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Brad
Pitt
se
convierte
en
un
dios
griego
para
la
pantalla
grande
interpretando
a
Aquiles
en
Troya |
Asegura
el actor
que le
saca
provecho
a sus 40
recién
cumplidos.
La
etiqueta
que le
colgaba
la
revista
Vanity
Fair de
“típico
americano”
le queda
que ni
pintada
a Brad
Pitt.
Rubio,
alto,
ojos
azules y
guapísimo,
este
galán de
cine por
el que
suspiran
generaciones
y
generaciones
de
hombres
y
mujeres
cumplió
40 años
hace
unos
meses;
se
estrena
como
amante
de
Angelina
Jolie en
la
película
Mr. and
Mrs.
Smith;
está
felizmente
casado
con
Jennifer
Aniston
y se
convierte
en un
dios
griego
para la
gran
pantalla
interpretando
a
Aquiles
en la
odisea
de
Wolfgang
Petersen:
Troya.
Este
verano
las
piernas
de moda
no serán
las de
Beckham
sino las
de Pitt
que, con
su falda
de
guerrero,
dejará
que el
mundo
admire
sus
muslos
seduciendo
a golpe
de
espada y
más de
uno
disfrutará
el
fetichismo
que
provocarán
sus
débiles
talones
en
Thelma
Actor,
arquitecto
y ahora
productor,
con su
nueva
compañía
Plan B,
que ha
creado
junto a
su
esposa
Jennifer
Aniston,
Brad
Pitt
disfruta
de nuevo
con
personajes
que
muestran
su
singular
fisonomía.
Atrás
quedan
Snatch,
12 Monos
o El
Club de
la
Pelea,
donde
trató
por arte
del
maquillaje
de
esconder
su
belleza
y
mostrar
al
público
su
talento
para la
interpretación.
Superada
la
crisis,
Pitt
encabeza
esa
lista de
cuarentones
que el
mundo
admira
como si
fueran
adolescentes,
sus
aliados
en este
triunvirato
son Tom
Cruise y
Johnny
Depp,
aunque
Orlando
Bloom
trate
por
todos
los
medios
de
arrebatarles
el
puesto.
Representando
a
Aquiles
en
Troya,
Pitt
seduce y
sorprende,
no en
vano
sabe
bien lo
que es
estar
considerado
un
semidios,
sambenito
que
gracias
a su
físico
recibió
cuando
debutó
en la
película
Thelma y
Louise.
Es
precisamente
gracias
a
intérpretes
como
Brad
Pitt por
lo que
en la
historia
moderna
se
venera a
los
actores
como si
fueran
los
nuevos
miembros
del
Olimpo.
-Estamos
asistiendo
a un
renacimiento
del cine
épico.
¿A qué
cree que
se debe?
¿Quién
sabe?
Obviamente,
Gladiator
abrió la
puerta
en
cierta
medida.
Personalmente,
creo que
es una
combinación
de
casualidades
y que
tiene
que ver
con que
los
estudios
tienen
suficiente
dinero
para
hacerlo,
lo que
debe
tener
mucho
que ver.
-¿Qué es
lo más
duro de
hacer en
una
película
como
Troya?
El
esfuerzo
físico.
Lo más
difícil,
cuando
se
acerca
el final
del
rodaje,
es que
cada vez
es más
duro
seguir
el
ritmo,
sobre
todo
cuando
se trata
de
escenas
de
acción
que
requieren
esfuerzo
físico y
no sabes
cuándo
vas a
terminar.
Eso me
pone un
poco
nervioso.
Si
empiezas
a correr
y sabes
que
tienes
por
delante
cinco
kilómetros,
puedes
calcular
qué
ritmo
tienes
que
llevar
para
aguantar.
Pero si
los
cinco
kilómetros
se
convierten
en
siete,
luego en
ocho y
luego en
diez… No
se me
ocurre
otra
forma de
explicarlo.
-¿Pensó
mucho en
cómo era
Aquiles
y en qué
le
pasaba
por la
cabeza?
Claro,
ahí es
donde
entra la
investigación.
Cuando
lees el
guión,
te das
cuenta
que
detrás
hay una
gran
historia,
la
Ilíada,
de
Homero.
