BUDAPEST.
Iniciados
por los
romanos
y
resucitados
por los
turcos,
los
centros
termales
regalan,
a través
del
mágico
poder
del
agua, el
pasado y
el
presente
de la
siempre
fascinante
capital
húngara.
Ahora
que los
húngaros
ya son
europeos
es el
momento
de
disfrutar
sus
baños
turcos.
Herencia
de los
doscientos
años en
que
fueron
asiáticos,
durante
la
dominación
turca, y
de la
más
antigua
época de
la
provincia
romana.
Los
magníficos
baños
romanos,
convertidos
en
ruinas
por la
caída
del
imperio
y la
llegada
de los
magiares,
fueron
resucitados
por los
odiados
turcos y
ahora
son uno
de los
aspectos
más
encantadores
y —a
pesar de
su
promoción—
más
desconocidos
de la
nueva
ciudad
comunitaria.
El
subsuelo
de
Budapest
no sólo
está
lleno de
Historia,
sino de
aguas
termales,
algunas
como los
baños de
Gellert
han sido
promocionadas
como
recurso
turístico,
pero
muchos
de los
más de
cuarenta
baños de
Buda o
de Pest
son
conocidos
sólo por
las
gentes
del
lugar.
Sirven
tanto
para
curar el
reuma
como
para
encontrar
novia, y
son uno
de los
misterios
que uno
debe
resolver
por sí
mismo en
cuanto
llegue a
la
capital
húngara.
La
recompensa
son
cosas
que
nunca
habías
sabido
ni de
Budapest
ni de ti
mismo.
Comencemos
por el
principio
y el
principio
debería
ser
Gellert,
ese
decadente
palacio
de 1918
lleno de
ricos
americanos
y
últimamente
de
alegres
y
ruidosos
grupos
de
españoles.
El
precio,
más de
diez
euros,
mantiene
a los
húngaros
alejados
de uno
de los
baños
más
bellos
de la
ciudad,
pero
veremos
a
señoras
y
señores
reumáticos,
que
acuden
gracias
a que
todos
los
baños
pueden
ser
gratuitos
con una
prescripción
de la
Seguridad
Social.
En
Gellert
hay un
espacio
para
hombres
y otro
para
mujeres,
y uno
puede
hacerse
dar
masaje
por una
rolliza
matrona
en ropa
interior
y
calcetines
sobre
las
sandalias,
que le
sacará
de la
piel
todo lo
sucio
que haya
no sólo
en su
cuerpo
sino
también
en el
alma.
Hombres
y
mujeres
con el
consabido
gorrito
de
plástico,
como si
estuvieran
en una
gran
bañera,
pueden
disfrutar
de la
piscina
con
columnas.
No es
una
piscina
cualquiera.
Es la
piscina
más
bella
del
mundo,
hasta
que
alguien
me
demuestre
lo
contrario.
En un
ambiente
de art
déco,
nadamos
entre
las
columnas
que se
describen
en En
brazos
de la
mujer
madura.
El sol
cae como
lanzas
sobre el
agua y
por un
momento
creemos
que
somos
inmortales...
y
entonces
alguien
nos
empuja,
habíamos
olvidado
que este
paraíso
es la
piscina
más
turística
de
Budapest.
BAÑOS
TURCOS.
Siempre
nos
quedará
Karoly .
Karoly
son unos
auténticos
baños
turcos,
originariamente
construidos
dentro
del
castillo
desde
donde
gobernaban
los
turcos,
con el
objeto
de que
si
Budapest
era
asediada
los
turcos
pudieran
continuar
bañándose,
algo mal
visto
por sus
enemigos
cristianos.
Sus
cúpulas
nacen
como
hongos
grises a
los pies
de la
típica
iglesia
amarilla
húngara.
Como
algo que
no
debiera
estar
allí,
algo que
vino de
lejos y
que
ahora es
uno de
los
secretos
mejor
guardados
de
Budapest.
O mejor
dicho de
Buda, a
este
lado del
Danubio,
en una
calle
lateral
a la que
se
accede
desde el
río y su
imponente
vista
del
Parlamento,
ese
Parlamento
que
parece
una
catedral.
Éstos no
son unos
baños
turísticos,
de modo
que
nadie
habla
una
palabra
de
inglés.
Es
imprescindible,
por
tanto,
tener un
buen
manejo
de las
manos
para
conseguir
una
entrada.
En el
patio
encontraremos
una
antigua
bañera
de
mosaicos
que
parece
estar
tirada
en el
claustro
desde la
caída
del
imperio
romano,
como
probablemente
es.
