De
acuerdo
a los
historiadores,
los
primeros
Juegos
Olímpicos
de
Grecia
se
realizaron
por
primera
vez en
el año
776 A.C.
y se
ejecutaron
cada
cuatro
años
hasta
que el
emperador
romano
Teodosio
los
abolió
en el
año 393
D.C.
debido a
que los
consideraba
paganos.
La
ceremonia
inaugural
se
realizaba
en un
templo
dedicado
a la
Diosa
Hera,
quien
era
adorada
durante
los
Juegos
Olímpicos
de la
era
antigua
y la
forma de
ofrendarle
era a
través
de una
llama
que
ardía en
forma
permanente.
Se tiene
conocimiento
que en
la
antigua
Grecia,
se
reunían
atletas
de
diferentes
regiones
para
competir
en las
diversas
modalidades
deportivas
de la
época.
De ellos
se
esperaba
el mejor
desempeño
para
orgullo
de su
ciudad
natal. A
cambio
se les
proclamaba
como
héroes,
colocándoles
una
corona
hecha de
ramas de
olivo.
Los
vencedores
al
llegar,
atravesaban
un hueco
hecho en
la
muralla
de su
ciudad,
con el
fin de
ser
cerrado
después
de su
paso
para
evitar
que el
triunfo
escapara
de la
ciudad,
los
campeones
ofrendaban
su
trofeo
al dios
Zeus.
A partir
de ese
momento
la
manutención
del
atleta
corría a
cargo
del
municipio
por el
resto de
sus
días. La
práctica
deportiva
era
realizada
sin ropa
y con
los píes
descalzos.
Se
excluían
las
mujeres
y les
era
vedada
su
participación
como
espectadoras.
Cualquier
violación
a la
norma se
pagaba
con la
muerte.
El
primer
fuego
En
recuerdo
de estos
rituales,
el Fuego
Olímpico
arde
durante
los
Juegos y
simboliza
la lucha
por la
perfección
y la
victoria.
Se
enciende
en la
ceremonia
inaugural
con una
antorcha
que se
lleva en
relevos
desde
Olimpia,
Grecia.
El
relevo
de las
antorchas
se
instituyó
para los
Juegos
de
Berlín
en 1936,
ocasión
en que
participaron
3.000
corredores;
si bien
un fuego
ardía
durante
la
celebración
de los
Juegos
de
Amsterdam
en 1928,
éste era
solamente
un fuego
local.
El
profesor
Carl
Diem,
secretario
general
del
Comité
Organizador
berlinés,
tuvo la
idea de
traer el
fuego
desde
las
ruinas
de la
ciudad
sagrada
de
Olimpia
explicando
al
Comité
Olímpico
Internacional
que,
como en
la
antigüedad,
sería
"un
simbólico
homenaje
al
vencedor
de la
carrera
del
estadio
de los
antiguos
Juegos,
que
tenía el
privilegio
de
llevar
el fuego
sagrado
al altar
de
Zeus".
A los
miembros
del COI
les
gustó la
idea y
fueron
más allá
recordando
los
textos
de
Plutarco
en los
que
hacía
referencia
al
encendido
de la
llama a
través
de "los
inmaculados
rayos
del
sol"; de
esa
forma el
21 de
julio de
1936
doce
jóvenes
griegas
encendieron
la llama
por
medio de
un
crisol
en el
que
convergían
los
rayos
del
astro
rey. Un
atleta
griego
con el
torso
desnudo
fue el
que
inició
el
relevo
de la
antorcha,
la que
pasó por
manos de
tres mil
voluntarios
desfilando
por
Atenas,
Sofía,
Belgrado,
Viena y
Praga
camino
de
Berlín.