Una
historia
de
arenas
ensangrentadas
donde
el
poder
de los
emperadores
decidía
sobre
la
vida y
la
muerte.
"Decimus
Lucretius
Satrius
Valens,
flamine
perpetuo
de
Néron
César,
hijo
de
César
Augusto,
hará
combatir
veinte
parejas
de
gladiadores
y
Decimus
Lucretius
Satrius
Valens
hijo
hará
combatir
diez
parejas
de
gladiadores
en
Pompeya,
los
días
6, 5,
4, de
los
idus
de
abril,
y la
víspera
de los
idus
de
abril.
Ofrecerán
una
venatio
según
las
normas
y
habrá
toldo.
Pintado
por
Celer.
Aemilius
Celer
ha
pintado
este
cartel
solo a
la luz
de la
luna."
Este
programa
de un
espectáculo
de
gladiadores
(edicta)
estuvo
en un
muro
de la
Roma,
antes
del
año 54
d.n.e.
No fue
el
primero
ni
sería
el
último
de
estos
sangrientos
enfrentamientos.
Unas
pinturas
etruscas
encontradas
en
Tarquina,
zona
de
Etruria,
allá
en el
centro
de
Italia,
parecen
indicar
que
los
primeros
combates
de esa
índole
datan
de
alrededor
del
530
a.n.e.,
probablemente
como
un
ritual
en los
funerales
de
guerreros.
|
Los
combates
entre
gladiadores
por
lo
regular
tenían
como
escenario
a
los
anfiteatros.
El
más
grande
de
todos
era
el
Coliseo
de
Roma,
con
capacidad
para
unos
50
mil
espectadores. |
Los
romanos,
liberados
en el
año
509
a.n.e.
del
dominio
etrusco,
emprendieron
luego
la
conquista
de
territorios
vecinos.
En las
guerras
que
libraron
contra
los
samnitas
y los
griegos
del
sur de
Italia,
conocieron
nuevos
estilos
de
combate.
En
particular,
las
Guerras
Samnitas
marcaron
los
combates
entre
gladiadores.
El
historiador
Livio
se
refiere
a una
batalla
entre
romanos
y
samnitas
en el
308
a.n.e.,
tras
la
cual a
algunos
de los
soldados
capturados
se les
obligó
a
combatir
entre
sí. A
las
prácticas
de
hacer
combatir
a los
prisioneros
durante
la
celebración
de un
funeral
las
llamaban
munera.
La
palabra
munus,
cuyo
plural
es
munera,
significa
deber
u
obligación.
Los
historiadores
consignan
que,
en los
inicios,
eran
los
ejércitos
romanos
en sus
campamentos
de las
fronteras,
los
que
obligaban
a los
prisioneros
a
luchar
en la
munera
y ello
servía
para
reforzar
los
valores
tradicionales
romanos
de
"victoria
a toda
costa"
y
"muerte
antes
que
deshonor".
|
Uno
de
los
cascos
usados
por
los
gladiadores
romanos |
Al
llegar
esta
variante
a Roma
la
animaban
fines
muy
diferentes.
Las
familias
nobles
pretendían
ganar
simpatía
entre
los
votantes
organizando
fastuosos
espectáculos
que
fueron
aderezados
con
sangre
de
gladiadores.
En el
año
264
a.n.e.,
ocurrieron
los
primeros
de
estos
encuentros
en
Roma,
como
parte
de los
funerales
en
honor
de
Junius
Brutus,
descendiente
de uno
de los
fundadores
de la
República
romana.
Los
romanos
que
asistían
al
mercado
de
ganado
de la
ciudad,
se
asombraron
al
contemplar,
en vez
de las
tradicionales
carreras
de
cuadrigas
o las
cacerías
de
bestias
salvajes,
la
lucha
entre
tres
parejas
de
gladiadores.
Fue la
primera
vez en
que
vieron
correr
sangre
de
gladiadores,
la
cual
empaparía
aquellas
arenas
por
más de
700
años.
Aseguran
algunos
expertos,
que
dichos
espectáculos
también
eran
usados
como
vehículo
de
propaganda
para
el
expansionista
estado
romano,
inmerso
en las
primeras
guerras
púnicas.
Usaban
prisioneros
de
guerra
para
demostrarles
a los
habitantes
lo que
sucedía
en los
territorios
fuera
de la
frontera.
La
única
forma
de
saber
cómo
era un
bárbaro
germano
era
verlo
luchar
contra
otro
prisionero
en
Roma.
Listos
para
matar
o
morir
La
palabra
gladiador
proviene
del
latín,
gladius,
espada
corta
utilizada
por
las
legiones
romanas,
sobre
todo
para
apuñalar
más
que
cortar.
|
El
gesto
del
emperador
con
el
pulgar
hacia
abajo
indicaba
la
muerte
para
el
gladiador |
Para
disponer
siempre
de
hombres
entrenados
en la
lucha
a
muerte,
se
crearon
escuelas
de
gladiadores
en las
afueras
de
Roma.
