La obra
ha
visitado
con
éxito
Barcelona,
Gerona,
Lisboa,
Almagro
y
Sagunto.
La 'Fedra'
de
Racine,
según la
traducción
de Rosa
Chacel y
adaptada
para la
escena
por
Eduardo
Mendoza
y Pere
Gimferrer,
una
tormenta
de
pasiones,
llega
hoy al
madrileño
Teatro
Pavón,
sede
provisional
de la
Compañía
Nacional
de
Teatro
Clásico
(CNTC),
en donde
estará
hasta el
6 de
junio.
El
montaje
ya
estuvo
en el
Grec de
Barcelona,
en el
Festival
Temporada
Alta de
Gerona,
en
Lisboa,
en su
Festival
de
Almada,
en
Sagunto
Escena y
el
verano
pasado
en el
Festival
de
Teatro
Clásico
de
Almagro
(Ciudad
Real).
Joan
Ollé
dirige
este
montaje
estrenado
hace dos
años en
Perpiñán
y
protagonizado,
en sus
principales
papeles,
por Rosa
Novell,
Lluis
Homar,
Joaquín
Hinojosa,
Angels
Poch y
Gonzalo
Cunill.
Un
montaje
que fue
primero
en
catalán
y ahora,
por vez
primera,
en
castellano,
y que ha
estado
antes en
el Grec
de
Barcelona,
en el
Festival
Temporada
Alta de
Gerona,
en
Lisboa,
en su
Festival
de
Almada,
en
Sagunto
Escena y
el
verano
pasado
en el
Festival
de
Teatro
Clásico
de
Almagro
(Ciudad
Real).
"Los
personajes
cambian
también
cuando
se
cambia
la
lengua",
cree
Rosa
Novell.
Desde
que
Eurípides,
en el
siglo V
antes de
Cristo,
llevara
a escena
este
mito
griego,
muchos
han sido
los
autores
que a lo
largo de
la
historia
han
hecho
hablar a
Fedra
sobre
los
escenarios.
Séneca,
D'Annunzio,
Unamuno
o
Salvador
Espriú
son,
además
de
Racine
(1639-1699),
algunos
de esos
autores
que han
escrito
sobre
esta
"tragedia
de la
culpa",
como
habla de
ella el
actor
Joaquín
Hinojosa,
que da
vida a
Teseo,
el hijo
de Egeo
y Rey de
Atenas.
A Rosa
Novell,
según
comentó
en
conferencia
de
prensa,
le gusta
más la 'Fedra'
de
Racine
que la
de
Eurípides
"porque
es una
mujer
buena y
mala a
la vez,
una
mujer en
permanente
conflicto.
La de
Eurípides
es sólo
mala,
mientras
que a
Racine
le
parecía
que una
princesa
no podía
ser
solamente
así, le
parecía
vulgar".
En la
obra de
Racine,
Fedra
espera
el
regreso
de
Teseo,
su
esposo,
ausente
desde
hace
tiempo,
obsesionada
por el
amor que
siente
hacia
Hipólito,
su
hijastro,
una
pasión
que ella
misma
entiende
ilegítima
y que
intenta
dominar.
Ante la
noticia
de la
muerte
del
esposo,
Fedra
declara
su amor
a
Hipólito,
enamorado
a su vez
de
Aricia,
que la
rechaza
con
violencia.
Cuando
Teseo
aparece
vivo,
destierra
a su
hijo al
creer
como
cierta
la
mentira
del aya
Enona,
que
acusa a
Hipólito
de
violación
con el
consentimiento
de Fedra,
que
acabará
confesando
la
verdad.
"Fedra
-dice
Rosa
Novell-
es una
especie
de
catedral
de la
palabra,
tan
bella.
Es como
un
edificio
gótico.
Sólo el
hecho de
desear
ya le
parece
pecado.
Hoy,
cuando
no hay
ética en
los
comportamientos,
su
actitud
nos
podría
parecer
ridícula,
pero
ella
sabe lo
que está
bien y
lo que
no".
A Joan
Ollé si
hubo
algo que
le
preocupó
cuando
él y
Rosa
Novell
decidieron
iniciar
esta
aventura
artística
fue "la
forma de
resolver
este
gran
artificio
que es
el
verso",
en este
caso
alejandrinos.
"Si los
actores
hablan
en
verso,
debían
moverse
en
verso.
Si
hablan
diferente
a
nosotros,
no
podían
moverse
como
nosotros",
comenta.
Por eso
trabajó
desde la
inmovilidad
de los
actores,
"la voz
de las
estatuas",
que
aparecen
al
comienzo
de la
representación
de
frente
al fondo
del
escenario
y que
sólo "al
final de
la
carrera"
llegan
al
proscenio.
"Todos
hablan
consigo
mismos,
no con
los
otros.
Es un
ritual
para
actores
hipnotizados,
sueño
polifónico,
pesadilla",
ha
escrito
Ollé.
"La
palabra
-afirma
el
director-
es
también
quietud.
Hemos
buscado
la
secreta
armonía
entre la
voz y el
gesto,
bailar
el
alejandrino.
Nuestro
espectáculo
es un
musical
en el
que ni
se canta
ni se
baila.
Si el
verso es
artificio
del
lenguaje,
había
que
buscar
artificio
para el
movimiento".
Para
Joaquín
Hinojosa
lo
fundamental
del
montaje
no es
tanto
esa
quietud
"como el
hecho de
que
recurra
a lo
esencial
del
teatro:
hablar a
los
hombres
sobre
los
hombres.
Intentamos
retornar
a las
esencias,
la
palabra
al
desnudo,
el
movimiento
como
contención.
El
público
se dará
de
frente
con una
obra sin
reposo,
llena de
pulsiones
y
pasiones
en
constante
choque".
Joan
Ollé
cree
necesario
"volver
siempre
a las
palabras
de los
mejores",
de los
autores
clásicos,
"para
que no
se
olviden
nunca",
y entre
los
mejores
sitúa a
Racine y
a su 'Fedra',
un mito
que,
dice,
"no ha
envejecido
nada, o
casi
nada".
La 'Fedra'
de
Racine
es una
obra
escasamente
representada
en
España,
a pesar
de que
su
autor,
dice
Ollé,
"es
inmensamente
más
moderno
que
Shakespeare.
Con muy
pocas
fichas
crea
muchas
tensiones". |