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artículo
23/02/2004 |
Aida R.
Agraso ●
www.diariodecadiz.com |
Huellas de
los
orígenes
de Cádiz
en el
barrio de
Santa
María
La
excavación
en tres
solares
revela la
existencia
de restos
que van
desde el
Bronce a
la época
romana |
Los
solares de
Troilo, 5,
Santo
Domingo,
28, y
Mirador,
25, se han
convertido
en los
tres
vértices
de un
triángulo
arqueológico
que ha
brindado
abundante
información
sobre las
distintas
etapas
históricas
vividas
por Cádiz.
Desde la
prehistoria
hasta los
tiempos
romanos,
algunas
características
de la
cotidianidad
de la edad
del
Bronce, de
las
industrias
tardopúnicas
y las
relaciones
comerciales
en la
época
romana han
aflorado
del
subsuelo
moderno
como
testimonios
de un
pasado
floreciente
y vital.
Lo que se
'cocía' en
el barrio
de Santa
María
entre los
siglos III
y I a.C.
eran
cerámicas.
Así lo ha
podido
corroborar
el
arqueólogo
Francisco
Blanco,
quien ha
estudiado
éste y los
otros dos
solares
merced a
las obras
realizadas
en ellos
por
PROCASA y
ha ido
tejiendo
la
historia
de la
ciudad con
los
mimbres
que las
excavaciones
le han ido
proporcionando.
"Antes de
que los
Balbos de
Cádiz
emprendiesen
hacia
mediados
del siglo
I a.C. la
urbanización
de estos
terrenos,
el Barrio
de Santa
María
debía ser
una zona
poco
habitada y
en gran
medida
desocupada,
formando
parte de
los
arrabales
de la
primitiva
ciudad",
cuenta el
arqueólogo.
Gran parte
de estos
terrenos
estuvieron
destinados
a formar
parte de
las
necrópolis
fenicia,
púnica y
romana
republicana.
Y, también
allí, como
ha
constatado
en el
solar de
la calle
Troilo,
"debieron
existir
pequeños
hornos
cerámicos,
al menos
de épocas
tardopúnicas
y romano
republicanas,
dedicados
a la
elaboración
de
pequeños
objetos".
Algunos de
ellos se
han
encontrado;
cuencos,
pebeteros,
biberones,
terracotas
con
cabezas
femeninas
y objetos
zoomorfos
dan fe de
las buenas
artes
cerámicas
de los
antiguos
habitantes
de la
ciudad, y
permiten
diferenciar
en dos
grupos los
objetos
por ellos
fabricados.
"Por un
lado
estaría la
vajilla de
mesa
diaria
-apunta
Francisco
Blanco- y
por otro
los
objetos
antropomorfos
y
zoomorfos
que a su
vez sirven
de
recipientes,
como los
thymiateria
o
pebeteros
y askoi o
biberones".
Del primer
grupo se
han
localizado
abundantes
fragmentos,
"algunos
completos,
sobre todo
de
tapaderas
planas con
pellizco
central y
cuencos de
borde
escalonado.
Tanto unos
como otros
se
utilizaban
para
cubrir las
urnas
cinerarias
romanas de
cerámica".
El segundo
grupo se
encuentra
representado
por
thymiateria
de
terracota
que
servían
para
quemar
perfumes y
que tenían
formas de
cabezas
femeninas,
"que
podemos
identificar
como
Demeter en
el área
griega y a
Tanir en
el ámbito
cartaginés,
que es
nuestro
caso".
Dos manos
diferentes
debieron
ocuparse
al menos
de su
modelado,
a tenor de
las
significativas
diferencias
percibidas
entre las
halladas:
"Algunas
tienen
rasgos
helenísticos
muy
estilizados,
con
peinado en
raya
central,
rostro
enmarcado
que se
adorna con
hojas y
racimos
sobre el
cabello y
en la
frente, en
forma de
diadema,
con un
motivo
formado
por tres
glóbulos o
frutos,
flanqueado
por dos
palomas.
Sobre este
lleva un
kalathos
con
orificios
que es
donde se
deposita
el
perfume".
Otras, sin
embargo,
tienen un
"marcado
carácter
indígena
local, que
imita al
primer
tipo pero
con rasgos
muy
esquemáticos
y toscos".
Por otra
parte, los
objetos
zoomorfos
"representan
fundamentalmente
a aves,
sobre todo
a gallos,
gallinas y
palomas.
El cuerpo
suele ser
bastante
esquemático",
de forma
que el
animal se
ve
representado
por el
gollete
con forma
de cabeza
y por una
protuberancia
a modo de
plumas
traseras.
"Muchas
veces las
alas
suelen
pintarse
en el
cuerpo del
recipiente
-apunta el
arqueólogo-
y un asa
que parte
del cuello
del animal
hasta la
parte
trasera,
sirve de
asidero".
Estos
recipientes
servían
para
contener
líquidos
que se
depositaban
junto al
difunto,
en su
tumba.
¿Y para
qué se
utilizaban
estas
pequeñas
joyas
cocidas?
"En el
caso de
cuencos y
tapaderas
-indica
Francisco
Blanco-
hemos
podido
comprobar
cómo casi
la
totalidad
de las
urnas
cerámicas
de esta
época y
hasta bien
entrado el
siglo I
d.C. se
cubren con
esta
tipología
de cuencos
y
tapaderas.