Tiene
mucha
fuerza
pero,
después
de
leerlo
por
primera
vez,
todavía
no podía
identificar
exactamente
de dónde
le
venía. Y
ahí es
donde
entra el
descubrimiento,
las
cosas
empiezan
a salir
a la
superficie.
-¿Cómo
elige
sus
proyectos?
Nunca lo
tengo
claro
hasta
que
termino
el
último.
Sé que
la gente
los
ordena y
tiene
compromisos
posteriores
mientras
rueda,
pero
creo que
eso no
suele
salir
bien. En
realidad
nunca lo
tienes
demasiado
claro…
Supongo
que lo
que
buscas
es algo
que
nunca
hayas
hecho
antes.
Quieres
encontrar
algo
nuevo.
-¿Cree
que es
precisamente
en
papeles
como
éste, de
Aquiles,
en los
que el
público
quiere
verle?
No
soy la
persona
más
apropiada
para
contestar
a eso.
No sé
qué
quiere
la gente
porque,
si lo
supiera,
tal vez
intentaría
ir en la
dirección
contraria.
Me gusta
interpretar
a
personajes
en los
que me
interese
profundizar.
Y tiendo
a pensar
que si
para mí
es algo
nuevo y
refrescante
habrá
más
gente a
la que
le
resulte
interesante.
-¿Cómo
es
Wolfgang
Petersen?
Es
un tío
grande.
Estaba
al cargo
de una
producción
enorme
como
ésta, la
mayor en
la que
he
trabajado,
y
siempre
era el
colmo de
la
amabilidad.
La
infinidad
de cosas
que
pueden
salir
mal
nunca le
inmutaban.
Nos dio
mucha
libertad
respecto
a cómo
queríamos
construir
los
personajes
y tiene
un gran
sentido
del
humor.
Hace
falta
alguien
como él
para
manejar
una
producción
de estas
dimensiones.
-¿Le
resulta
más duro
prepararse
para una
película
ahora
que ya
tiene 40
años?
Bueno,
te
sorprendería
lo que
puede
hacer
por ti
la
crisis
de los
cuarenta:
te da
alas
para
plantarle
cara a
toda la
tortura
física a
la que
tengas
que
someterte.
Tanto en
el
trabajo
como en
la vida,
siempre
estoy
reevaluándome.
Me
encanta
cumplir
años por
la
sabiduría
que vas
adquiriendo.
-Se ha
dicho
que las
piernas
de
Aquiles
no son
las
suyas…
¿Tú
qué
crees?
(Ríe).
¡Todo lo
que ves
es mío,
muñeca!
No sé
qué más
decirte.
-Siendo
un actor
que lo
tiene
todo,
¿el
éxito
comercial
sigue
siendo
importante?
Bueno,
cuando
la
película
funciona
es mucho
más
divertido,
pero
cuando
pienso
en mis
películas
favoritas
me doy
cuenta
de que
no todas
ellas
triunfaron
cuando
se
estrenaron.
Hizo
falta
que
pasara
un
tiempo
para que
la gente
las
aceptara.
Pero no
me gusta
hablar
de
puntos
álgidos
o bajos
de mi
carrera.
Creo que
la vida
es una
sucesión
de
pequeños
picos y
valles.
-Ha
participado
en
muchas
películas
de
éxito,
como
Seven,
Entrevista
con el
Vampiro
o El
Club de
la
Pelea,
pero
¿qué
piensa
cuando
mira al
pasado y
ve
películas
como
Siete
Años en
el Tíbet
o La
Sombra
del
Diablo?
En
La
Sombra
del
Diablo
tuvimos
muchos
problemas
con el
guión.
Cuando
empezamos
a rodar,
el guión
que yo
había
leído y
que me
había
gustado
había
desaparecido.
Supongo
que
teníamos
opiniones
distintas,
eso es
algo
contra
lo que
no se
puede
luchar.
Y
respecto
a Siete
Años en
el Tíbet,
a mí me
encanta.
Pasé
horas y
horas
colgado
de la
ladera
de una
montaña
y tuve
un
montón
de
tiempo
para
pensar,
para
mirar en
mi
interior.
