Finalmente,
los
Juegos
del 2004
se
celebrarán
en
Atenas,
ocho
años
después
del
primer
intento
por
devolver
el
acontecimiento
polideportivo
a sus
orígenes,
donde
fue
restaurado
y
restablecido
en 1896.
"Al
final,
casi ha
sido
mejor
que los
hayan
podido
hacer en
el 2004
y no en
el año
del
centenario,
en 1996,
porque
en estos
ocho
años
Grecia
ha
cambiado
radicalmente",
valora
Samaranch,
que cree
que,
como en
el caso
de
España,
la
entrada
en la
Unión
Europea
transformó
al país.
"Grecia
está en
condiciones
ahora de
presentar
al mundo
unos
Juegos
extraordinarios",
afirma
el
expresidente
del COI,
que cree
que el
hecho de
que los
Juegos
regresen
a su
cuna les
va a
otorgar
un valor
especial.
"Los
Juegos
son un
gran
compendio
de
deporte
y
cultura,
pero en
Grecia
se les
va a
añadir
el peso
de la
historia
olímpica,
que les
pertenece
a
ellos".
Todo ese
peso va
a ser
necesario,
sin
embargo,
para
reactivar
en estos
últimos
días el
entusiasmo
colectivo
de los
griegos,
que sólo
han
adquirido
de
momento
una
tercera
parte de
las
entradas
puestas
a la
venta.
La
victoria
de la
selección
de
fútbol
en la
pasada
Eurocopa
de
Portugal
y ese
otro
"milagro",
el hecho
de estar
llegando
a tiempo
en el
mayor
reto
organizativo
del
país,
deben
actuar
de
revulsivo
en la
recta
final de
unos
preparativos
que el
actual
presidente
del COI
y
sucesor
de
Samaranch,
el belga
Jacques
Rogge,
comparó
con el
ritmo
musical
más
conocido
de
Grecia,
el
sirtaki.
"Comienza
muy
lentamente,
después
se
acelera
progresivamente
y al
final no
hay
manera
de
seguir
el
ritmo",
aseguró
Rogge
hace
unos
meses,
preveyendo
este
trepidante
esprint
que
Atenas
protagoniza
ahora.
"El día
13 de
agosto,
todo
estará
listo",
ratifica
Samaranch,
convencido
de que
serán
unos
Juegos
brillantes
en su
desarrollo
final.
Al
menos,
eso es
lo que
desea el
exdirigente
español.