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15/05/2004

Pascual Serrano ● www.elconfidencial.com

La Ilíada en 160 minutos, una odisea
Cuando de una película se habla más del dinero que ha costado y de los amoríos y belleza de su protagonista masculino, cuando sus carteles aparecen en las marquesinas de medio país e incluso se monta una exposición con los trajes utilizados en su rodaje, nada más y nada menos, que en el Museo Arqueológico Nacional, conviene empezar a sospechar que, más que ante una película propiamente dicha, estamos ante todo un espectáculo social y mediático; mítico, en definitiva.

Y míticos son los cantos que narra Homero en la Ilíada, en la que se han inspirado los responsables de Troya, además de en algún pasaje de La Eneida, de Virgilio, para trabar un largometraje de casi tres horas sobre los enfrentamientos de griegos y troyanos. Toda una `Odisea´, desde luego.

El único problema de la película, básicamente radica en el guión. David Benioff es un guionista con poca experiencia (La última noche, de Spike Lee, y poco más) especializado principalmente en adaptaciones literarias. Lo que pasa es que la Ilíada es mucho. A diferencia de otras películas épicas recientes como Gladiator, por ejemplo, donde las historias personales de los protagonistas se solapaban con mucho tino y sentido de la proporción con las historias globales o de grupo, en Troya no sucede así.

Para quien no haya leído la Ilíada, la película nos cuenta que en la Grecia de hace 3.000 años los distintos pueblos helenos se unieron bajo el mando del rey Agamenón para luchar contra los Troyanos del rey Príamo. La excusa era el abandono de Menelao, hermano de Agamenón, por su esposa Helena, quien se había enamorado del príncipe París, uno de los dos hijos de Príamo, el otro era Hector. Pero la verdad era que Agamenón quería dominar el mar egeo y someter a los Troyanos. Para ello necesitaba de la colaboración de Aquiles y sus mirmitones, un espléndido luchador dotado de cualidades excepcionales. Aquiles acepta unirse a Agamenón, tras consultárselo a su madre, Tetis, sabedor de que esa guerra le daría la gloria, aunque también la muerte. Quien la haya leído, que se olvide de los Dioses, de los Héroes y de muchas más cosas.

Así pues, detrás de este enfrentamiento global hay unas motivaciones personales que en la película quedan un poco desdibujadas y que deberían haber sido tan importantes como las batallas. No se llega a comprender el valor moral de ciertas acciones de los protagonistas, ni son lo suficientemente explicadas para hacerlas creíbles, ni se insertan en el momento oportuno.

Excepción hecha del diálogo que mantienen Príamo y Aquiles, lleno de emoción y soberbiamente interpretado por ambos actores, sobre todo por el gran Peter O´Toole, el resto de conflictos internos no se nos ha transmitido con la intensidad que habría sido recomendable. Por eso, los sentimientos de los personajes no son demasiado comprendidos por los espectadores, a pesar de los denodados esfuerzos del guionista por mostrarnos el amor de Héctor a su familia, el deseo de gloria o el amor por Briseida de Aquiles o el arrepentimiento de Helena y París por su amor inabarcable.

Respecto a las escenas de guerra, espectaculares. Los 170 millones de dólares que ha costado Troya han sido bien empleados en la parte que corresponde al diseño de producción o dirección artística y a los efectos especiales por ordenador. Nigel Phelps ha sabido reflejar la grandiosidad de aquellos tiempos violentos en los decorados de los estudios Shepperton de Londres, en las montañas de Malta o en las playas de México, arropados por la música de James Horner, conocido, sobre todo, por Titanic.

De los actores poco cabe decir. A parte de las interpretaciones de O´Toole (Príamo) y Eric Bana (Héctor) y una breve aparición de Julie Christie (Doctor Zivago), Brad Pitt (Aquiles) es un buen actor que ha dejado de fumar y ha hecho muchas pesas, Diane Kruger es tan guapa como debió de ser Helena, Orlando Bloom sigue con la épica de El Señor de los Anillos y el resto de los intérpretes hacen su papel con sobrada excelencia.

En general, el filme de Wolfgan Petersen (La tormenta perfecta, El avión del presidente, En la línea de fuego...) es entretenido y no se hacen largas las casi tres horas de proyección. Una película ideal para pasar el rato y recrearnos con las aventuras que cantaba Homero en una pantalla, cuanto más grande mejor, y cuanto menos palomitas, mejor también.

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