Grabados
en
bronce
representando
a
guerreros
turcos
nos
conducen
a través
de
pasillos
blancos
poblados
por
matronas
mucho
más
guapas
que las
de
Gellert
(estos
húngaros
se han
guardado
lo mejor
para sí
mismos)
nos
conducen
hasta el
Santa
Sanctorum.
Hoy es
un día
impar,
un
lunes,
un
miércoles
o un
viernes,
y por
tanto es
el día
de las
mujeres,
así que
tenemos
a dos
beldades
desnudas
entre
vapores
sulfurosos
bajo una
cúpula
de más
de
quinientos
años.
Aquí
encontré
las
ancianas
más
bellas
del
mundo,
bañándose
en esta
agua que
huele
como el
infierno
pero que
puede
llevarte
al
cielo.
Por los
cristales
de la
cúpula
se
filtra
un rayo
de luz
completamente
sólido
que
golpea
el agua.
Es como
bañarse
en el
interior
de una
catedral
gótica,
una
catedral
gótica
llena de
agua.
Esa es
la
sensación.
Karoly
os hará
sentir
lo que
debía
ser
rezar
dentro
del agua
en el
Medievo.
Tras
tanto
recogimiento
estamos
obligados
a
visitar
los más
alegres
baños de
Buda,
allí
donde ni
los más
osados
turistas
se
aventuran:los
Baños de
Lukacs,
cerca de
las
ruinas
romanas
de
Acquinquum.
Son los
únicos
mixtos
de
nuestro
recorrido
y en
ellos
comprenderemos
porqué
la
mezcla
de sexos
está
prohibida
en los
otros.
Se dice
que son
frecuentados
por
viejos o
actores,
lo
cierto
es que
están
abarrotados
como un
pub
inglés
diez
minutos
antes
del
cierre.
Da la
impresión
por la
algarabía
reinante
de que
de los
caños de
bronce
que
surgen
de las
cabezas
de león
debe, en
efecto,
de
brotar
cerveza,
pero
brota
agua
maloliente,
como en
nuestro
baño
místico
de
Karoly.
Sólo que
aquí
nada es
recogimiento.
La
modestia
exige el
uso del
bañador
y se ven
los más
modernos
y
atrevidos
modelos.
No hay
un solo
extranjero
y sí
muchas
chicas y
chicos
guapos,
junto
con
sexagenarias
maquilladas
dentro
del agua
como
prima
donnas y
musculosos
que
parecen
escapados
del
circo.
Al cabo
de pocos
minutos
está
claro
que
nadie
viene
aquí por
la
salud,
sino por
el
ligue.
Aprovechando
que el
agua
está de
bote en
bote, un
chico
rubio
con un
bañador
a rayas
acorrala
a dos
muchachas
morenas
que dan
grititos,
se
fingen
enfadadas
pero al
poco
rato una
de ellas
mueve
las
piernas
animadamente
por
encima
de las
del
afortunado
galán.
Más
divertidos
son los
baños
turcos,
tan
llenos
como un
autobús
en hora
punta
pero con
el
añadido
de
toneladas
de vapor
y de
piropos.
Para
conocer
la
alegría
de los
húngaros
hay que
venir
aquí. Es
una
taberna
de agua.
Por
fuera,
sin
embargo,
es el
balneario
de la
Montaña
Mágica.
Aquí
está el
Este tal
y como
lo
habíamos
imaginado
antes de
la caída
del
Muro,
romántico
y un
poco
enigmático,
con
viejas
piedras
y mucha,
mucha,
hiedra.
Pero
como no
hablamos
húngaro
y,
aunque
seamos
viajeros,
somos
también
turistas,
tenemos
que
visitar
el otro
gran
baño
famoso
de
Budapest,
el
preferido
de las
turistas
francesas:
el
refinado
complejo
termal
de
Szechenyi.
En un
día de
verano,
con las
fuentes
con
estatuas
y agua
caliente,
los
laberintos
de
canales
termales,
las
fuentes
de
piedra,
todo es
como un
jardín
de
Versalles
poblado
de
figuras
semidesnudas.
Aquí
puede
gozarse
con un
poco de
tiempo
de la
verdadera
dolce
vita de
Budapest.
Sólo
necesitamos
un poco
de
astucia,
para no
desanimarnos
ante los
turistas
japoneses
que
dominan
la
entrada
bizantina.
Los
grupos
organizados
lo
colonizan,
pero sus
guías
sólo les
dejan
estar
una
hora.
Mucho
menos de
lo que
hace
falta
para
gozar de
los
encantos
de este
jardín
de agua.
Szechenyi
es más
misterioso
y
apreciado
en
invierno,
pero
nada
puede
compararse
a la
dulzura
de un
día de
verano
ganado
entre
sus
aguas. |