Asimismo,
los
pebeteros
con la
representación
de Tanit
tienen
también un
carácter
religioso-funerario,
como diosa
autóctona
de la
muerte y
la
renovación,
muy
abundantes
en las
fauissas
de
Cartago,
cuyo
prototipo
ha de
buscarse
en Sicilia".
Todos
estos
pequeños
objetos se
encontraron
en el
horno.
Aunque la
estructura
estaba
"bastante
deteriorada"
y una
parte se
introducía
en la
vivienda
contigua,
el
arqueólogo
explica
que sus
3,85
metros de
largo se
excavaban
en el
firme
natural de
marga
caliza, y
que su
cámara de
fuego, de
forma casi
cuadrada,
medía 1,35
por 1,60
metros y
tenía una
altura
entre 0,80
y 0,60.
"En el
centro de
esta
cámara se
levanta
parte de
una
columna
que
soportaría
la cámara
de
cocción,
formada
por una
hilada de
ladrillos
de adobe
circulares
de unos 23
centímetros
de
diámetro y
0,60 de
altura".
Los
paralelos
"en cuanto
a
cronología
y
tipología"
de esta
estructura
están en
la avenida
Pery
Junquera,
en San
Fernando.
Además, se
encuentran
otros en
Ibiza,
Cataluña,
Alicante,
Benidorm,
los
alrededores
de Málaga
y el
santuario
de La
Algaida,
en Cádiz.
Este horno
gaditano
recién
descubierto,
"junto a
otros
muchos que
aún quedan
por
descubrir
en esta
zona",
augura el
arqueólogo,
abastecían
de objetos
cerámicos
a las
necrópolis
romanas
existentes
en su
periferia,
fuera de
la ciudad
romana
pero muy
próximos a
la
neápolis.
Estamos,
en fin,
sobre un
terreno
con
profusa y
fecunda
historia.
Una moneda
como
testigo
del
comercio
con el
norte de
África
A finales
de 2003 y
principios
de 2004,
PROCASA
realizó
dos
actuaciones
arqueológicas
en Santo
Domingo,
28, y
Mirador,
25. En el
último de
los
solares se
constató
la
presencia
de un
nivel
tardorrepublicano
y romano
imperial,
formado
por un
estrato de
cenizas
con
abundante
material
cerámico y
restos
alimentarios.
Se
hallaron
"abundantes
fragmentos
de
sigilata y
cerámica
de cocina
africanas
provenientes
del Norte
de África,
de la
provincia
romana de
la
Mauritania-Tingitana".
También se
encontró
una moneda
de la ceca
púnica de
Tingis
(Tánger),
que
representa
a Baal en
el anverso
y dos
espigas en
el
reverso,
donde se
lee: Tinga
Levaal
(Señor).
"La cebada
fue la
producción
propia de
Tingis, de
ahí que se
represente
en su
reverso,
como el
atún lo
fue en
Gades",
dice
Blanco,
quien data
"este as,
gemelo a
los
acuñados
en Gades,
en el
reinado de
Sifax II
(202-192
a.C.),
aunque se
encuentra
en un
contexto
posterior
al de su
acuñación".
El que
estuviera
en el
solar de
Mirador,
25,
responde a
que "las
relaciones
comerciales
entre la
costa
gaditana y
el norte
de África
eran
evidentes,
sobre todo
por su
proximidad,
y sus
tipos
monetarios
están
influidos
por la
ceca
gaditana".
Y recuerda
las
palabras
de
Estrabón:
"Al salir
navegando
de nuestro
Mar y
entrar en
el
Exterior,
se queda a
la
derecha;
mas lejos
a cuatro
estadios,
se ve la
ciudad de
Karteia,
ilustre y
antigua,
antes
estación
naval de
los íberos
...Viene a
continuación
Menlaria,
con
industria
de
salazón, y
tras ella
la ciudad
y el río
de Belón.
Habitualmente,
se embarca
para pasar
a Tingis
de la
Maurousia
y tiene
también
mercado y
salazones..."
Reconstruir
las
costumbres
de hace
siglos
La labor
constructiva
de PROCASA
siempre va
precedida
de un
estudio
arqueológico,
realizada
por
expertos
de su
gabinete.
Esta labor
no sólo ha
permitido
la
consecución
de estos
últimos
hallazgos,
sino que
también
estuvo
detrás de
la
excavación
de dos
tumbas
fenicias y
un pozo
ritual,
aparecidos
bajo el
suelo del
Mercado de
Varela; o
de varios
conjuntos
o grupos
funerarios
de épocas
fenicia,
púnica y
romana
republicana,
fechados
entre los
siglos V y
I a.C, que
permitió
conocer la
riqueza de
los
rituales
funerarios
y que
estaban
bajo los
Cuarteles
de Varela.
Los restos
hallados
con
anterioridad
en el
barrio de
Santa
María
dieron una
visión
esquemática
de cómo
podrían
ser las
viviendas
en el
Cádiz de
los Balbo,
y también
de cómo
vivían sus
antiguos
habitantes.
Una labor,
en suma,
que llena
profusamente
los huecos
de las
páginas de
la
historia
de Cádiz. |
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