Un
acercamiento
al
mundo
femenino
a
través
de
tres
ensayos
que
retratan
a la
mujer
en la
historia.
El
primer
ensayo,
de
Paul
Veyne,
analiza
uno de
los
lugares
más
famosos
plásticamente
hablando,
de la
Antigüedad
romana:
la
Casa
de los
Misterios
de
Pompeya.
En los
dos
textos
restantes
F.
Lissarrague
lleva
a cabo
una
incursión
en el
gineceo,
en
este
caso
centrado
en el
mundo
griego.
El
mundo
femenino
ha
ejercido
en el
imaginario
masculino
una
fuerte
atracción.
Desde
los
harenes
hasta
las
actuales
salas
de
belleza,
los
lugares
donde
las
mujeres
pasan
una
parte
de sus
vidas,
donde
hablan
entre
ellas
de
forma
incansable
son
mundos
vetados
al
hombre
sobre
los
cales
este
especula
sin
parar.
Lo
mismo
acontece
cuando
ese
mundo
se
traslada
al
pasado,
donde
la
mujer
no
contaba
nada
socialmente
y todo
su
entorno
era
íntimo,
lejos
del
foro
público.
Este
trabajo
intenta
acercarse
a ese
ambiente
ignoto,
y lo
hace
desde
una
filosofía
actual,
la que
pide
devolver
a la
mujer
la
importancia
que ha
tenido
en la
historia,
aunque
haya
sido
leve o
aparentemente
tangencial
en las
sociedades
pretéritas.
Tres
trabajos
o
ensayos
componen
el
volumen.
El
primer
ensayo,
de
Paul
Veyne,
analiza
uno de
los
lugares
más
famosos
plásticamente
hablando,
de la
Antigüedad
romana:
la
Casa
de los
Misterios
de
Pompeya,
así
llamada
por el
magnífico
fresco
que
decora
sus
paredes
y que
se ha
identificado
tradicionalmente
con la
explicación
de una
iniciación
a los
misterios
báquicos,
de los
cuales
mucho
se
cita
indirectamente
en los
textos
clásicos,
pero
de los
que no
existe
ningún
dato
fehaciente
sobre
la
manera
en que
eran
conducidos
por
los
conocedores
y de
las
pruebas
a los
que
eran
sometidos
los
neófitos.
Para
Veyne,
en
cambio,
estas
alusiones
báquicas
en el
fresco
son
erróneamente
interpretadas,
pues
lo que
allí
hay es
una
simple
y
espléndida
preparación
de una
novia
para
la
ceremonia
matrimonial,
así
como
diversas
actitudes
que
eran
habituales
en la
intimidad,
como
lecturas
y
baños.
En un
documentado
y
comparativo
trabajo,
Veyne
apunta
lo que
había
allí
de
festejo
tradicional
romano
y lo
que es
imposible
que
fuera
de
iniciación
a un
misterio
sagrado.
Tanto
por
las
concomitancias
con
otros
textos
clásicos
sobre
ceremonias
romanas,
como
por la
reducción
al
absurdo
sobre
interpretaciones
forzadas
de los
misterios
presentes
en el
fresco,
el
autor
proporciona
una
nueva
interpretación
de una
de las
pocas
pinturas
que
nos
han
llegado
de la
Antigüedad.
En los
dos
textos
restantes
F.
Lissarrague
lleva
a cabo
una
incursión
en el
gineceo,
en
este
caso
centrado
en el
mundo
griego,
donde
las
representaciones
en
cerámica
conservan
imágenes
suficientes
como
para
hacerse
una
idea
bastante
precisa
sobre
el
comportamiento
de las
mujeres
y los
infantes
en ese
ámbito
cerrado,
echando
mano
incluso
de la
comedia
clásica,
donde
por
alusiones
es
posible
deducir
temas
y
comportamientos
del
cerrado
espacio
femenil.
Por
último,
F
Frontisi-Ducroux
analiza
en 'El
sexo
en la
mirada'
la
forma
en que
la
sexualidad
era
vivida
por
las
mujeres,
aunque
sus
interpretaciones
deban
hacerse
a
partir
de los
datos
que
los
hombres
estamparon
asimismo
en las
cerámicas
griegas.
En
este
caso
la
sexualidad
abarca
no
sólo a
la
mujer,
sino
también
la que
resultaba
socialmente
relevante
para
el
mundo
griego,
incluida
la
educativa
y el
papel
de
determinadas
figuras
míticas,
como
los
sátiros,
dentro
de ese
imaginario
sexual.
En
resumen,
un
libro
bien
documentado
y con
abundantes
reproducciones
gráficas
de un
tema
bastante
soslayado
en los
estudios
clásicos.