A
pesar
del
tiempo,
en
Atenas
se
sigue
respirando
el
aroma
mitológico
que
la
ha
hecho
famosa
a
nivel
mundial.
En
cualquier
mapa,
no hay
duda
de que
Grecia
está
en
Europa.
Incluso,
el
nombre
del
continente
proviene
de la
mitología
griega.
Sin
embargo,
la
historia
y
otros
factores
ofrecen
un
cuadro
menos
claro
sobre
el
lugar
de
esta
antigua
ciudad
en el
mundo:
enclavada
en
occidente,
recibe
fuerte
influencia
de
oriente
por su
vecindad
con
él.
Esa
dualidad
se
manifestará
en
plenitud
durante
los
Juegos
Olímpicos,
cuando
los
visitantes
podrán
ver la
Acrópolis
y
otros
hitos
de la
civilización
occidental,
mientras
disfrutan
música
y
comida
con
inequívoco
sabor
turco.
Muchos
griegos
celebran
esa
compleja
mezcla,
mientras
que
otros
prefieren
mostrar
una
Atenas
moderna.
La
municipalidad,
por
ejemplo,
planta
árboles
en las
avenidas
para
dar a
la
ciudad
"un
toque
europeo".
"Los
griegos
se ven
a sí
mismos
con un
pie en
Europa
y otro
fuera",
dijo
Alexander
Kitroeff,
profesor
de
historia
de la
Universidad
Harford
College,
en
Estados
Unidos.
"Pero
creo
que
más
bien
se
sienten
no
europeos,
no
tanto
geográficamente,
sino
culturalmente".
La
preparación
de los
Juegos
Olímpicos
ha
traído
mejoras
y
modernizaciones
a la
ciudad,
en su
tren
subterráneo,
carreteras
y
servicios,
pero
persisten
las
grandes
congestiones
de
tránsito.
Cuando
se
realizaron
las
primeras
olimpíadas
de la
era
moderna,
en
1896,
Atenas
sólo
tenía
unos
100.000
habitantes,
y
otras
tantas
ovejas.
Hoy,
la
zona
urbana
ateniense
es una
masa
de
cemento
con
más de
cuatro
millones
de
personas
que
viven
en el
único
valle
al que
está
limitada
la
urbe a
raíz
de un
conflicto.
Fuerzas
griegas
invadieron
lo que
quedaba
del
imperio
otomano
en
1921,
pero
fueron
vencidas
y
obligadas
a
retirarse,
junto
con
millones
de
griegos
que
vivían
en esa
zona.
Un
tratado
de
1923
aumentó
la
población
ateniense,
cuando
un
millón
y
medio
de
griegos
que
vivían
en
Turquía
fueron
repatriados,
al
tiempo
que
800.000
turcos
que
habitaban
en
Grecia
y
Bulgaria
volvieron
a su
patria.
Tras
la
Segunda
Guerra
Mundial,
Grecia
vivió
tres
años
de
guerra
civil,
pero a
pesar
de
ello
atrajo
miles
de
inmigrantes,
y se
desató
un
auge
en la
construcción
de
viviendas,
en su
mayoría
edificios
altos.
El
resultado
fue un
crecimiento
complejo
de la
ciudad,
con
servicios
insuficientes
para
la
población.
"Atenas
estuvo
a
punto
de
convertirse
en una
ciudad
sin
control,
inmanejable",
dijo
la
alcaldesa
Dora
Bakoyianni.
Pero
ella
tuvo
suerte,
pues
gracias
a los
juegos
comenzó
la
construcción
de una
serie
de
mejoras
como
caminos,
tren
subterráneo
y un
aeropuerto.
Muchos
dicen
que
los
juegos
cambiarán
profundamente
a
Grecia.
Pero
los
viejos
hábitos
persisten.
Por
ejemplo,
la
venta
de
entradas
para
los
juegos
ha
sido
muy
lenta,
lo que
refleja
la
reconocida
aversión
de los
griegos
a
planificar
cualquier
cosa
con
anticipación.
Y pese
a la
inminencia
de la
olimpiada,
muchos
griegos
no
parecen
pensar
en
cambiar
el
ritual
de
cada
año de
tomarse
vacaciones
en la
playa
en
agosto.
"Todos
estábamos
felices
y
orgullosos
cuando
Atenas
recibió
la
sede
de los
juegos",
dijo
el
escritor
Nikos
Dimoua.
"Pero
ya no
es
así,
debido
a los
problemas
por
las
construcciones
y los
costos".
"Es
posible
que la
inauguración
haga
renacer
el
entusiasmo
de la
gente,
pero
creo
que en
este
momento
el
pueblo
griego
está
ausente
de los
juegos".
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