Numancia
fue "el
Vietnam"
de Roma,
pues la
resistencia
de una
ciudad
de
10.000
habitantes,
que sólo
consiguió
rendir
su mejor
general,
Escipión,
se
convirtió
en "la
preocupación
que
centraba
la
política
romana",
manifestó
a EFE
Juan
Antonio
Cebrián,
autor de
"La
aventura
de los
romanos
en
Hispania".
El
libro,
publicado
por La
Esfera,
cuenta
con
cronología,
mapas y
fotografías,
y
recorre
los dos
siglos
que
transcurrieron
entre la
llegada
de los
romanos
hasta la
conquista
de la
península,
pasando
por la
nueva
forma de
oponerse
a su
ejército
que
llevó a
cabo el
jefe
lusitano
Viriato.
Los
romanos
vinieron
a la
península
para
atacar
la
retaguardia
del
general
cartaginés
Anibal,
pero
conquistar
el
territorio
les
costó
varias
"guerras
crueles"
para
llegar a
Celtiberia
y
Cantabria,
hasta
que
consiguieron
dominar
todo el
territorio
peninsular.
El
asedio
de
Numancia
en el
año 133
antes de
Cristo
es uno
de los
episodios
más
representativos,
pues
durante
veinte
años los
mejores
generales
romanos
no
fueron
capaces
de
"doblegar
el animo
y el
espíritu
de los
arévacos"
y tuvo
que ser
el
general
Escipión,
el que
había
destruido
Cartago,
la gran
ciudad
enemiga
de Roma,
el que
viniera
expresamente
para
romper
la
resistencia
numantina.
A lo
largo
del
asedio,
uno de
los
enviados
de Roma,
Cayo
Hostilio
Mancino,
fue
obligado
a firmar
un pacto
de paz
cuando
sus
legiones
fueron
atrapadas
y los
cónsules
romanos
se
enfadaron
tanto,
que lo
trajeron
a las
puertas
de
Numancia,
donde
permaneció
desnudo
toda una
noche,
para que
los
numantinos
hicieran
lo que
quisieran
con él.
La
ciudad
tuvo que
sufrir
la falta
de agua,
pues
Escipión
se la
cortó
con una
barrera
de
hierro y
madera,
y, a
pesar de
la
situación,
uno de
sus
jefes
logró
superar
las
trampas
e
intentó
negociar
con
otras
ciudades,
pero no
consiguió
nada, y
Numancia
capituló
por
hambre,
pero
cuando
se
entró,
únicamente
quedaban
cincuenta
supervivientes.
Otro de
los
hitos de
la
historia
de Roma
en la
península
fue la
rebelión
del
célebre
caudillo
lusitano
Viriato,
a quien
Cebrián
calificó
de "El
William
Wallace"
español,
cuyo
recuerdo
considera
que
"habría
que
recuperar
porque
ha sido
olvidado
en los
últimos
años".
La
historia
de
Viriato
es un
auténtico
argumento
de cine
porque
en su
vida
hubo de
todo
-odio,
venganza,
amor,
lucha,
inteligencia,
lucidez-
pero,
sobre
todo,
porque
con mil
guerreros
puso en
jaque
durante
nueve
años a
las
mejores
legiones
de Roma.
Cuando
Viriato
fue
elegido
jefe de
los
lusitanos,
dijo
Cebrián,
lo
primero
que hizo
fue
ordenar
que "la
población
se
fundiera
con el
paisaje",
y que
sus
guerreros
formaran
grupos
de seis
a ocho
hombres
para
atacar a
los
romanos,
a los
que tuvo
en jaque
durante
nueve
años en
media
península.
Las
calzadas
que
construyeron
los
romanos
conectaron
media
Europa
y, en el
caso de
España,
fueron
extendidas
en
función
del
territorio
que iban
conquistando,
formando
un
cuadrado,
uno de
cuyos
lados
era la
vía que
unía
Gerona
con
Almería
por toda
la costa
mediterránea.
La otra
vía, la
de "la
plata",
discurría
al oeste
y
llevaba
a "Las
médulas",
es
decir,
las
explotaciones
mineras
de León
en las
que se
extraía
oro de
la roca
al aire
libre.
Hoy se
siguen
rehabilitando
las
ciudades
y
construcciones
romanas
como
Segóbriga
o las
murallas
de Lugo,
entre
otras,
puntualizó
Cebrián,
pero en
la
actualidad
parece
que
despiertan
más
interés
otras
ruinas
pre-romanas
como las
de
Cádiz.
El gran
legado
de Roma
es la
civilización,
el
sentido
de la
urbanidad,
el amor
a la
ciudad y
su
lengua,
el
latín,
en la
que
escribieron
pensadores
como
Séneca,
añadió.