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22/05/2004

Ignacio Herrera Cruz ● www.cronica.com.mx

Entre Homero y Brad Pitt
“Troya acercará a mucha gente a un clásico de la literatura universal, entre tanto equiparará en la imaginación de no pocos a los anglosajones modernos con los antiguos griegos, después de todo Hollywood fabrica sus propias mitologías.”

Una guerra que pudo haberse olvidado si no hubiera sido cantada por un poeta ciego, Homero, que la registró para la posteridad. La Ilíada escrita alrededor del siglo VIII a.C., es la obra fundamental, junto con su complemento y continuación La Odisea, de la civilización occidental.

Homero compuso sus dos grandes poemas épicos en lo que se considera la edad media u oscura de Grecia, entra el apogeo de la edad de bronce de Micenas y la era clásica ejemplificada por la Atenas de Pericles.

La Ilíada ha sido analizada desde diferentes ángulos y durante varios siglos. Médicos han analizado la descripción de las heridas y la encuentran anatómicamente correcta; lingüistas han buscado en las palabras el conocimiento de los objetos e historiadores han querido comprobar la veracidad de la existencia de la ciudad de Troya y su destrucción por parte de los griegos.

Los romanos decidieron apropiarse de la legendaria guerra de Troya para crearse un pasado heroico, asumiendo que el mítico fundador de Roma, Rómulo, fuera descendiente de Eneas, un prófugo de esa ciudad también llamada Ilión.

Así, el más grande de los emperadores, Augusto, le encomendó al más dotado de los escritores latinos un texto que rivalizara con el de Homero. El resultado es una obra magistral: La eneida, el punto culminante de la producción literaria romana.

Pasarían siglos hasta que otro autor decidiera equipararse a Homero; como nos revela George Steiner ese hombre fue León Tolstoi quien escribió Guerra y Paz para convertirse en el heredero del bardo invidente.

El cine, el arte total de la era contemporánea ha recurrido a La Ilíada y al relato de Troya desde su principio. Aunque la cinta que quizá se recuerda más es la Helena de Troya de 1956 (con Rossana Podesta y Brigitte Bardot, dirigida por Robert Wise).

Ahora, tras el éxito en taquillas y crítico de Gladiador (Ridley Scott, 2000), y en medio de un verano cinematográfico en el cual películas que costaron en su rodaje más de 100 millones de dólares, excluyendo decenas de millones adicionales en publicidad, entran en competencia una tras otra Van Helsing, Shrek 2, Harry Potter y el prisionero de Azkabán, El día después de mañana, El hombre araña 2, y Troya de Wolfgang Petersen.

El director alemán que se abrió paso a Hollywood a través de la claustrofóbica y emocionante El submarino (1981) se ha especializado en superproducciones con mayor o menor éxito. En esta oportunidad quiere legarnos su obra magna y fusionar lo comercial con lo profundo para aspirar a un clásico moderno, no lo logra pero ofrece toda su sapiencia en el intento.
Troya le apuesta todo al carisma y habilidad de Brad Pitt (Aquiles) un actor que despuntó en un pequeño papel en Un final inesperado (Thelma & Louise de Ridley Scott) y que siempre ha dudado de su papel como celebridad, pero ahora parece que su rol en la película se relaciona con su propia persona.

El film comienza cuando Agamemnón (Brian Cox) en pos de unir al mundo griego bajo su mando se apresta al combate en contra deTesalonia, pero para evitar una matanza innecesaria se propone que los campeones de los dos bandos se enfrasquen en un combate singular.

Por la parte tesalonia aparece un gigante, del otro se llama a Aquiles y éste se encuentra acostado y desnudo entre dos mujeres, el muchacho que lo incita al combate le dice “Yo tendría miedo de pelear con ese gigante”, a lo que Aquiles le responde “Por eso nadie cantará sobre ti”. Así Pitt / Aquiles surge como una estrella de cine que va a cumplir con su escena y regresar a su trailer, alguien al que se debe soportar por un valor indefinido pero seguro.
Por otro lado vamos a Esparta en donde dos príncipes de Troya Héctor (Eric Bana) y Paris (Orlando Bloom) han firmado un pacto de paz con el rey Menelao (Brendan Gleeson) quien es hermano a su vez de Agamemnón. Pero Paris enamora a Helena (la modelo alemana Diane Kruger), la mete de contrabando a su nave y le da a Agamemnón el pretexto para apoderarse de las riquezas de Troya.
Petersen y su guionista David Benioff hacen lo posible para ser fieles a Homero y a la vez a una sensibilidad moderna. Así, omiten la intervención de los dioses en los eventos y comprimen los diez años del sitio narrados por Homero en dos semanas.

Tenemos pues, una película más cercana a lo terreno que a lo divino y lo que se pierde de Homero se desea compensar con lo visual. De esa manera observamos a la flota griega en el mar rumbo a Troya compuesta de mil naves, que parece la armada estadounidense en Okinawa. El efecto parece decirnos: esto es realmente sorprendente.

Después, el desembarco de Aquiles y sus mirmidones vestidos de negro es una puesta al día ubicada en ese lejano pasado de hace 3200 años de El rescate del soldado Ryan de Steven Spielberg.

Troya es, y esto no es peyorativo, una película de Hollywood que va a las raíces mismas del porqué la industria cinematográfica estadounidense despegó al dominio mundial de la mano de D. W. Griffith.

Tenemos centenares de actores, reconstrucción minuciosa de decorados, vestuarios y costumbres para darle empaque a la fantasía y al star system. Lo importante son los individuos por sobre la masa; y la gesta homérica y la tradición cinematográfica estadounidense estaban hechas una para el otro.
Petersen desea demostrar la proeza guerrera de Aquiles y debe conjuntar sus investigaciones sobre el armamento de la edad de bronce con lo que hemos visto en las películas de karatecas. Así aunque Aquiles sabe matar, lo debe hacer de forma espectacular, de allí sus saltos acrobáticos.

Por otra parte, el realizador debe darle motivaciones creíbles a las audiencias contemporáneas y de allí que minimice el romance de Paris y Helena como causa del conflicto, pero por el otro coloca a un Aquiles mucho más enamorado de su esclava Briseida que de Patroclo, de quien su muerte provoca que vuelva al combate tras la humillación a la que lo somete Agamemnón.

Troya acercará a mucha gente a un clásico de la literatura universal, entre tanto equiparará en la imaginación de no pocos a los anglosajones modernos con los antiguos griegos, después de todo Hollywood fabrica sus propias mitologías. Lo que nos ha ofrecido son casi tres horas de bien armada distracción.

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