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15/05/2004

CARLOS COLÓN ● www.diariodesevilla.com

¡Currito, dale al botoncito! o la imposibilidad de una épica virtual
Épica, EEUU, 2004, 165 min. Director: Wolfgang Petersen. Guión: David Benioff. Fotografía: Roger Pratt. Música: James Horner. Intérpretes: Brad Pitt, Eric Bana, Orlando Bloom, Diane Kruger, Brian Cox, Peter O´Toole, Julie Christie, Sean Bean.

Se puede uno imaginar a Wolfgang Petersen como si fuera el maestro Araújo en el anuncio de los toldos, diciéndole al tipo que maneja los botones que crean los efectos virtuales: "¡Currito (o como se llame), dale al botoncito!".

Y he aquí que el Egeo se llena de naves como si fuera el Canal de la Mancha en el día D; que los ejércitos de las pequeñas monarquías griegas exceden a los Alejandro, Napoleón o Hitler; que la guerra entre griegos y troyanos parece pasada de la épica homérica a la tolkieniana, y que quienes contienden, en vez de a las órdenes de Agamenón o de Príamo, lo hacen a las de Sauron o Saruman. Es decir: lo habitual hoy. Se ignora que la auténtica espectacularidad cinematográfica la producen la combinación de elementos profílmicos (lo que se pone ante la cámara: decorados, extras y todos los elementos que asombren por su número y tamaño) y fílmicos (la manera en que se filma, la combinación de angulaciones y escala de planos potenciada por el montaje). Y aún se ignoran dos cosas más: que lo segundo -la forma en que se filma y se monta- es siempre más importante que lo que se amontone ante la cámara; y que lo virtual, salvo que esté perfectamente disimulado, carece de capacidad para producir ese efecto de realidad que asombraba en las superproducciones colosales.

Lo virtual, si se exagera, da una sensación de falsedad y de dibujo animado que no sobrecoge. Si además se filma con las simplonas maneras cinematográficas con que Petersen lo hace en Troya y con un reparto equivocado en su 70 por ciento, el resultado sólo puede entusiasmar a quienes creen que van al cine cuando acuden a un multicentro y que es una película cinematográfica todo lo que se proyecte en la pantalla. Es decir, a quienes carecen de memoria personal del cine/cine o de esa memoria colectiva que dan el conocimiento de la historia y la experiencia de visión de los clásicos.

Lo peor, tras el abuso virtual y la sosería del no siempre tan torpe Petersen, es el numerito de Brad Pitt componiendo un imposible Aquiles que hubiera hecho enrojecer de vergüenza a Peleo y Tetis, sus ilustres papás. Steve Reeves, el culturista que hacía de Hércules y de Maciste en los peplums italianos, es Laurence Olivier al lado de este musculado e inexpresivo joven. Orlando Bloom compone un cursilísimo Paris.

Diane Kruger hace una Helena con aires de vigilante de la playa que, desde luego, no justifica una guerra. James Horner escribe algunos buenos fragmentos -el desembarco griego y el combate entre Héctor y Aquiles-, pero cae en la tentación de los dichosos gorgoritos étnicos que infectan las bandas sonoras. Únicos valores sólidos de la película, además de un aceptable guión, son las espléndidas interpretaciones de Brian Cox (Menelao), Eric Bana (Héctor) y Peter O'Toole (Príamo), que sí logran dar grandeza homérica -perversa el primero, heroica el segundo y trágica el tercero- a sus personajes. Si todo se hubiera hecho así y el tío de los botones se hubiera quedado quieto, estaríamos ante otra película mejor que ésta.

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