Cada
uno de
ellos
se
adiestraba
de
acuerdo
al
tipo
de
arma
que
usaría.
Los
entrenadores,
llamados
lanistas,
adquirían
sus
"discípulos"
en los
mercados
de
esclavos
o en
las
cortes
criminales,
y los
sometían
a un
brutal
entrenamiento
físico.
A la
vez,
se les
adiestraba
para
obedecer
el
código
de
ética
de un
gladiador,
según
el
cual
se
debía
luchar
con
entereza
y
aceptar
la
muerte
con
dignidad.
Los
combates
de
gladiadores
se
extendieron
a las
demás
provincias
del
Imperio,
con
excepción
de
Grecia,
donde
sus
habitantes
los
consideraron
siempre
una
práctica
salvaje
y
bárbara.
En
particular
los
pobladores
de
Roma
llegaron
a
mostrar
una
afición
tan
desbordante
por
estas
prácticas,
que ni
ellas
ni el
trigo
podía
faltarles.
De ahí
la
frase
llegada
hasta
nuestros
días
de
darle
a la
plebe
Panes
et
Circus
(pan y
circo).
En la
arena
Los
combates
se
anunciaban
días
antes
por
toda
la
ciudad
y la
noche
antes,
los
luchadores
recibían
una
fastuosa
cena
amenizada
con
bailes
y
otros
placeres.
Ello,
en
consideración
a que
podría
ser su
última
noche
entre
los
vivos.
|
La
muerte
del
gladiador
era
decidida
por
el
gesto
del
emperador
con
el
pulgar
hacia
abajo |
El día
esperado,
los
espectadores,
colmando
las
gradas,
aclamaban
la
aparición
de los
gladiadores,
hombres
fornidos
y por
lo
general,
gruesos,
a
diferencia
de la
imagen
de
efebos
que ha
multiplicado
alguna
cinematografía
holiwoodense.
Luego
del
desfile
de
presentación,
se
sorteaban
las
parejas,
eran
examinadas
las
armas
(probatio
armorum)
y se
entablaba
a
continuación
una
lucha
simulada
a modo
solo
de
exhibición.
Llegada
la
hora
del
real
enfrentamiento,
los
gladiadores
saludaban
a las
autoridades,
jurando
honestidad
y
bravura
en la
lucha.
Si era
el
césar
quien
presidía
la
lucha,
todos
los
combatientes
saludaban
con el
brazo
armado
en
alto:
¡Ave,
cesar,
morituri
te
salutant!
(¡Salve,
césar,
los
que
van a
morir
te
saludan!).
A
continuación,
el
aullido
de las
trompetas
daba
inicio
a la
matanza.
Cuando
uno de
los
gladiadores
se
declaraba
vencido,
su
suerte
dependía
de la
voluntad
de la
autoridad
que
presidía
la
lucha,
quien
casi
siempre
pedía
la
confirmación
del
público.
En
caso
de
que
los
asistentes
corearan
¡Misum!,
con el
dedo
pulgar
hacia
arriba,
se le
perdonaba
la
vida;
si por
el
contrario,
bajaban
el
pulgar
(pollice
verso)
al
grito
de
¡Iugula!
(¡degüéllalo!)
se le
daba
muerte
allí
mismo
hundiéndole
la
espada
en el
cuello,
en
medio
de las
exclamaciones
de
satisfacción
de la
multitud.
No
faltaron
emperadores
que,
entusiasmados,
se
lanzaran
a las
arenas,
aunque
sus
combates
estaban
amañados.
El
propio
Nerón
mató
en
cierta
ocasión
a un
león,
pero
antes
al
animal
le
habían
limado
los
dientes
y las
garras.
De
haber
sido
en
nuestros
días,
y para
continuar
en
tono
de
farsa,
de
seguro
habría
elegido
un
pavo...
de
plástico.
Se
secan
las
arenas
Con la
llegada
del
cristianismo,
las
luchas
de
gladiadores
empezaron
a ser
mal
vistas.
En el
año
326
d.n.e.
el
emperador
Constantino,
aunque
no los
prohibió,
emitió
una
serie
de
leyes
tendentes
a
evitar
su
celebración
y el
final
oficial
de los
combates
de
gladiadores
en
Roma
tuvo
lugar
el día
inaugural
del
festival
organizado
por el
emperador
Honorio
en el
año
404
d.n.e.
En
aquella
ocasión,
el
monje
cristiano
Telémaco
bajó a
la
arena
e
intentó
separar
a los
combatientes,
provocando
gran
disgusto
entre
los
presentes.
Inesperadamente
privada
de su
diversión,
la
multitud
apedreó
y
asesinó
a
Telémaco.
Horrorizado
por lo
sucedido,
Honorio
prohibió
formalmente
los
torneos
de
gladiadores,
aunque
éstos
continuaron
realizándose
durante
otros
cincuenta
años
de
manera
no
oficial. |