí a
Egipto,
donde
se
autoproclamó
faraón
y
fundó
Alejandría,
la
primera
ciudad
que
llevaría
su
nombre.
En el
año
331
a.C.,
Alejandro
dirigió
sus
fuerzas
hacia
Mesopotamia,
donde
Darío
había
reunido
un
gran
ejército
y lo
venció
en la
batalla
de
Gaugamela.
Por
esos
años
el
líder
macedonio
se
casó
con
Roxana,
princesa
persa
con
quien
tuvo
un
hijo
también
llamado
Alejandro,
quien
sería
asesinado
a los
13
años.
De
acuerdo
con
las
biografías,
Alejandro
se
habría
casado
tres
veces,
principalmente
por
razones
políticas,
pues
mucho
se ha
hablado
de su
ambigüedad
sexual,
especialmente
por su
supuesta
íntima
relación
con
Hefestión,
su
mejor
amigo.
Cuentan
que
cuando
este
murió
el rey
entró
en
cólera
y
crucificó
al
médico
que lo
había
atendido.
Y es
que
sus
ataques
de ira
eran
tan
fuertes
que en
una
oportunidad,
luego
de
haber
bebido,
asesinó
a su
amigo
Clito
sin
importar
que le
hubiera
salvado
la
vida
en una
de sus
batallas.
Benévolo
o
cruel,
lo
cierto
es que
construyó
un
imperio
como
nunca
antes
se
había
visto,
que
incluía
territorios
que
hoy
ocupan
la
totalidad
o
parte
de
Grecia,
Macedonia,
Albania,
Turquía,
Bulgaria,
Egipto,
Libia,
Israel,
Jordania,
Siria,
Líbano,
Chipre,
Irán,
Irak,
Afganistán,
Uzbekistán,
Pakistán
y la
India.
La
muerte
lo
sorprendió
en
Babilonia
en 323
a.C.
cuando
estaba
a
punto
de
cumplir
los 32
años.
Aunque
se
habló
de un
posible
envenenamiento,
la
mayoría
de
autores
coincide
en que
murió
por
causa
de una
malaria,
leucemia
o una
pancreatitis
aguda.
Los
dominios
quedaron
a
merced
de sus
generales,
que
entraron
en
conflicto
y su
imperio
se
desvaneció
muy
pronto.
Pero
no así
su
leyenda,
que no
han
podido
eclipsar
ni
siquiera
los
emperadores
romanos,
los
zares
ni el
propio
Napoleón,
y que
sigue
vigente
23
siglos
después
de su
muerte. |