Con
“Troya”,
aseguran
algunos,
se
confirma
el
advenimiento
de una
segunda
edad
dorada
para el
género
Peplum,
que
prácticamente
nació
con el
cine.
¿Por qué
los
hombres
van a la
guerra?
El hecho
es que
la
historia
de la
humanidad
ha sido
forjada
y lo
está
siendo,
por
medio de
cruentos
conflictos
bélicos.
Así como
están
las
cosas
hoy en
día,
nada nos
hace
pensar
que el
futuro
sea muy
diferente.
En torno
a esta
premisa
Wolfgang
Petersen,
ha
entretejido
su
particular
visión
de la
famosa
guerra
entre
griegos
y
troyanos,
plasmada
para la
inmortalidad
por
Homero
en su
famosa “Ilíada”.
Pero,
resumir
en una
película
una obra
tan
colosal
resulta
un
riesgo
de
iguales
proporciones.
Lucrativamente
“Troya”
está
funcionado
muy
bien,
pero
para los
críticos,
sin
embargo,
no es
éste más
que un
nuevo y
burdo
intento
de
manipulación
y
reconvención,
por
parte de
la
maquinaria
hollywoodense,
de un
material
clásico
con
fines
puramente
comerciales.
Con
“Troya”,
aseguran
algunos,
se
confirma
el
advenimiento
de una
segunda
edad
dorada
para el
género
Peplum,
que
prácticamente
nació
con el
cine. Ya
en el
período
mudo las
principales
productoras
cinematográficas
italianas
derrocharon
medios y
talento
para
trasladar
los
hechos
de
pretéritas
épocas
históricas
(especialmente
de la
antigua
Roma) a
la nueva
diversión
popular
que
suponía
la
industria
fílmica.
Pero fue
en los
años 50’
y 60’,
con
películas
como
“Quo
vadis”,
“El
manto
sagrado”
y “Ben-Hur”,
que este
género
alcanzó
su
esplendor.
Luego,
Ridley
Scott,
con
“Gladiador”,
revivió
las
gloriosas
batallas
en la
arena de
los
circos
de la
antigua
Roma en
una
apasionante
historia
de
coraje y
venganza
que para
los
productores
cinematográficos
significó
una sola
cosa:
éxito en
taquilla.
La
cólera
del
Pelida
Aquileo
En la
antigua
Grecia,
la
pasión
de dos
de los
amantes
más
legendarios
de la
historia,
Paris,
príncipe
de Troya
(Orlando
Bloom)
y Helena
(Diane
Kruger),
reina de
Esparta,
desencadena
una
guerra
que
asolará
una
civilización.
El rapto
de
Helena
por
Paris,
separándola
de su
esposo,
el rey
Menelao
(Brendan
Gleeson),
es un
insulto
que no
se puede
tolerar.
El
orgullo
familiar
establece
que una
afrenta
a
Menelao
es una
afrenta
a su
hermano
Agamenón
(Brian
Cox),
el
poderoso
rey de
Micenas,
que no
tarda en
reunir a
todas
las
grandes
tribus
de
Grecia
para
recuperar
a Helena
de manos
de los
troyanos
y
defender
el honor
de su
hermano.
La
ciudad
amurallada
de
Troya,
bajo el
mando
del rey
Príamo (Peter
O’Toole)
y
defendida
por el
poderoso
príncipe
Héctor
(Eric
Bana),
es una
fortaleza
en la
que
ningún
ejército
ha sido
capaz de
penetrar.
Sólo un
hombre
se erige
como la
clave
para la
victoria
o la
derrota
de
Troya,
Aquiles
(Brad
Pitt),
considerado
el más
grande
guerrero
vivo.
No cabe
duda que
el éxito
de la
cinta
descansa
en este
último
personaje.
La
elección
de
Pitt,
protagonista
de
películas
tan
distintas
como “El
club de
pelea” y
“Ocean’s
eleven”,
y
ganador
de un
Globo de
Oro por
su
fascinante
interpretación
en “12
monos”
ha sido
clave
para
atraer
al
público
a las
salas de
cine.
Por esto
mismo,
los
realizadores
se
embelesan
haciendo
lucir el
físico
de
Pitt,
gancho
comercial
efectivísimo,
que ha
entusiasmado
a sus
admiradoras,
a
quienes,
ahora
más que
nunca,
se les
asemeja
al
hombre
de sus
sueños.
CALIMÓMETRO
= 3
estrellas
A lo
largo de
los
tiempos,
los
hombres
han
hecho la
guerra.
Unos por
poder,
otros
por
gloria o
porque
desean
la
inmortalidad.
Quizás
todos
los
emperadores,
soberanos
y
líderes
de la
historia
han
pretendido
algo
semejante.
“Troya”
es
valiosa
como
metáfora
de la
guerra,
lo que
éstas
significan
y el
alto
precio
en
sufrimiento,
destrucción
y vidas
humanas
que cada
una trae
consigo.
En boca
de
Aquiles
se nos
deja
entrever
este
absurdo
cuando
afirma:
“Si los
reyes
pelearan
sus
propias
guerras,
ese sí
que
sería un
espectáculo”.
“Troya”
desmerece
porque
no
estremece
al
público,
el cual
se
siente
ajeno y
poco
compenetrado
a los
encarnizados
combates.
Si bien
hay
mucho de
“Gladiador”
en este
filme,
no menos
hay de
la saga
de “El
Señor de
los
anillos”
dada su
visión
épica y
empleo
de
elementos
mitológicos.
Indiscutiblemente
las
contiendas
entre
orcos,
elfos y
humanos
impactaron
más que
las
batallas
entre
griegos
y
troyanos.