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29/05/2004

Tomás Pérez Turrent● www.el-universal.com.mx

Troya y el poder del cine
Troya es una súper producción de Hollywood, de las de ahora y con todo lo que esto quiere decir. Veamos: 500 obreros malteses, 200 artesanos ingleses, mil 200 extras de diversas nacionalidades, 4 mil cactus (de diversas especies) desenterrados bajo el ojo vigilante de los botánicos, 200 toneladas de yeso y la protección rigurosa de las tortugas mexicanas en vías de extinción (no por culpa de los condenados de la tierra de nuestro país, que se ríen a carcajadas cuando oyen a Chente hablar, sin sentir vergüenza del auge mexicano, de los cientos de miles de oportunidades de trabajo que él [solito] proporciona), para evitar que los fogosos griegos y troyanos aplasten a los guerreros todos sabemos que son de mentiritas y les basta con hacer bola para que Hollywood se dé lujos.

La película es ante todo esto, es decir, un recuento de los sucesos que se suponen "directos" de La Iliada en megaproyecto y según Hollywood (no puedo decir un proyecto del germano Wolfgang Peterson, que es apenas otro trabajador más), bien pagado.

La única cualidad palpable de este asunto es que Peterson consigue el único éxito posible: hacer un peplum , que era como se llamaba a las películas italianas de fines de los 50 y los 60 hechas para competir en el mercado.

El género peplum era dedicado a las cintas italianas sobre gladiadores, pero desapareció a fines de los 60 por el spaghetti western que hizo estrella a Clint Eastwood.

Troya (Troy ) es un peplum kitsch de casi tres horas (dos horas 45 minutos para ser exacto), cuando en Cannes se ha exhibido fuera de concurso con duración de 2 horas y 20 minutos.

De hecho, la película no es para los profesores grecolatinos que enseñan griego ni para los fanáticos de Brad Pitt (Hollywood no se mide) ni aun filmando en Baja California, en Rosarito, donde está el tanque construido por la Fox para Titanic .

Pitt no es un dios ni un semidiós o más bien un invencible superhéroe a la gringa que goza Mykonos. También aparecen celtas de cabellos largos y por lo tanto los griegos hablan con acento escocés y por ahí anda también un japonés cargado de esteroides y con aspecto de habitar en Miami.

No sé, pero es muy posible que Estados Unidos haya mutado ya por formar parte del celebérrimo eje del mal que, a fuerza de mencionarlo, se ha nacionalizado miamiano.

Para confirmarlo se diría que todas las batallas y muertes en los inmensos campos (de pura ilusión), siempre son vistas por lo menos al principio y al final de la toma a lo mejor nuestros procuradores ya descubrieron no el punto de vista de Los últimos días de Pompeya y llevan en sus portafolios los documentos de su inteligencia (?). En fin, nada es mejor que el punto de vista del bombardero B52.

Recordemos los hechos: el joven y barbilindo Paris, joven príncipe de Troya con monísimos rizos, le roba la fémina Elena a Menelao durante un paseo en el reino de Micenas.

Menelao calienta al ambicioso con sueños de imperialista como Agamenón (que también desea a la ingrata). Digamos que para Agamenón es el mejor pretexto y el bocado perfecto que codicia: resulta que Troya es el único reino rebelde que se opone a su ambición.

Es bueno aclarar que el otro personaje importante es Aquiles y el más popular de los guerreros, considerado un semidiós. Mientras tanto, aparece un sustituto ideal para Aquiles que coquetea con los troyanos. Su contraparte es Eric Bana, nada menos que Hulk ya como héroe fílmico.

La película es globalmente grotesca, pero tiene cierto interés en sus detalles, sobre todo en el caso de los actores. Algunos se ven flácidos y sobre todo en silencio, porque en cuanto se mueven o se toman en serio se ven bien. Es el caso de lo que queda de Julie Christie y Peter O`Toole.

Del guionista David Benioff, cuesta trabajo creer que sea el mismo de La hora 25 ; luego se da uno cuenta de que es sin duda su mano la que ejerce cuando vemos a Aquiles como mercenario.

Claro que luego todo se explica por el hecho libidinal y por lo tanto el problema no es una cuestión de intereses y ambiciones política Ver una película como ésta en 2004 tiene ecos diferentes. Basta leer el periódico que sea para comprender que en las cabezas decapitadas, la toma de la ciudad, la voluntad de humillar al otro y las ilusiones ópticas se encuentran resonancias de hoy: por ejemplo Rumsfeld, Condoleezza Rice, Colin Powell, Tony Blair, George W. Bush y quienes los acompañan. Esto da al filme su efímera razón de ser.

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