El
gran
altar
del
Museo
Pérgamo,
uno de
los
tesoros
más
preciados
del
patrimonio
cultural
de
Berlín,
vuelve
a
mostrarse
en
todo
su
esplendor
tras
un
decenio
de
trabajos
de
restauración.
El
friso
del
altar
de
Pérgamo,
de
2.200
años
de
antigüedad,
se
expone
al
público
de
nuevo
en su
emplazamiento
de la
Isla
de los
Museos,
el
corazón
monumental
de la
capital
alemana.
El
altar
es,
junto
al
busto
de
Nefertiti
del
Museo
Egipcio,
en el
oeste
de la
ciudad,
la
pieza
más
valiosa
del
patrimonio
berlinés
y se
encontraba
desde
1994
en
manos
de los
restauradores.
De 113
metros
de
largo
por
2,3 de
alto,
la
obra
presenta
en sus
116
placas
de
relieves
escenas
de las
divinidades
griegas.
La
pieza
no
había
sido
más
que
precariamente
restaurada
en
tiempos
de la
República
Democrática
Alemana
(RDA),
en
cuyo
territorio
quedó
la
Isla
de los
Museos
tras
la
partición
de la
ciudad.
En
estos
diez
años
se ha
sometido
a un
proceso
de
rehabilitación
en
profundidad
para
erradicar
las
huellas
del
tiempo
y la
amenazante
corrosión.
Los
trabajos
han
sido
dirigidos
por el
restaurador
italiano
Silvano
Bertolin
y han
costado
unos
tres
millones
de
euros
(3,6
millones
de
dólares).
La
restauración
del
altar
forma
parte
de los
trabajos
de
rehabilitación
de los
cinco
principales
museos
que
forman
la
Isla,
iniciados
tras
la
reunificación
de
Berlín
en
1989 y
aún
por
completar,
con un
coste
total
calculado
en
unos
2.000
millones
de
euros
(2.418
millones
de
dólares).
Pérgamo,
ciudad
fundada
por
Alejandro
Magno
en la
costa
noroccidental
de
Turquía,
fue
una
meta
codiciada
por
arqueólogos
de
todo
el
mundo.
Los
alemanes
Karl
Humann
y
Alexander
Conze
descubrieron
bajo
la
colina
que
llevaba
a la
acrópolis
el
gran
altar,
con su
serie
de
esculturas
llamado
"Gigantomaquia",
que
representaba
la
lucha
de los
dioses
del
Olimpo
contra
los
gigantes.
En
1901
se
fundó
en
Berlín
un
museo
dedicado
a los
tesoros
de
Pérgamo,
que en
poco
tiempo
quedó
pequeño
para
albergar
cuanto
los
arqueólogos
alemanes
hacían
llegar
desde
Turquía.
En
1930
llegaron
a la
capital
los
mármoles
del
altar,
pero
en la
II
Guerra
Mundial
(1939-1945)
las
tropas
soviéticas
se los
llevaron
y
terminaron
almacenados
en los
sótanos
del
museo
del
Ermitage,
en la
actual
San
Petersburgo.
En
1959,
Moscú
accedió
a
devolverlos
a su
país
satélite
germano
oriental,
que
nunca
se
encargó
de
restaurarlos
como
convenía. |