INDISCUTIBLE.
Troya
va
a
ser
uno
de
los
grandes
triunfos
de
la
presente
temporada.
Sus
cuidadas
imágenes,
bien
filmadas
y
montadas
siguiendo
las
conocidas
pautas
del
relato
cinematográfico
de
símil
'best-seller'
(cine
comercial
de
lenguaje
claro
y
liviano),
están
repletas
de
abundantes
fuegos
artificiales
que
explotan
entre
la
intensidad
de
la
acción,
los
colosales
combates,
el
vibrante
sonido
y
la
sencilla
exposición
de
los
hechos
históricos
que
la
película
cuenta
con
épica
e
intimismo.
Nada
que
rebatir
ni
discutir
a
un
modelo
de
espectáculo
ameno
y
popular.
Su
eficiente
guión,
intermitente
entre
la
apoteosis
de
las
grandiosas
batallas
conjugadas
con
las
piezas
dramáticas
que
tejen
las
decisiones
de
los
personajes
principales,
conforma
un
entretenido
filme
de
aventuras
de
época
consagrado
al
gancho
del
'star
system',
y
formulado
en
términos
y
planteamientos
de
cine
de
fácil
consumo,
que
explora
sin
ambages
lo
obvio,
razón
de
su
buen
funcionamiento
en
taquilla.
El
contenido
de
la
película
no
engaña
a
nadie.
Da
lo
que
el
espectador
quiere
recibir.
Y
sus
características
de
lenguaje
fílmico
entroncan,
con
menos
adorno
vacuo,
con
Gladiator,
de
Ridley
Scott,
que
puso
en
la
parrilla
de
salida
cierto
resurgir
por
el
gusto
de
filmes
ambientados
en
la
antigua
Roma.
Troya
nos
traslada
a
la
época
griega
de
hace
tres
milenios
y
nace
fiel
y
amanuense
a
los
patrones
utilizados
por
Scott.
Y
su
timonel
(Wolfgang
Petersen),
no
se
anda
por
las
ramas
y
utiliza
miras
muy
parecidas,
empleando
formas
narrativas
transparentes
y
sin
quiebros,
sin
meter
la
pata.
El
conjunto
no
fascina.
Tampoco
emociona.
Se
deja
ver;
no
defrauda,
y,
entre
tanto
resquicio
y
esquinas
argumentales
hay
algo
de
cine
rodado,
como
la
escena
de
Príano
(Peter
O'Toole)
suplicando
a
Aquiles
(Brad
Pitt,
dibujado
como
un
psicópata
y
degenerado)
que
le
deje
llevar
el
cadáver
de
Hector
(Eric
Bana).
Por
que,
a
fin
de
cuentas,
y
aunque
la
propaganda
de
la
cinta
mencione
a
bombo
y
platillo
que
se
trata
de
un
título
basado
e
inspirado
en
textos
incunables
de
la
envergadura
de
La
Iliada,
La
Odisea
y
La
EnEIda,
de
lo
único
que
se
habla
al
abandonar
la
sala
de
proyección,
y
no
nos
engañemos,
es
del
aspecto
físico
de
Brad
Pitt,
sin
duda,
el
auténtico
aval
de
Troya.
Este
último
trabajo,
digno
y
aplicado,
de
Wolfgang
Petersen,
que
parece
haber
olvidado
sus
ambiciones
expresivas
y
talentosa
puesta
en
escena
en
su
Alemania
natal,
es
un
distraído
pasatiempo
de
aventuras
que
corrobora
la
pericia
de
buen
narrador
del
autor
de
El
submarino,
que
muestra
oficio
en
la
aplicada
ordenación
de
los
hechos
que
cuenta,
que
da
la
talla
como
director
de
actores,
y
orquesta
acertada
y
adecuadamente
los
colosales
efectos
especiales,
integrando
en
el
relato,
como
hizo
con
La
tormenta
perfecta,
tanto
los
aspectos
impresionantes
generados
por
ordenador,
para
crear,
entre
otras
cosas,
los
planos
aéreos
de
masas
de
soldados
y
la
enorme
flota
de
barcos,
como
los
momentos
íntimos
y
dramáticos
que
perfilan
los
sentimientos
de
los
personajes
y
las
ambiciones
que
acunan.
En
producciones
de
este
calibre,
un
cineasta
tan
experimentado
como
es
el
autor
de
En
la
línea
de
fuego
sabe
que
en
los
tiempos
que
corren
es
obligatorio
prescindir
de
las
exquisiteces
y
el
tono
intelectual
(recuérdese
el
fiasco
de
Cleopatra,
de
J.L.
Mankiewicz)
y
centrarse
en
temas
universales
enfocándolos
desde
la
perspectiva
de
la
elementalidad,
del
tratamiento
sencillo,
depurando
el
material
hasta
dejarlo
en
un
ligero
resumen
de
tal
manera
que
los
árboles
dejen
ver
el
bosque.
Con
estos
principios
básicos
del
cine
comercial
se
cocina
Troya,
un
tebeo
caro
que
arranca
por
un
frívolo
y
desafiante
lío
de
faldas
y
descolla
en
sus
casi
tres
horas
de
duración
conflictos
entre
reyes,
duelo
de
valientes
guerreros,
luchas
encarnizadas,
amores
adúlteros,
planes
imperialistas,
relaciones
padre/hijo,
héroe
vulnerable
y
paladín
inteligente.
Todo
esto
y
más
se
encuentra
en
Troya,
un
éxito,
sí,
y,
además,
la
grata
oportunidad
de
ver
en
pantalla
a
dos
intérpretes
algo
olvidados
pero
de
pálpito
inmarchitable,
Julie
Christie,
en
el
papel
de
Tetis,
madre
de
Aquiles,
y
Peter
O'Toole,
como
Príamo,
padre
de
Héctor,
líder
del
pueblo
troyano.
TROYA
(EE
UU,
2003)
Director:
Wolfgang
Petersen.
Guionista:
David
Benhioff
Fotografía:
Roger
Pratt
Música:
James
Horner
Intérpretes:
Brad
Pitt,
Eric
Bana,
Orlando
Bloom,
Diane
Kruger
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