Cuando faltan pocos días para los comicios estatales, resulta interesante recordar cómo eran las elecciones en la antigua Roma y descubrir que las actuales campañas electorales, con sus estratagemas, no son una innovación moderna, sino que ya estaban ampliamente desarrolladas en el pasado.

Las raíces de nuestra cultura, de la lengua que hablamos y de las leyes que nos regulan están en Roma. Por tanto, no es de extrañar que nuestro sistema político también presente numerosas coincidencias con el de esta antigua civilización, y no solamente en el léxico. Sin embargo, pese a estas similitudes, las bases de la política romana eran muy diferentes a las nuestras. Si bien los electores romanos eran todos los ciudadanos libres incluidos en el censo, es decir, el populus, las elecciones, en lugar de ser un instrumento de participación democrática, constituían un límite a esta; el derecho a ser elegido resultaba ser un privilegio reservado únicamente a una parte muy reducida de la población y monopolio exclusivo de la élite social, la denominada nobilitas.