La
escalada
es una
metáfora
perfecta
de la
vida.
Cuando
estás
tan
cerca de
la
muerte
te
sientes
más vivo
que
nunca.
Es como
una
batalla
mental:
tú
contra
la
montaña.
Hice un
montón
de cosas
de las
que no
me
imaginaba
capaz.
Ése es
el
recuerdo
que
guardo
de esa
película.
-Cuando
decide
hacer
una
película,
¿toma
alguna
precaución?
Uno
se
arriesga
en todas
las
películas.
No hay
forma de
prever.
Si una
película
resulta
no estar
a la
altura
de tus
expectativas,
mala
suerte.
No sé
cuales
son los
puntos
arriesgados
que
debería
evitar.
He visto
cómo se
destrozaban
buenos
guiones
y cómo
los
directores
mejoraban
otros
que no
eran tan
buenos.
A veces
hay que
buscar
otros
puntos
de vista
y las
cosas se
fuerzan
un poco.
-¿Siempre
tuvo
claro
que
triunfaría
en
Hollywood?
Siempre
me han
encaminado
en
ciertas
direcciones
y ha
sido
cosa mía
esforzarme
por
lograr
otros
objetivos.
Hablo en
general
pero, al
principio,
pensaron
que yo
encajaría
bien en
telecomedias.
Pero, la
verdad,
eso no
es para
mí. Y,
después
de hacer
Leyendas
de
Pasión,
empezó
toda la
historia
de ser
protagonista.
Y pensé:
“Vale,
eso está
ahí.
Pero
antes
quiero
probar
otras
opciones,
investigar
un poco,
y luego
ya
veremos”.
Hay que
empezar
desde
abajo.
Cuantas
más
cosas
pruebes,
más
claro
tendrás
qué
funciona
para ti
y qué
no.
-¿Por
qué
decidieron
Jennifer
y usted
crear su
propia
productora,
Plan B?
Nos
tropezamos
con
muchas
historias
buenas y
la idea
de
formar
parte de
ellas y
darles
cuerpo
nos
parece
muy
interesante.
Además,
queríamos
ayudar a
creadores
a los
que
respetamos.
-Recibió
terapia
psicológica
durante
un año y
medio.
¿Qué le
ocurrió?
Me
derrumbé,
así que
decidí
intentar
comprender
cómo
funcionaba
por
dentro.
Para mí,
la
terapia
es como
ir a
clases
sobre ti
mismo. Y
es lo
más sano
del
mundo:
ayuda
muchísimo.
Creo que
si todo
el mundo
se
psicoanalizara
no
habría
guerras.
Personalmente,
ahora
que
estoy
casado y
pensando
en tener
hijos,
quiero
estar
seguro
de que
no voy a
dejarles
en
herencia
mis
propias
disfunciones,
por
inocuas
que
sean.
Quiero
entenderlas.
Además,
me
parece
fascinante.
-Está
preparando
Ocean’s
Twelve,
la
secuela
de Ocean’s
Eleven.
¿Cuál es
su
anécdota
más
divertida
sobre
George
Clooney?
¡Oh,
vaya! No
lo sé. A
Clooney
le
persiguen
unas
cuantas
leyendas.
En
primer
lugar,
no creo
que en
esa
película
tuviera
una
pinta
tan
afeminada
como han
dicho
(bromea).
Y en
segundo
lugar,
lo de la
halitosis
no es
verdad.
En
absoluto.
En
principio,
lo que
más me
interesó
fue
trabajar
con
Steven
Soderbergh.
Me
vendieron
Ocean’s
Eleven
por el
reparto
estelar,
eso lo
veo
claro
ahora,
al mirar
atrás.
Hacía
mucho
tiempo
que no
se hacía
algo así
porque
económicamente
no es
viable.
Y la
idea
parecía
divertida,
así que
todos
nos
lanzamos.
Cuando
trabajas
con
tanta
gente,
el
interés
sobre ti
se
diluye y
tú mismo
acabas
fijándote
mucho en
qué
hacen
los
demás.
Todo el
mundo
intenta
sacar lo
mejor de
sí
mismo.
