La «Fedra»
que
dirige
Joan
Ollé
no es
una
apuesta
fácil.
Los
versos
alejandrinos
de
Jean
Racine
cuestan
al
principio.
Hubo
quien
se
salió
a los
diez
minutos.
Otros
aguantamos...
y la
paciencia
tuvo
su
premio.
Cuando
el
espectador
se
deja
llevar
por la
música
de las
palabras,
los
versos
se
convierten
en un
torrente
de
pasiones
que
embriaga.
Recuerdo
una
emoción
similar
la
primera
vez
que vi
un
espectáculo
de
Robert
Wilson.
De
repente,
el
teatro
cobra
un
nuevo
sentido:
no
todo
está
inventado.
La
propuesta
de
Ollé
se
acerca
a la
del
director
texano:
movimiento
fraccionado,
actores
casi
convertidos
en
estatuas
que se
lo
juegan
todo a
la voz
y al
verso.
Ollé
sigue
este
camino
y,
como
aquél,
reduce
la
escenografía
al
mínimo,
aunque
deja
más
libertad
expresiva
a su
reparto.
El
resultado
es
abrumador.
Buena
parte
del
mérito
lo
tiene
el
trío
literario
que
hay
detrás
del
montaje:
la
adaptación
de
Rosa
Chacel
y la
traducción
de
Pere
Gimferrer
y
Eduardo
Mendoza
llenan
la
escena
de
versos
bellísimos
y de
tragedia.
Y no
es
poca,
porque
esta «Fedra»
tiene
todos
los
elementos:
el
amor
¬el
que
siente
Fedra
por su
hijastro
Hipólito,
y el
de
éste
por
Aricia¬,
la
traición
¬a
Teseo,
el rey
ausente
y dado
por
muerto¬
y,
finalmente,
la
muerte.
Podría
decirse
que
Rosa
Novell
es el
corazón
de
esta «Fedra»
con su
emoción
a flor
de
piel y
su voz
cálida
y
gélida
según
los
momentos.
Está
inmensa,
una
Fedra
inolvidable.
Pero
luego
aparece
Joaquín
Hinojosa,
y
entonces
cuesta
elegir,
porque
imparte
una
lección
actoral.
La voz
le
sale
de las
entrañas
a su
Teseo,
duro y
visceral.
Brillante
la
Enone
de
Angels
Foch,
y muy
emotivo
el
Terámenes,
al que
da
vida
Lluís
Homar.
En su
sitio
también
la
Aricia
de
Maria
Molins
y las
Ismene
y
Panopa
de
Andrea
Montero
y
Xenia
Sevillano.
Entre
todos,
arrastran
al
espectador
a un
remolino
de
emociones
del
que
sólo
le
saca
el
Hipólito
de
Gonzalo
Cunill,
el
único
punto
flojo
de la
función
por su
pronunciación,
átona
e
invariable.
En
cualquier
caso,
esta «Fedra»
es un
montaje
a lo
grande.
En
justicia,
debería
ser
recordado
durante
muchos
años.
Aunque,
vista
la
reacción
del
público
del
estreno
¬unos
tibios
aplausos¬,
quién
sabe.
¿Qué
más
querrán? |