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artículo
7/03/2004 |
César
Vidal /
MUY
Interesante ●
www.muyinteresante.es
|
Julio
César, El
divino |
Julio
César
gobernó
Roma en
el siglo
I a. de
C. con
poder
absoluto.
A su
carisma
y sus
victorias
militares,
supo
unir una
política
moderada
que
contó
con el
apoyo
del
pueblo.
Fue
divinizado
tras su
muerte
por su
sucesor
Augusto.
La
figura
de Cayo
Julio
César
fue
considerada
durante
siglos
como un
paradigma
de las
virtudes
viriles.
A su
extraordinario
genio
militar
se
sumaba
una
habilidad
política
nada
común,
un poder
oratorio
inmensamente
persuasivo
y una
capacidad
literaria
envidiable.
Sin
embargo,
lo que
llamó
especialmente
la
atención
de
generación
tras
generación
fue el
cúmulo
de
cualidades
personales
que lo
caracterizaban.
César
era
capaz de
tomar
decisiones
acertadas
con
enorme
rapidez,
de
pasarse
noches
enteras
sin
dormir,
de
someterse
a una
impresionante
frugalidad
y, a la
vez, de
citar de
memoria
a los
clásicos,
escribir
mientras
iba
montado
a
caballo
y
seducir
a las
más
diversas
mujeres.
Que todo
aquello
–y mucho
más–
surgiera
de un
personaje
que
había
sido
enclenque
y
enfermizo
en su
niñez
resulta
aún más
sorprendente
y
explica
por qué
Cervantes
pudo
considerarlo
paradigma
del
militar;
Shakespeare,
convertirlo
en héroe
de una
de sus
tragedias;
Napoleón,
adoptarlo
como
modelo,
y Dante,
no
atreverse
a
condenarlo
al
infierno.
Ni
siquiera
la
Revolución
francesa
cuestionó
su
figura,
considerando
que
había
sido un
impulsor
del
cambio
social.
La
crítica
contra
César
tendría
que
esperar
al
marxismo
–¿cómo
tolerar
semejante
individualidad
en una
visión
colectiva
de la
Historia?–
y se
agudizó
al
identificarlo
con
dictaduras
como la
de
Mussolini.
Semejante
anacronismo
distaba
mucho de
hacer
justicia
a una de
las
figuras
más
fascinantes
de la
Historia.
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