-Se
comenta
que esos
abdominales
tan
marcados
los ha
conseguido
fumando
tres
cajetillas
al día.
¿Es
verdad?
(Ríe).
¿Quién
ha dicho
eso? ¿He
sido yo?
Estoy
dejando
de
fumar.
Los
cigarrillos
te
quitan
el
apetito.
Hace
tres
semanas,
estuve
una sin
fumar y
me di
cuenta
de que
me moría
de
hambre.
Pero la
verdad
es que
no hago
ejercicio.
Simplemente
tengo
este
extraño
metabolismo
(se
encoge
de
hombros).
-¿Es
molesto
ser Brad
Pitt?
Algunas
veces.
(Ríe).
-¿Cree
que se
les
presta
demasiada
atención
a las
estrellas?
Sí,
y
también
creo que
es a los
directores
a quien
deberíamos
prestársela.
Ellos
son los
que
cuentan
las
historias
y son
mucho
más
interesantes.
Adoro a
los
directores.
Son
gente
fascinante,
extremadamente
brillante.
El
estrellato
es como
un
juego, y
tiene
altibajos.
El
objetivo
es
seguir
siendo
un
artista,
no una
personalidad.
-¿Entra
en sus
planes
ponerse
detrás
de las
cámaras?
No,
porque
tengo
otros
intereses
y ya hay
un
montón
de tíos
que me
gustan y
que lo
están
haciendo
muy
bien.
Preferiría
construir
algo
arquitectónico.
-¿Ha
tenido
un
mentor o
alguien
que le
haya
guiado
en su
carrera?
Es
raro,
pero no,
nadie en
particular.
Creo que
bebo más
de otros
actores.
Cruise
es un
habilidoso
hombre
de
negocios.
Norton
es muy
inventivo.
Benicio
sabe
penetrar
un
personaje.
Clooney
maneja
el
negocio
como
nadie,
se lo
pasa
bien y
sabe
cómo
hacerlo
mejor
que
nadie
que
conozca.
Así que
supongo
que he
ido
cogiendo
cosas de
mis
compañeros.
-¿Cuál
es su
personaje
favorito
de los
que ha
interpretado
hasta
ahora?
Todos me
gustan
por una
u otra
razón.
De
hecho,
creo que
es mi
papel de
un
segundo
en Cómo
ser John
Malkovich.
-Para
muchos
actores,
el Oscar
es la
mayor
recompensa
a su
carrera.
¿Se ha
puesto
como
objetivo
ganarlo?
Creo que
a mí no
se me
tiene en
cuenta
para
eso. Hay
demasiados
premios.
En mi
opinión,
deberían
reunirse
todos en
uno. La
televisión
se
inventó
para
vender
cosas.
Los
premios
se
inventaron
para
darle un
segundo
impulso
a una
película.
Todo
gira en
torno al
dinero.
Al mismo
tiempo,
para
nosotros
es
divertido
ir,
mirar
alrededor
y ver
qué han
hecho
los
demás
ese año.
No
quiero
desprestigiarlos,
estoy
completamente
a favor.
No sé.
Lo único
que no
quiero
es que
me den
uno
cuando
sea
viejo y
sientan
compasión
hacia
mí. ¡Eso
no lo
quiero!
-¿Tiene
la
sensación
de que
con
Troya va
a volver
a estar
en el
centro
de
atención?
La
cuestión
es que
hay
tanta
competencia
ahí
fuera
que
tienes
que
hacerte
notar.
Personalmente
preferiría
hacer
las
cosas y
esconderme,
porque
te
conviertes
más en
una
personalidad
que en
un actor
y cuanto
más sepa
la gente
de ti,
menos se
va a
creer
que eres
otra
persona
cuando
interpretas
un
papel.
Se corre
ese
peligro.
Soy
consciente
de ello
e
intento
evitarlo.
-¿Le
gustaría
trabajar
con su
mujer en
una
película?
De
las
parejas
que
trabajan
juntas
se suele
decir
que se
dan el
beso de
la
muerte
(ríe). Y
he
aprendido
del
pasado;
no hace
falta
que dé
nombres,
¿verdad?